El presente trabajo apunta a ser un aporte teórico-práctico, reflexivo y fundamentado para aquellas personas en cuyo fuero más íntimo anida un ser de izquierda. De cara a las elecciones nacionales, y desde la siempre áspera realidad coyuntural, el siguiente texto propone orientar y moldear nuestras dudas y expectativas, así como darles un marco a nuestros sueños, anhelos y sentimientos, trazando una línea directa con nuestras creencias y nuestro proceder para ver el mundo desde nuestra perspectiva: la izquierda.

En primer lugar asegúrese bien de que usted sigue siendo una persona de izquierda. No está en discusión si usted quiere o no ser de izquierda, porque por algo está leyendo esto. Pero no siempre querer es poder. Por esa razón puede ser que, aunque se considere de izquierda, ya no lo sea. En ese caso no creemos que este artículo le sea de mucha utilidad. Debe recurrir a cosas más fuertes.

En este punto lo que corresponde entonces es preguntarnos: ¿soy yo una persona de izquierda? Cuidado, no se deje engañar, la realidad siempre intenta confundirlo/la/las/les/le. A veces tenemos la convicción de que sí, pero luego nos damos cuenta de que no. Y hay veces que creemos que no, pero hay cosas que nos hacen pensar “opa, ¿y por qué no?”.

Para averiguar si usted es o no una persona de izquierda (siempre y cuando esto le preocupe, ojo), primero hay que definir bien qué se considera ser una persona de izquierda. Acá es donde la realidad nos juega una mala pasada. Los acontecimientos de la historia se suceden con una rapidez nunca antes vista y la información nos vapulea constantemente en nuestro diario vivir. Pensar, obrar y decir en sintonía nos resulta cada vez más complejo.

Ahora, ¿debe una persona de izquierda poner estas tres cosas (obrar, sentir, pensar) en sintonía? Ah, yo creo que no, que es mucho lo que se le está pidiendo. Ya bastante tiene con ser de izquierda como para que encima se le ande reclamando pensar, obrar y decir en consecuencia. Creemos que con dos de las tres alcanza y sobra, de lo contrario las personas de izquierda serían una especie en extinción, lo que sería muy triste, porque sin personas de izquierda el mundo sería muy aburrido. Mucho más de lo que ya es.

Entonces, si usted quiere ser una persona de izquierda y trata de pensar y obrar en consecuencia, al discurso lo puede dejar en libertad de acción. Por el contrario, si usted dice y actúa en sintonía, está bien que piense de otro modo (nadie le va a andar revisando el pensamiento). Por último, como tercera combinación, si usted dice y piensa en concordancia, usted podrá proceder como se le cante el ojete.

Conclusión, si uno piensa y dice como una persona de izquierda, podrá actuar como alguien de derecha (no me diga que no conoce a nadie); si usted piensa y actúa como alguien de izquierda, podrá tener un discurso de derecha. Finalmente, si usted hace y habla como alguien de izquierda, podrá pensar como alguien de derecha.

No me va a negar que esta clasificación le allana el camino. ¿No se siente con mayor liviandad? Seguro que sí. De todas maneras, antes de seguir, es pertinente aclarar algo: ser de izquierda requiere aceptar las contradicciones, tener autocrítica y siempre mantener la duda. Por esa razón déjeme decirle que quien escribe cree estar pasando por el mismo proceso que está atravesando usted, por lo que estas reflexiones quizás estén equivocadas y carezcan de sensatez.

¿Es necesario que las personas de izquierda vean todo con una mirada de izquierda? No, por supuesto que no. Por suerte la realidad es demasiado diversa como para mirar todo bajo la misma lupa. Cada quien podrá optar por opinar desde su ser de izquierda según el tema en cuestión. Cuando el tema lo amerite, lo abordamos desde la derecha y santas pascuas. Como observamos, ser de izquierda va más en cómo se sienta cada uno en determinado momento que en una cuestión de responsabilidades y culpas.

Si con esto usted se siente ya una persona de izquierda, coincidirá conmigo en que tratarla de usted todo el tiempo es un tanto embolante. ¿Estamos de acuerdo? Fua, menos mal, gracias, la verdad que hablándote así me estaba sintiendo medio facho. Si, ya sé que no es un tema de facho o no facho hablar de usted, pero ta, vos me entendés. Cuchá... nada... viste que está bravo el tema de la izquierda y la derecha, ¿no? O sea, a mí que me revisen, pero hay cada mascarita que dice que es de izquierda y después ni bien te descuidás te da pa que tengas y guardes... En fin.

Bueno, vuelvo a la otra forma porque me parece muy informal y poco serio hablarte así.

Decíamos que más allá de lo que usted piensa, hace o dice, lo importante es cómo se siente. Y si nuestro ser interior nos dice que somos de izquierda, por algo será y debemos escucharlo. Por el contrario, y siguiendo la misma línea, si usted siente que ya no lo es, podrá seguir diciendo de todos modos que sí lo es. La buena noticia es que, gracias a la democracia y al voto secreto, para votar a la izquierda no es necesario ser de izquierda.