En estos tiempos de pandemia y cuarentena, nada mejor que un montón de zombis ávidos de sangre que nos demuestran que todo, siempre, puede estar mucho peor.

La caldera de la locomotora de Netflix se alimenta constantemente, lo que hace que su búsqueda de combustible la lleve a buscar en los puntos más distantes. Puede ser el tradicional Estados Unidos, pero también España, Francia, Alemania, hasta llegar a los destinos más exóticos, léase Sudáfrica, Islandia, Corea del Sur.

Justamente, un par de años atrás llegaba la primera producción de la empresa de streaming en el país asiático, y aunque en un principio Kingdom parecía abrevar de la longeva producción cinematográfica local que desarrolla conflictos históricos –estaba ambientada en la era Joseon, la época medieval de Corea– y políticos –el leitmotiv del relato era una lucha por el poder entre miembros de la corte–, repentinamente aparecía el giro que la hacía tan genial cómo novedosa: a las intrigas palaciegas y traiciones entre miembros de las castas superiores se sumaban nada menos que zombis. Y los que seguimos el cine de terror internacional asiduamente bien sabemos una cosa: no hay zombi más jodido que el coreano.

Una vez más, con ritmo

Esta segunda temporada de la serie creada por Kim Eun-hee retoma exactamente en el punto que dejó colgada su primera entrega (por lo que, si no la vieron, recomiendo dejar de leer por aquí). Habiendo identificado la amenaza de la plaga de los no muertos y entendiendo que sólo salían por las noches, nuestros héroes –un grupo variopinto que incluye al príncipe heredero perseguido por serlo (Ju Ji-hoon), su guardaespaldas de confianza (Kim Sang-ho), una doctora que ha identificado alguna de las causas de lo que ocurre (Doona Bae), un misterioso cazador de tigres (Kim Joon-so) y el gobernador taimado de uno de los poblados arrasados (Pal Cho Beom)– descubrían azorados que la plaga tenía otra potencia y que en invierno los infectados ahora eran imparables las 24 horas del día.

Esta segunda temporada reconoce que el efecto sorpresa de su propia trama ya no es tal –de hecho, recorre con mayor cotidianidad los argumentos de zombis tradicionales, lo que hace fácil prever alguno de sus giros– y, sacando dos momentos puntuales (al inicio y al final), las batallas de acción con contagiados pierden relevancia, para centrarse en su esquema de traiciones y maquinaciones políticas.

Para ello, la serie da mayor importancia a sus villanos. Porque, aunque sea coreana, Kingdom sigue la máxima creada por George A Romero, el padre del zombi moderno, que reza: “Siempre son mucho peores los vivos que los muertos”. La trama se concentra mayormente en el Primer Diputado y su hija, la Reina, llevando su maldad a niveles que rayan lo ridículo (lo que no favorece demasiado la trama y la torna casi telenovelesca).

Por fortuna, la historia sale bien librada de lo anterior y va a todo ritmo a su final, que, siguiendo la costumbre de la temporada anterior, se plantea abierto. Pero, a diferencia de aquel cierre de hace dos años, sin que por esto hablemos de decepción ni mucho menos, este no-cierre se siente como algo innecesario, como la expansión de una historia que bien podría haber cerrado exitosamente en dos redondas temporadas.