La expansión internacional del Grupo Mondragón, considerado alguna vez ejemplo de cooperativismo, hizo de él uno de los principales conjuntos económicos de España, pero también desnaturalizó su proyecto: un alto porcentaje de los trabajadores ya no son cooperativistas y su marca estrella –Fagor– sorteó su crisis arremetiendo contra sus trabajadores con prácticas abusivas de cuño neoliberal.

El tejido cooperativista de la comunidad autónoma del País Vasco está formado por alrededor de mil cien cooperativas que emplean a 54.000 personas en sectores tan diversos como la educación, la industria o los servicios. Pero cuando hablamos de cooperativismo vasco, en la mayoría de los casos nos estamos refiriendo al Grupo Mondragón, un entramado empresarial que arrancó en 1956 con un taller cooperativo integrado por cinco socios trabajadores en la localidad de Mondragón (Guipúzcoa) y que en la actualidad está constituido por 266 entidades, repartidas por los cinco continentes y cuyas plantillas suman 80.818 individuos. Una verdadera multinacional con piel de cooperativa. A fines de 2017, su facturación ascendía a 11.280.000.000 de euros.

La organización cuenta incluso con su propia banca, Caja Laboral, y su propia universidad cooperativa, Mondragon Unibertsitatea, auténtico semillero del grupo, pegada a la función empresarial, con casi seis mil alumnos y con presencia allende las fronteras vascas. Nacida en 1997, su embrión hay que encontrarlo en la escuela profesional politécnica que, en 1943, creó el sacerdote José María Arizmendiarrieta, coadjutor de la parroquia de Mondragón y también animador del surgimiento de las primeras cooperativas industriales del que deviene la corporación actual.

Orígenes de posguerra

Nacido en Markina, a 22 quilómetros de Mondragón, Arizmendiarrieta militó en el Partido Nacionalista Vasco antes de la guerra civil (1936-1939), y una vez terminada esta y tras su paso por el ejército de Franco, fue ordenado sacerdote en 1940 y destinado a la parroquia de Mondragón, donde también ejerció como delegado del partido único franquista: la Falange Española Tradicionalista. Bajo su iniciativa nace, en 1956, la cooperativa Ulgor, que con el tiempo se transformaría en uno de los buques insignia del Grupo Mondragón: la empresa de electrodomésticos Fagor que, paradójicamente, quebró en 2013, en plena expansión internacional, con una deuda de 800.000.000 de euros.

El movimiento cooperativista, con antigua tradición en suelo vasco, nace en pleno período del franquismo con el propósito de crear empleo y cohesionar a la sociedad guipuzcoana de posguerra. Gracias a esa misma autarquía económica franquista iría creciendo, dotándose de su banca (1959), su entidad de previsión social, Lagun Aro (1966), y su cooperativa de consumo Eroski (1969), un gigante de la distribución que, aunque en dificultades económicas (este año consiguió un acuerdo con la banca para refinanciar su deuda por el importe de 1.540.000.000 de euros), es, hoy en día, junto con Caja Laboral, la cooperativa más importante del grupo.

Con un crecimiento sostenido y, al parecer, de bases estables, Mondragón acometería sendas reorganizaciones antes de la entrada de España en la Unión Europea en la década del 80 y, en 1991, cuando el entramado pasó a denominarse Mondragón Corporación Cooperativa (MCC).

Perversión del modelo

Hoy en día, la cifra de trabajadores de MCC en el País Vasco puede situarse en los 54.000, de los cuales un 37 por ciento no son socios cooperativistas, alterándose así los principios fundacionales.

La expansión internacional del gigante vasco también ha contribuido a la desnaturalización del proyecto: “En los noventa, MCC vio la oportunidad de hacer negocio después de la crisis de 1995-1996, crisis que repercutió en la industria vasca”, señala en conversación con Brecha Juanjo Basterra, veterano periodista de economía con casi cuarenta años de profesión en los diarios vascos Egin y Gara. “El Grupo vio la ocasión de desarrollo, de externalizar una bocha de productos y de salir fuera. Lo hizo siguiendo directrices comunes a toda la economía vasca: la internacionalización y el crecimiento. En el caso de Mondragón este crecimiento fuera del País Vasco, en el que no se ven límites, contribuye a mantener la facturación de la organización”, explica Basterra. De hecho, en 2018, las ventas internacionales del grupo crecieron un 8 por ciento y alcanzaron los 4.200.000.000 de euros. De esta facturación, 1.700.000.000 proceden de las 146 plantas que Mondragón tiene en el mundo. Este volumen de ventas internacionales supone el 70 por ciento del total de su facturación industrial: 6.000.000.000 en 2018, con un alza también del 8 por ciento.

“Mondragón ha ido comprando todo tipo de emprendimiento; lo mismo cooperativas que comercios. Ha ido, por lo tanto, incorporando cada vez más plantilla asalariada y no socia cooperativista. Hay que tener en cuenta también que Mondragón asume la economía de mercado, y aunque una cooperativa no debiera seguir el modelo neoliberal al ciento por ciento en la práctica lo hacen: ver oportunidad de negocio y beneficio llevando la producción a Polonia, China, Marruecos o Sudamérica, aprovechando sus salarios muy inferiores a los vascos demuestra lo dicho”, relata el veterano periodista.

La financiación del conglomerado es otro punto polémico: “En la última asamblea de MCC concluyeron que si bien no en la matriz, están abiertos a la entrada de capital extranjero en filiales y empresas asociadas. Se puede hablar de perversión del proyecto originario cooperativista que parte de una red de cooperativas que se apoyan mutuamente. Ahora, la realidad es que cada una intenta sobrevivir como puede”.

La multinacional no cooperativa

Fagor, la empresa de electrodomésticos que otrora fue la joya de la corona y embrión de lo que hoy es MCC, es un ejemplo de mala praxis económica y de prácticas abusivas neoliberales para con sus trabajadores fuera del País Vasco. Después de años de expansión en el extranjero (que hizo de ella una multinacional con 16 plantas productivas en Francia, China, Italia, Polonia y Marruecos), apoyándose en la inversión directa foránea, la última crisis económica hizo que Mondragón abordara brutales procesos de reestructuración del empleo, tanto en la matriz vasca como en las filiales en el extranjero: la francesa Fagor Brandt y la antigua empresa estatal polaca Fagor Mastercook. En ambas, como en el resto de los emprendimientos en el mundo controlados por esta multinacional, los trabajadores eran todos asalariados. El modelo cooperativo no se extiende a las filiales.

En Francia, debido al carácter cooperativo de la matriz, los sindicatos esperaban una relación diferente con los nuevos dueños. Sin embargo, el plan de ajuste que impuso Fagor al año de la compra de Brandt, que afectó a la mano de obra indirecta, reduciendo los servicios comerciales, el servicio posventa y los efectivos de investigación y desarrollo, hasta disminuir la plantilla a la mitad aproximadamente cambió radicalmente la perspectiva de los trabajadores galos. El pago de prejubilaciones de acuerdo a los salarios franceses, más altos que los vascos, supuso un descalabro económico para Fagor y Mondragón.

En la otra cara de la moneda se encuentra el conflicto laboral mantenido por la dirección de Fagor Mastercook con el sindicato polaco Sierpen 80, que en junio de 2008 hizo un llamamiento a huelga en contra de las medidas tomadas por la empresa. Según, Boguslaw Zietek, uno de sus dirigentes, el llamamiento “fue fuertemente reprimido por la dirección y se despidió a dos líderes del sindicato”. En la filial polaca, los trabajadores de Fagor tenían salarios de 350 euros mensuales −muy inferiores a los 1.600 de media que recibía un compañero vasco− y pedían un aumento del 50 por ciento, reclamo que puede parecer exagerado, pero suponía, en definitiva, subir los jornales a 600 o 650 euros. Es el modelo neoliberal y la búsqueda de negocio más allá de los principios lo que, en su web, Mondragón asegura mantener: “Mondragón es una organización empresarial cooperativa integrada por cooperativas autónomas e independientes que compite en los mercados internacionales, que utiliza métodos democráticos en su organización societaria y que aspira a la creación de empleo, a la promoción humana y profesional de sus trabajadores y al desarrollo de su entorno social”.