Ya desde su título, “Los juguetes que nos hicieron”, la serie documental creada por Brian Volk-Weiss para Netflix tiene un fuerte componente nostálgico. Se trata de juguetes, pero no es una serie para niños.

Primero que nada, por la relevancia cultural que tienen los juguetes en cuestión y su permanencia a pesar del paso del tiempo. A este respecto, se podría aseverar que no habrá más juguetes con la misma capacidad que estos de marcar tan fuertemente a un par de generaciones, de colarse en el acervo sentimental de gran parte de la humanidad. Por las razones que sea –la masividad de los juguetes hoy, lo fácil que pueden ser conseguidos mediante internet, entre otras–, estos juguetes que dan cuerpo a la serie documental cuentan con un componente extra (legendario, mítico) que muy probablemente no se repetirá.

Y esto nos lleva, entonces, a escarbar más abajo en el baúl de los recuerdos. Porque, al tratarse de la tercera temporada de esta serie, los juguetes más importantes –o al menos los que más fácilmente venían a la memoria– ya han pasado (recordando rápidamente, las dos primeras temporadas ya han dado cuenta de Star Wars, Barbie, He-Man, G.I. Joe, Star Trek, Transformers, LEGO y Hello Kitty), así que esta nueva tanda quizá ya empieza a incluir algunos que no están del todo a la altura del recuerdo.

Sin embargo, la serie ha ganado muchísimo en identidad, formato, dinamismo e presentación, por lo que a esta altura sus propios valores narrativos tienen un peso propio, y eso relega la importancia de la relación emocional que uno tenga o no con el objeto documentado.

El plato fuerte de esta temporada es la entrada: el primer episodio. No es difícil reclamar su importancia cultural y su valor como juguete, ganado muy rápidamente y casi sin dilación a partir de su nacimiento como historieta independiente a cargo de Kevin Eastman y Peter Laird. está dedicado a las las Tortugas Ninja. No es difícil estimar su importancia cultural y su valor como juguete, lo que fue ganando muy rápidamente y casi sin dilación a partir de su nacimiento como historieta independiente a cargo de Kevin Eastman y Peter Laird. El episodio no sólo cuenta con el juguete o producto más relevante, sino que es el único –por las mismas razones– que cuenta con invitados de importancia, como el cineasta Kevin Smith o el polémico cantante Vanilla Ice.

De la mano de sus creadores –que tienen su propio arco narrativo, ya que hasta este documental no habían vuelto a cruzarse después de un entredicho–, contemplamos no sólo la distinta evolución de los juguetes, sino del producto original en sí: cómo las Tortugas Adolescentes Mutantes Ninjas se han ido acoplando y acomodando su –inesperado desde siempre– éxito al gusto del público.

Proseguimos con los Power Rangers y acá –de hecho, a partir de este episodio en adelante– sin duda que el juguete en sí pierde importancia frente al producto cultural que lo origina. Es muchísimo más interesante la historia del salto cultural y geográfico que hace el modelo japonés de entretenimiento –nacido a partir de Kamen Rider, por nombrar quizá el más importante– al mercado estadounidense y las muchas vueltas creativas y empresariales que va dando hasta transformarse finalmente en los Power Rangers de la mano de Haim Saban (flor de personaje en sí mismo) y su compañía homónima.

El equilibrio juguete-producto vuelve a tener más paridad en el episodio de Pequeño Pony, ya que el juguete existió antes que nada y sin una historia que lo respaldara hasta muchos años después. De hecho, su validez “narrativa” es bastante reciente, ya que su serie animada verdaderamente exitosa llegó recién en 2010, de la mano de la animadora Lauren Faust. Se rescata, lógicamente, la serie original, pero su interés empalidece ante los vericuetos iniciales de la creación de estos diminutos caballos pensados antes que nada para conquistar el mercado infantil femenino y que hoy día han roto toda barrera posible de género.

Por último, el episodio de Wrestlemania. Prácticamente no tiene punto de contacto con los niños sudamericanos de hace un tiempo (las grandes figuras de la lucha libre que circularon por estos pagos eran argentinas, no norteamericanas), pero, paradójicamente, es uno de los episodios más divertidos. La creación de las distintas líneas de muñecos de luchadores y la historia de cómo las compañías llevaron su propia lucha en la disputa por los derechos está recreada de manera desopilante por la serie, en su episodio más redondo de está tanda.

The Toys That Made Us es, tanto en esta temporada como en las anteriores, muy disfrutable. Hay una cuarta temporada ya en discusión, y quien filma se apronta a viajar armado y furioso si no incluyen de una buena vez a los Playmobils.