Esta semana el Partido Nacional (PN) mantuvo un perfil de campaña bajo, dedicado a preparar la presentación de un programa común y a negociar la definición de listas y sublemas, con su candidato Luis Lacalle Pou alejado de los reflectores y Juan Sartori fuera del país. Mientras tanto, el Frente Amplio (FA) y el Partido Colorado (PC) produjeron noticias que los muestran orientados, cada uno desde su posición, hacia el mismo espacio de votantes aún indecisos o con intenciones de voto todavía modificables.

En el PC, Ernesto Talvi y Julio María Sanguinetti le dijeron a Pedro Bordaberry que no les parecía conveniente su postulación al Senado. Pesaron para ello, con seguridad, dos consideraciones: por una parte, que la presencia de otra corriente implicaría abrir un nuevo período de pases de dirigentes, desordenaría el panorama partidario y complicaría la competencia por bancas en varios departamentos; por otra, que revertiría la percepción de que el PC cambió y es ahora confiable para personas que no lo habían votado antes, un factor que Talvi identifica como la clave de su victoria en junio y la base de su posible crecimiento hacia octubre.

En el FA, es bastante notorio que también buscaron ganar confianza entre los votantes “centristas” o “moderados” las afirmaciones de que el gobierno venezolano es una dictadura por parte del ministro Danilo Astori, el ex presidente José Mujica y el candidato Daniel Martínez, así como la alianza con la Unión de Izquierda Republicana, que encabeza el diputado Fernando Amado, y la intención declarada de buscar nuevos participantes en ese acuerdo. O, antes, el anuncio de que Gustavo Leal sería el portavoz y la referencia de Martínez sobre cuestiones de seguridad y convivencia.

Esta semana, tanto el Frente Amplio como el Partido Colorado se dedicaron a ganar confianza entre los votantes “centristas” o “moderados”.

El FA había realizado movimientos de significado similar en dos ocasiones, con la formación del Encuentro Progresista antes de las elecciones de 1994, y la creación de la Nueva Mayoría antes de los comicios de 2004. En una modalidad distinta, algunos sectores frenteamplistas (o los “espacios” en torno a ellos) han sumado a figuras provenientes de otros lemas, a veces sin que quedara del todo claro si eso implicaba o no incorporaciones formales al FA.

Hubo resistencias internas explícitas a esa forma de acumulación en 1994, con el argumento de que, para crecer electoralmente, el FA no debía atenuar su identidad de izquierda sino trabajar para que más gente se hiciera izquierdista. Las críticas fueron escasas en 2004, ante la alta probabilidad del triunfo y la conveniencia de asegurarlo. Ahora no se trata de llegar al gobierno nacional sino de conservarlo, y no se han escuchado reparos a la alianza con Amado ni a su eventual ampliación, pese a que no se sabe que haya sido discutida o resuelta en los organismos de conducción de la fuerza política.

Al igual que en el caso del PC, los gestos realizados para atraer a nuevos votantes podrían alejar o desanimar a algunos de los que se consideraban seguros, pero al parecer los candidatos minimizan ese riesgo. Sea como fuere, es obvio que el PN entrará en la misma disputa por el centro, y será interesante ver de qué modo lo hace.