Lo primero es no perder la calma. Que se haya instalado un hippie en tu casa de veraneo no necesariamente quiere decir que tengas que suspender tus vacaciones. Vamos por partes.

Hay dos tipos de hippies. Uno es el hippie en serio. Sus hábitos de limpieza no son muy diferentes a los de cualquier joven, no suele provocar grandes disturbios y lo más cerca de la ilegalidad que puede llegar a estar es cuando se fuma un cigarrillo de marihuana de un club cannábico al que no pertenece él sino su cuñado.

El otro tipo es el que nos debe preocupar: el hippie pichi. Esta persona tiene hábitos de limpieza deplorables, no trabaja ni estudia, vive de pedir dinero en la calle o de hacer estafas por internet con bitcoins y consume todo tipo de drogas peligrosas, generalmente hechas a base de una mezcla de marihuana paraguaya, hongos alucinógenos y vino en caja fermentado al sol, que en su comunidad llaman “porrito”. Esta sustancia los vuelve especialmente violentos si al consumirla escuchan además bandas de música satánica como La Vela Puerca o Repique.

Así que el primer paso es determinar qué tipo de hippie se instaló en tu casa. Tranquilo, no es nada complicado. Como dijimos más arriba, el hippie pichi tiene hábitos de limpieza paupérrimos, algo que se evidencia en las llamadas “rastas” de su pelo, que tradicionalmente se forman no usando jabón ni en la cabeza ni en los genitales durante un par de décadas. Pero ojo, los hippies en serio a veces también usan este tipo de peinado, ya que en la actualidad hay modernas técnicas de peluquería que permiten hacerlos de manera limpia y profesional. Esto es lo que se llama “relativismo cultural” y, de hecho, ¡está muy de moda!

Por suerte hay una forma de determinar a qué tipo de hippie pertenecen las rastas: por el olor. En el caso de los hippies en serio, el aroma de su pelo no difiere mucho del que puede haber en el freeshop del Aeropuerto de Carrasco. A los hippies pichis, en cambio, el pelo les huele como una cloaca desbordada. Esto último es una ventaja, ya que la fetidez se percibe a medio metro y no es necesario acercarse más. De todas maneras, los hippies pichis son peligrosos, así que es mejor olerlos mientras duermen. Para esto, mezclamos media taza de agua con dos cucharaditas de bicarbonato de sodio y siete u ocho pastillas de clonazepan, y se las ofrecemos asegurándoles que es cerveza artesanal.

Una vez que hayamos confirmado que tenemos uno o varios hippies pichis en la casa, viene la parte más difícil: sacarlos. Nuestras abuelas solían recurrir a algunos métodos artesanales como colocar en el porche un jabón Bao o la sección “Trabajo” de El Gallito Luis, pero recientes estudios científicos han demostrado que estos elementos en realidad no son de gran utilidad. También se puede recurrir a la vía legal, ya que los avances legislativos de los últimos meses habilitan a las fuerzas del orden a retirar a hippies pichis de cualquier lado, pero el trámite puede ser algo engorroso y, además, se corre el riesgo de que los agentes del orden, en su afán por erradicar a los intrusos, terminen matando a alguna mascota o algún niño.

El mejor método que tenemos para deshacernos de un hippie pichi es, sin lugar a dudas, la educación. Hay que entender que esta persona no nació con estos comportamientos, sino que los fue incorporando durante su educación, en la que se vio expuesto a cosas como Canciones para No Dormir la Siesta, la piscina de AEBU, los psicólogos y las vacaciones con la familia en el camping La Coronilla. Pero si nosotros lo educamos en cuestiones como el valor del emprendedurismo, la importancia de defender la libertad individual ante los embates de la burocracia estatal y el papel del capitalismo como motor del progreso humano, ese hippie pichi se puede transformar en una persona decente que no sólo no nos incomodará, sino que nos cortará el pasto a cambio de un plato de comida.