La tribuna, tensa entre el infortunio y la gloria, festeja el primer gol. En medio del vértigo y la barra brava arengando encendida, alguien apuñala a Héctor Baldini (Carlos Belloso) por la espalda. El líder cae y nadie logra reaccionar, pero el primer plano de Fabián, su ayudante y amigo, intuye el estampido vengativo. En Puerta 7, la producción de ocho capítulos que Polka acaba de estrenar en Netflix, Israel Adrián Caetano vuelve a dirigir una serie vinculada al fútbol (después de Uruguayos campeones, sobre Rampla Juniors, y Apache: la vida de Carlos Tévez), haciendo foco en la barra brava y su vínculo con los dirigentes, sus operaciones financieras, las luchas de poder, el lavado de dinero y hasta su peso en el equipo técnico.

Desde el comienzo, Caetano logra cimentar un climático mundo propio sustentado en la “cultura del aguante”, el reconocimiento y el respeto en la cancha y en el barrio, el ejercicio de la violencia y, claro, los contactos policiales y políticos que permiten negociar; la autoridad y el dinero, eso por lo que todos mienten, matan o traicionan.

Ese universo de sentido para los que están por fuera del sistema, esa posibilidad de identidad y pertenencia para los que buscan referencias, o ese campo fértil para que los oportunistas midan fuerzas, monten su circo y se crean impunes, se reconfigura cuando el presidente de Ferroviarios Fútbol Club, un equipo que está peleando el ascenso a Primera, decide contratar a una mujer (Dolores Fonzi) como jefa de seguridad.

Esto, para algunos, es un guiño a la historia reciente de Independiente, cuando el presidente Javier Cantero se propuso terminar con la corrupción del club y las prebendas de la barra y contrató a Florencia Arietto como jefa de seguridad. Además, está el parentesco entre Baldini y el líder de la tribuna de Independiente, Pablo Bebote Álvarez, uno de los barras más poderosos de las últimas décadas, que llegó a ser convocado por el puntero kirchnerista Marcelo Horacio Mallo en la movida de las Hinchadas Unidas Argentinas. Según admitió Cantero tiempo después, en su mandato la Policía bonaerense ofreció plantarle cocaína a Álvarez en su auto para que lo detuvieran, como también ocurre en la serie. Y, al igual que Baldini, el barra mantuvo un estrecho vínculo con la municipalidad, la Policía y la Justicia, e intentó extorsionar al equipo técnico.

Pero Puerta 7 –guionada por los argentinos Martín Zimmerman (Ozark, Narcos) y Patricio Vega– tiene sus propias reglas, y la soberbia interpretación de Belloso adquiere una potente dimensión en torno a la estructura de poder, las negociaciones y el crimen organizado, mientras los pesados sacan pecho y se legitiman con prácticas que el hincha promedio, los dirigentes y hasta cierto periodismo partidario tolera o impulsa. Y si la serie flaquea en los diálogos, ofrece matices que ayudan a enriquecer la construcción de varios personajes, distanciándolos de una mirada unívoca y plana. El pulso de los planos secuencia dentro de la cancha, la estampa, los rituales, la reivindicación de género aportan densidad a la trama, a la vez que registran cómo, frente a los cambios sociales y al vacío de proyectos colectivos, los poderosos de turno siguen hipotecando el futuro de otros.

Como alguien sugiere en un momento, “hay que ocupar espacio”, porque, aunque “esto va a estar podrido siempre”, “esa no es una excusa para no hacer nada”.

Puerta 7, dirigida por Israel Adrián Caetano. Con Dolores Fonzi, Carlos Belloso, Esteban Lamothe, Antonio Grimau, Juan Gil Navarro y Daniel Aráoz. En Netflix.