Un día, caminando por Fernández Crespo entre Mercedes y Colonia, se encontraron Halloween y el Estado uruguayo. Halloween iba como quien va para el palacio, y el Estado para el lado del BPS.

–Estado de la República Oriental del Uruguay –saludó con su chispa característica Halloween. El Estado la miró y luego de unos segundos exclamó.

–¡Halloween! ¿Cómo andás, querida? Disculpá, venía medio distraído... ¿Qué es de tu vida?

–Bien –respondió Halloween–. Acá, haciendo unas compras en el Superfiestas de ahí arriba, viste que se viene mi festejo en unos días, y obviamente ya me estoy preparando, pero en realidad voy a ver si paso por el Palacio Legislativo.

–¿Por el Palacio? ¿Y qué vas a hacer vos al Palacio? –preguntó el Estado, confundido.

–Y... lobby, ¿qué voy a ir a hacer? –respondió, irónica– ¿Viste cómo funciona este país?

–Y... sí... –murmuró el Estado.

–Bueno, yo no me voy quedar quieta ni tranquila, yo quiero que saquen una ley que me permita festejar mi día, porque con esto de la pandemia y la mar en coche, tengo miedo de que estos energúmenos prohíban el festejo y que los niños no pasen por las casas a pedir caramelos, y la verdad yo no me aguanto, vos porque laburás todos los días, pero yo festejo una vez por año, ¿viste? –se inquietó Halloween.

–Si, la verdad que está difícil la cosa con la pandemia –murmuró el Estado.

–¿Y vos? La verdad, yo no sé cómo aguantás, porque te están sacando cosas, ¿eh?

–Bueno, no es tan así –contestó, timorato, el Estado.

–Ay, Estado, dejate de joder. No te hagas el objetivo, conmigo no es necesario. Vos sabés que a mí eso de la izquierda y la derecha me importa muy poco, pero a vos ahora con estos tigres en el gobierno se te está complicando, y no me digas que no, porque yo soy foránea pero me informo y leo los diarios. Aparte, en todos los países en los que ando pasa lo mismo... Mirá que yo no soy del Frente Amplio, qué voy a ser, pero estos te están dejando chiquito, Estado... y sobre todo la prensa: te están haciendo mala fama, Estado. La prensa habla mal de vos...

–Es increíble. La que tendrías que tener mala fama sos vos, Halloween, y parece que el que da miedo soy yo ahora –se angustió el Estado.

–Lo que pasa es que si a mí me hacen lo que te están haciendo a vos pongo el grito en el cielo –se encocoró Halloween.

–Bueno, lo que pasa es que yo necesito muchos recursos, y vos no tanto...

–Eso es verdad: yo con unos caramelos y con una calabaza me conformo. Pero a vos, Estado, te están sacando unos cuantos caramelos, te estás quedando con la calabaza vacía. Ja ja ja ja ja –rio Halloween.

–Ja ja ja ja ja –se desmotivó el Estado–. Lo que pasa es que es muy distinto: vos sos una “fiesta”, Halloween, mientras que yo estoy para ordenar, para administrar los recursos, para organizar a la gente y las instituciones, para regular los espacios públicos.

–Ah, bue –ironizó Halloween–. ¿Vos coordinás también las plazas que te hizo Martínez? Ojo, están divinas, pero dieron vuelta toda la ciudad; divinos los cambios, pero acá en Fernández Crespo para entrar al Superfiestas tenías que venir en globo aerostático. No seas malo, Estado: administrate los cortes de calle y los cambios de flecha primero. Igual, te digo: con todas las obras que hizo Martínez yo no te pierdo una elección. Él perdió dos en menos de un año; ligó mal el pelado.

–Igual, Halloween, vos no te hacés una idea de lo que es ser un Estado. Más acá, en Uruguay: te tenés que encargar de todo. ¡De todo! Del puerto, los niños, los viejos, los impuestos, la cultura, el deporte, la industria, la ecología, la economía... Todo, ¿entendés? De todo me encargo yo; de todo menos del transporte: ahí hago lo que quiera Salgado. Pero del resto me encargo todo yo –protestó el Estado–, y encima me viven recortando y recortando. Hace 100 años que me vienen inflando para llegar acá y empezar a recortarme. ¿A vos te parece justo?

–No. Por eso, si yo fuera vos, les pongo el grito en el cielo...

–Yo quiero ser como vos, Halloween –dijo el Estado mientras la miraba serio, a los ojos, poniéndole un aire romántico, misterioso y melancólico al momento.

–¿En qué sentido querés ser como yo, Estado? –preguntó Halloween con los ojos vidriosos, aceptando y colaborando con el momento.

–Yo quiero ser una fiesta.