“Un partido sin lema no está condenado a desaparecer; un lema sin partido es un espejismo, una ilusión óptica que puede desvanecerse de improviso”

El lema Partido de la Concertación (PdlC), formado por los partidos Nacional y Colorado a fin de competir juntos contra el Frente Amplio por la Intendencia de Montevideo en 2015, no podrá ser utilizado por segunda vez el año que viene. Para que ese lema quedara habilitado, debía presentarse en las elecciones internas del mes pasado y recibir más de 500 votos. A tal efecto, dirigentes colorados, nacionalistas y del Partido de la Gente (incorporado a la iniciativa), acordaron comprometer a unas 800 personas para que votaran por la lista única del PdlC, pero lo hicieron sólo 486. Más allá de las causas del fracaso, que no han sido identificadas con claridad, cabe plantear algunas reflexiones sobre el proyecto.

A los uruguayos nos gusta destacar la estabilidad y solidez de nuestro sistema partidario, pero no siempre lo cuidamos para evitar que pierda esos atributos. Desde el punto de vista formal, se podría decir que el PdlC fue un intento ingenioso de aprovechar lo que permiten las normas vigentes, al igual que la presentación electoral del Frente Amplio (FA), en 1971 y 1984, con el lema Partido Demócrata Cristiano (lo cual le permitió acumular votos de distintas listas, cosa que no habría sido posible con un lema propio empleado por primera vez). Sin embargo, hay una diferencia profunda y sustancial entre ambas historias. En el caso del FA, hubo un proyecto de unificación que fundó una nueva identidad política, con su correspondiente expresión electoral; en el del PdlC, un proyecto de expresión electoral sin unificación ni nueva identidad política.

Desde el comienzo quedó claro que la Concertación no representaba procesos políticos de la vida real: en 2015, por decisión de la corriente mayoritaria del Partido Nacional (PN), no fue candidato a la intendencia montevideana Jorge Gandini, sin duda el dirigente nacionalista que más había trabajado, durante años, para proyectarse hacia el gobierno departamental.

El desarraigo de la realidad determinó que el PdlC fuera, esencialmente, artificial y frágil. Un partido sin lema no está condenado a desaparecer; un lema sin partido es un espejismo, una ilusión óptica que puede desvanecerse de improviso, como le ocurrió el 30 de junio a la realidad virtual de la Concertación.

No veían el proyecto con simpatía el sector Ciudadanos, liderado por Ernesto Talvi, que resultó clara mayoría en el Partido Colorado, ni el sector Juntos de Jorge Larrañaga en el PN. Y a eso hay que agregarle que, también entre los nacionalistas, Alem García, uno de los principales lugartenientes de Juan Sartori, se expresó muy duramente contra la iniciativa (qué pensaba o piensa de la Concertación el propio Sartori, e incluso si tiene opinión formada sobre ella, es parte de las incógnitas relacionadas con el empresario). La presunta suma de la oposición montevideana era, también, más apariencia que realidad.

La voluntad de derrotar electoralmente a un adversario común no basta, por sí misma, para que una iniciativa política se consolide. Obviamente, tampoco garantiza el compromiso con un programa común ni la capacidad de gobernar un departamento. O un país.