Como un mal sueño, las cancelaciones de eventos, estrenos e inauguraciones se han replicado, invariables, desde que comenzó a extenderse esta pandemia que acorrala al mundo.

En marzo, las artistas plásticas Anabella Corsi, Carolina Dück y Patricia Gainza no pudieron inaugurar su muestra Trigrama, conectando universos en la embajada de México, y en vez de paralizar la apuesta, decidieron hacer un tour virtual de arte por las calles de Montevideo (disponible en la plataforma participativa de la diaria). El 21 de mayo, cuando por fin inauguraron su exposición cumpliendo con el protocolo sanitario, propusieron un recorrido virtual por la sala para aquellos que no pudieran acercarse.

Así se concretó el universo expositivo de estas artistas visuales que en 2019 crearon el colectivo Minga, un laboratorio que apunta a incentivar los procesos creativos de cada participante y a generar “realidades colectivas” enriquecedoras. Corsi, Dück y Gainza dicen que las une la búsqueda de una “formalidad estética y plástica” construida durante una década de aprendizaje en el taller Cruz del Sur, que lidera desde los 90 el artista y docente Sergio Viera. “A esa formalidad estética, que busca la solidez, el equilibrio, la estructura que sostiene al cuadro”, plantean las autoras, cada una le adjudica su impronta, “cargada de símbolos, de abstracción, de significados personales”.

En este proceso, el colectivo Minga se propuso indagar en el sugestivo intercambio entre literatura y artes plásticas, a partir de la escritora, dramaturga y ensayista mexicana Elena Garro (1916-1998) y su cuento “La culpa es de los tlaxcaltecas”, escrito en 1964, el mismo año en que el Museo de Antropología de México inauguraba su imponente sede de 22 salas, en la que da cuenta del legado de los pueblos originarios.

Garro, que fue una pionera del realismo mágico y una escritora certera y punzante, además de haber creado, como decía Ricardo Piglia, la ficción paranoica, vivió en desventaja por un buen tiempo, disminuida por la figura de su marido Octavio Paz (que llegó a admitir que su novela Los recuerdos del porvenir era “una de las creaciones más perfectas de la literatura hispanoamericana contemporánea”), con el que estuvo casada durante más de 20 años y del que no se separó en los mejores términos. En 1964 publica su celebradísimo “La culpa es de los tlaxcaltecas”, en el que registra la pugna entre el universo indígena y el mestizo, trazando un espacio mítico en el que conviven la caída de Tenochtitlán y el presente.

Las artistas cuentan que, a partir de este relato, sus trabajos tomaron tres ideas centrales: Dück, el puente blanco (que, en el relato, se ubica entre Ciudad de México y Guanajuato, el camino que recorre la protagonista) como símbolo de quiebre del tiempo; Corsi, la dualidad de las culturas y la existencia, y Gainza, la traición. El resultado, advierten, son tres obras que se exhiben en un sector de la sala.

Trigrama, conectando universos. De Anabella Corsi, Carolina Dück y Patricia Gainza. En Embajada de México (25 de Mayo 512) hasta el 31 de julio. También se puede visitar online.