En 1983 DC Comics “compró” a los superhéroes de la agonizante editorial Charlton Comics. Esta práctica le había dado éxito en el pasado, cuando sumó a su rico multiverso a personajes como Captain Marvel/Shazam (de Fawcett Comics) y el mismísimo Plastic Man (de Quality Comics). El paquete incluía personajes como Captain Atom, The Question, Thunderbolt y Blue Beetle (que a su vez había sido comprado años atrás a otra editorial moribunda).
Por entonces Alan Moore, uno de los guionistas británicos que le había dado un chute de energía al cómic mainstream estadounidense, andaba en busca de un nuevo proyecto. Quería volver a trabajar con el dibujante Dave Gibbons y soñaba con controlar a un grupo entero de superhéroes, sin tener que preocuparse por la continuidad entre títulos y con la potestad de hacer lo que se le ocurriera con ellos.
Los personajes de Charlton le vinieron como anillo al dedo, y pensando en ellos elaboró una primera propuesta, que imaginaba un mundo más realista que el de las historietas, sacudido por la llegada del primer héroe con poderes reales (en este caso, Captain Atom). A Moore le interesaba explorar tanto las reacciones sociales como las consecuencias políticas de convivir con un ser de estas características.
“Queríamos hacer un cómic de superhéroes original y excepcional y, de paso, tener la oportunidad de probar un par de ideas nuevas sobre la narración. Lo que conseguimos al final fue sustancialmente más que eso”, diría el guionista un año después de terminada la historia. “Cuanto más mirábamos la historia, más profunda nos parecía. Cuanto más crecía nuestro entendimiento de los detalles subliminales del trasfondo, más se integraban esos detalles con el hilo narrativo, actuando como una especie de metacontinuidad que al final igualó la importancia del guion”.
Solamente hubo que hacer un pequeño cambio: DC Comics no quería sacrificar a los personajes recién comprados, así que Moore y Gibbons crearon versiones originales apenas inspiradas en los héroes de Charlton. Captain Atom se transformó en Doctor Manhattan, The Question sería Rorschach, Thunderbolt pasó a ser Ozymandias, mientras que Blue Beetle mutó en Nite Owl.
Si bien Moore tenía el temor de que no fueran capaces de “resolver todos esos hilos narrativos llenos de trascendencia y significado”, el resultado estuvo a la altura de las circunstancias. Fue un éxito comercial y de crítica, recopilado en forma de tomo único poco tiempo después de la salida del último número, una práctica todavía en pañales en aquel mercado.
Diario de Rorschach, 12 de octubre de 1985
La historia (la historieta) comienza con una muerte. En su apartamento es encontrado muerto Edward Blake, también conocido como The Comedian. Un ser despreciable que, luego de que el gobierno estadounidense prohibiera a los “superhéroes” en 1977, se mantuvo en actividad pasando a trabajar con las autoridades.
A partir de este hecho, y como una intrincada madeja, el equipo creativo fue contando la historia de aquella Tierra alternativa. Una en la que en 1938, luego de la aparición de Superman en el primer número de la revista Action Comics, vio cómo surgían superhéroes “de verdad” dispuestos a luchar por la justicia.
No eran más que hombres y mujeres con ropa colorida y ganas de golpear malhechores, hasta que en 1959 el doctor Jon Osterman sufre un accidente y obtiene la capacidad de manipular la materia e incluso el tiempo. Con la ayuda del entonces bautizado Doctor Manhattan, Estados Unidos ganó la Guerra de Vietnam, y Richard Nixon es reelecto varias veces, pero la Guerra Fría no se detiene y en 1985 la probabilidad de un conflicto nuclear con la Unión Soviética es altísima.
Lo que un grupo de superhéroes semiretirados (Rorschach, Nite Owl II, Silk Spectre) termina descubriendo es que la muerte de The Comedian forma parte de una gigantesca conspiración. El plan es fingir un ataque extraterrestre en el que morirán tres millones de personas, para unir a las naciones y desactivar la guerra atómica.
¿Morirán, dije? No, ya murieron. El plan es ejecutado con éxito 35 minutos antes de que los paladines lleguen hasta la guarida del “villano”. La historia (la historieta) termina con los sobrevivientes tomando la decisión de mantener el secreto.
Final alternativo
En el mundo real estaba por desatarse un conflicto que rivalizaría el de las viñetas. El contrato firmado por las partes garantizaba un porcentaje de las ganancias para los autores y señalaba que los derechos de la obra regresarían a manos de Moore y Gibbons una vez que DC Comics dejara de utilizarlos por un año. Sin embargo, fue tal el éxito de Watchmen que su recopilación en toda clase de formatos (sin ir más lejos, yo tengo tres ediciones distintas) no ha dejado de imprimirse hasta nuestros días y nada indica que deje de hacerlo por muchos años más.
Alan Moore tenía un contrato similar para la publicación de V de Vendetta junto a David Lloyd y ese cómic también se sigue reeditando. Así que el guionista se fue “quemando” con DC Comics y cortó todo vínculo con la empresa, aunque las ironías del destino quisieron que estuviera trabajando en la editorial Wildstorm justo cuando DC la compró. Como ven, la práctica descrita en los primeros párrafos todavía continúa.
El cómic Watchmen era una verdadera gallina de los huevos de oro y sus propietarios “temporales” quisieron seguir ordeñándola, si se me permite tan errónea mezcla de metáforas. Durante años intentaron cortejar al barbado inglés, llegando a ofrecerle la devolución de los derechos a cambio de que escribiera precuelas y secuelas. Esto fue en 2010, un año después de la salida de la película dirigida por Zack Snyder.
“Les dije que si me los hubieran ofrecido diez años atrás, cuando se los pedí, entonces hubiera funcionado”, contó a la revista Wired. “Pero por estos días no los quiero de vuelta. Y menos que menos en esos términos”. Parecía que el Doctor Manhattan y los suyos no tendrían nuevas aventuras en el noveno arte.
Antes de Watchmen / Después de Watchmen
Pasaron solamente dos años hasta que DC Comics anunció Before Watchmen, una serie de miniseries y unitarios que revelaban aventuras anteriores de los protagonistas más importantes de la historia original. Para ello convocaron a los guionistas y dibujantes más talentosos de la industria y trabajaron con quienes aceptaron el llamado (muchos se negaron a ir en contra de los deseos de Moore, quien además es practicante de magia).
“Entiendo los motivos que tuvo DC para esta iniciativa y el deseo de los artistas y escritores involucrados en rendir tributo a nuestro trabajo”, dijo Gibbons, históricamente mucho más amable en estos casos. “Que estas nuevas adiciones tengan el éxito deseado”.
La presencia de tipos como Brian Azzarello, Darwyn Cooke, Eduardo Risso, J Michael Straczynski o Lee Bermejo no alcanzó para salvar las comparaciones odiosas. Los mejores trabajos fueron vistos como simples imitaciones, y al tratarse de una precuela, no había espacio para desviación alguna del “evangelio” de los 80.
En 2016 fue anunciado un proyecto incluso más herético: una secuela en la que los personajes de Watchmen interactuarían con los superhéroes clásicos de DC Comics. A partir de uno de tantos “sacudones” en la continuidad de Batman, Superman y otros, descubren que parte de la historia de este universo fue borrada. Simplificada. Sí, los culpables habían sido un grupito de editores que buscaban atraer a lectores nuevos, pero cuando esto falló, decidieron echarle la culpa al Doctor Manhattan.
Doomsday Clock es una maxiserie de 12 números guionada por Geoff Johns, uno de los dos creadores que mejor entiende el funcionamiento de ese ser con vida propia llamado “Universo DC” (el otro es Grant Morrison). Junto a Gary Frank contaron cómo Manhattan, siete años después del final del cómic, recorría el multiuniverso y se encontraba con la Tierra habitada por tantos seres superpoderosos.
De publicación lentísima (todavía seguimos esperando el último capítulo), este título sorprendió a críticos y público en general, por su calidad y por varios metamensajes incluidos en su narrativa, como la reflexión acerca de la siempre cambiante continuidad de DC, que aquí tiene su propia razón de ser.
Bang! Pow! Zack!
Como mencionaba anteriormente, en 2009 se estrenó Watchmen (la película), hazaña en sí misma ya que el cómic fue muchas veces calificado de “infilmable”. Incluso por el mismísimo Terry Gilliam, que estuvo años detrás del proyecto.
El director fue Zack Snyder, quien venía de maravillar (al menos visualmente) con su adaptación de 300, el cómic de Frank Miller. El resultado generó una grieta que empalidecería a la de Argentina: muchos alabaron la cinematografía y la forma de encarar el género superheroico en la gran pantalla, logrando lo que parecía imposible, mientras que otros tantos lo acusaron de no haber entendido a Moore. De Gibbons hablan pocos, injustamente.
La realidad es que semejante trama merecía más minutos, incluso más que los 163 de su primer corte. Hay un director's cut de 186 minutos y un ultimate cut de 215, que incluye escenas animadas y que puede ser visto en forma fraccionada, como si fuera una miniserie.
Con todo lo respetuoso del material original que fue este filme, se atrevió a hacer un gran cambio sobre el final de la historia. El plan del villano es igual de letal, pero no incluye calamares gigantes, los que sí parecen estar en la nueva serie de HBO. De todos modos, la película es una buena forma de ponerse al día con toda esta mitología.
Watchmen ('19 remix)
Luego de finalizar la aclamada The Leftovers, el productor Damon Lindelof fue anunciado como showrunner de una adaptación televisiva de la obra de Moore y Gibbons, aunque él mismo se encargó de aclarar (u oscurecer) diciendo que sería un “remix” del cómic. Con la confirmación de personajes y el estreno del primer episodio, quedó claro que se trata de una secuela, más allá de que por el momento el alcance sea limitado.
Con una sola hora de acción quedaron varias cosas claras. La primera es que se trata de otra gran apuesta de HBO, que colocó la serie en su horario más destacado (domingos por la noche), por el que pasaron Game of Thrones, Succession y The Sopranos, entre otros. Tanto la fotografía como la música, esta última en manos de Trent Reznor y Atticus Ross, lo envuelven a uno en ese mundo tan particular.
La segunda es que los creadores no tienen miedo de meterse con temas polémicos y de actualidad, como son los delitos raciales en Estados Unidos. El episodio comienza con una recreación de la masacre de Tulsa, ocurrida en esa localidad de Oklahoma en 1921, cuando bandas de hombres blancos atacaron a la comunidad negra causando centenares de muertes. Este hecho histórico se omitió de los libros de historia hasta que comenzó a investigarse en 1996 y Watchmen marca su primera recreación audiovisual.
De ahí saltamos al presente, en donde los oficiales de policía de Tulsa utilizan máscaras para proteger su identidad y están alertas ante el posible regreso de un grupo de supremacistas blancos que se identifican con Rorschach, el problemático “héroe” con la máscara en forma de manchas simétricas.
Para cuando finaliza el episodio tenemos una muerte por resolver, una amenaza latente y muchos misterios, como la presencia de un tipo celeste en la superficie de Marte o una lluvia de calamares. Aquellos que conocen el material original parten con ventajas, pero lo mismo ocurrió con Game of Thrones y ya vieron cómo todos terminaron entendiendo de qué se trataba la cosa.
La primera temporada tendrá nueve episodios a emitirse hasta fin de año. Esperemos que Alan Moore no arroje ninguna maldición y podamos disfrutar de muchos más.