– Lo que pasa es que ahí en Daecpu están pasando cosas complicadas, ¿entendés? Cosas jodidas.

– Sí, me imagino.

– No, pero mirá que es mucho peor de lo que la gente cree. No son sólo líos de plata. Hay cosas más turbias, mucho más turbias. Hay rituales.

– ¿Cómo rituales?

– Rituales, tipo con invocaciones, rezos, sacrificios, y cosas así.

– ¿Rituales satánicos?

– Parecidos. Rituales a dios Momo.

– Pah... Me dejás helado.

– Mirá, es así; la directiva tiene reuniones normales, ahí en la sala de reuniones de Daecpu, que son las que quedan en las actas. Pero después se van para un sótano secreto, y ahí empieza a complicarse la cosa. Se visten con trajes de murgueros de carnavales del año del ñaupa, tipo Los Patos Cabreros o la Milonga Nacional. Se toman unos whiskys, que les sirve para conectarse con Momo. Es como su ayahuasca. Ahí empiezan con sus oraciones a Momo, y le piden que este año les dé muchos tablados, mucha prosperidad a Daecpu, muchos acuerdos con la Intendencia, y, sobre todo, muchos negocios por fuera. Y hay muchos pollos.

– ¿Tipo macumba?

– No, pollos al spiedo. Los comen para no empedarse demasiado.

– Ah, pensé que los sacrificaban.

– No, sacrifican un sobreprimo.

– ¿Cómo un sobreprimo?

– Seguro, van a la cuerda de sobreprimos de sus murgas, agarran alguno que la haya cagado en la actuación del Teatro de Verano, o que ande medio flojo nomás, y lo sacrifican. Lo llenan de merca hasta que reviente.

– Pero son unos salvajes.

– Primitivos, diría. Yo qué sé, hay tribus de África que lo hacen todavía.

– ¿Sí?

– No sé, supongo. Pero bueno, el caso es que les da resultado.

– Mirá, no te voy a engañar, la verdad es que me cuesta creerlo. ¿Vos tenés pruebas?

– ¿Pruebas? Tengo un audio. Acá tenés tu prueba.

(Se escucha de fondo música sacra con base de batería de murga. Un hombre de voz cascada por la noche y los excesos, y con dificultades para respirar, comienza la plegaria)

– Oh, dios Momo, que alumbras nuestros carnavales y nos permites que todos los años podamos volver, como la murga que vuelve al tablado en cada febrero a pintarle una sonrisa en la cara al niño que se acerca al borde del escenario repleto de ilusión infantil, pero en este caso, para pintarnos una sonrisa a nosotros mismos por toda la guita que hacemos. Hágase tu voluntad y permítenos seguir comandando esta fiesta popular. Gracias por todo lo que nos das, Momo. Seremos tus súbditos por siempre y más allá. Y haznos saber si los sobreprimos que te obsequiamos son de tu agrado. Cualquier cosa, a las órdenes. (Fin del audio)

– Pah... Es siniestro.

– Lo peor es que estos rituales se van a seguir intensificando, porque los tipos lo que quieren es que les den el Teatro de Verano. Es algo así como la Tierra Prometida para los judíos. No van a parar hasta conseguirlo.

– ¿Pero nadie puede hacer nada? ¿La Intendencia sabe de estas cosas?

– ¿Que si sabe? ¡Está metida hasta la manija! Ellos participan en los rituales, y también le piden cosas a Momo. Que les mande maldiciones a Adeom, por ejemplo.

– No sabía que Momo tuviera el poder de influir en cosas ajenas al Carnaval.

– Y, viste cómo es, entre los dioses hay transas también. Yo soy Momo, vos sos Ares, yo te ayudo cuando querés meterte en Carnaval, y vos me ayudás si quiero meterme en una guerra.

– Están todos en la rosca entonces.

– Todos, absolutamente todos. Por eso te digo, yo a mi nene le dije a mitad de año: si no aprendés a manejar el revólver, no te dejo participar en el carnaval de las promesas.