El lugar parece escondido aunque la ruta más directa, con comienzo en la avenida Millán, no ofrece ninguna dificultad. Se puede llegar hasta ahí por la calle arbolada Duque de los Abruzos: un pasillo angosto que de noche se enciende apenas con unas pocas luces del alumbrado público y las ventanas de las casas de los vecinos, que dejan imaginarse diez películas distintas. Cuando no queda más de ese pavimento, el muro blanco del Club Carlitos Prado avisa, pintado a mano, de forma sencilla y contundente, su mágica presencia.
En ese boliche, o cantina, el tiempo nunca pasó. Hay cinco, seis clientes con los codos sobre una mesa afuera o en el mostrador, que parecen hombres de piedra o cartón. De la boca abierta de uno, con el resto de su cuerpo inmóvil, y detrás de la puerta con cortina, se responden y reciben risas. Cuando pasamos, ya saben cómo sigue la secuencia, y una de las voces, amablemente, dice que si venimos por la murga, “está a la vuelta”.
La ceremonia
Unos pasos más arriba un portón quedó abierto y desde la vereda se puede ver el perfil de los artistas, subidos a un teatrito. Hoy temprano @murgaalabartola invitó por instagram a arrimarse a uno de sus ensayos con algunos atractivos gastronómicos, además de los propios de su arte.
Dispersas, varias filas de luces de colores se sostienen en los hilos de un alambrado. En cambio, las camisetas de su espectáculo 2022 “!Qué emoción!”, quedaron dispuestas prolijamente juntas como en cualquier puesto de venta que se precie de tal.
En el pasto hay una fogata para hacer pizzas y una heladera de plástico con cervezas y vino. Al puesto gastronómico también lo adornaron con luces, las que se usan para navidad. Las camisetas llaman la atención de lejos, por los colores fuertes y los rostros enojados, contentos o preocupados, y también otros más complejos que podrían representar: una angustia difusa, abrumación, embriaguez, desolación y locura. En un rato van a vender un par y tendrán que reponerlas para que la presentación de la mercadería en el alambrado no pierda su encanto.
En las gradas, un seguidor del conjunto, sentado en primera fila, se compró la de color rojo, la que lleva pintado un rostro furioso, muy distinto al suyo mientras sigue la presentación de A la Bartola, encorvado y de chancletas, como algo que quizás hace todos los días, un entretenimiento que se instaló en el barrio, cerca de su casa, sin mayor compromiso o exigencia a la hora de participar, y agradable de escuchar.
Dos señoras de pelo blanco se trajeron sus propias sillas. Una es parienta de un componente, la otra de un técnico. Cada cual, a su manera, aplaude y agita al conjunto, adelantando una puesta en escena de cualquier tablado, que ni precisan imaginar.
Para A la Bartola será su primera vez en el Concurso Oficial del Teatro de Verano, luego de una excelente prueba de admisión y varios carnavales participando en Murga Joven, con gran suceso y notable reconocimiento del público y del jurado.
En el mundillo carnavalero ya hace tiempo que se sabe: andan bien, cantan muy bien y diferente, se destacan por sus arreglos corales y la agilidad de sus textos.
A primera vista, el desprevenido podría confundir esta foto de ensayo con la de un grupo de jóvenes que se juntó a bailar un rato, con amigas y amigos, una noche de verano en Montevideo, resuelta con poca plata, algo de imaginación y cierto espíritu hippie.
Hay otros vecinos, pocos, desperdigados entre las gradas y los yuyos. En la murga no resulta fácil identificar técnicos, utileros, jerarquías. El que vende las pizzas con muzzarella bien podría ser la figura de un cuplé, y la muchacha que dispensa las remeras, una solista destacada. Salvo por Carmela Viñas, su directora escénica, que lleva una guitarra puesta y guía a sus compañeros con precisión y serenidad. Tira un tono y el coro vuelve a abrir la boca para cantar. Se nota que ya se saben el repertorio de memoria. Luego, Carmela se queda sola con su guitarra sentada en el escenario, probando algunas notas que se podrían ajustar en una canción de la despedida.
No se separan hasta que se van, cantan y bailan arriba del escenario, bromean, se bajan de a ratos, y cierran un círculo para resolver una buena cantidad de asuntos, desde quién lleva los trajes, a qué hora se tienen que venir a maquillar, y qué pasan en los segundos que se pegan entre canción y canción.
En los silencios de descanso, y con un muro de por medio, viajan en eco, las carcajadas de la cantina. Sale una muzzarella pronta para la señora de pelo blanco de la izquierda, y pide nylon de un rollo porque se la lleva para su casa.
“A la Bartola vuelve como siempre; diciendo pavadas, entreverando poesía y humor... Y mientras siga viendo a dios momo en la cara de la luna, mientras siga escuchando su voz, voy a tener que seguir yendo a terapia”, dice su presentación que con pocas palabras define enseguida la esencia de su nuevo espectáculo.
Sus hacedores
“Esto es un viaje”, me cuenta Nazarena Martínez, integrante de la batería y encargada del bombo: “Llegué hace tres años acá. Salí en Murga Joven pero nunca me imaginé lo de este año, y que lo pueda hacer con este grupo tan lindo donde todos somos amigos está zarpado”.
A la sobreprima Alexandra Scardovi le pregunté sobre la identidad de esta murga: “Es un grupo al que le gusta laburar y que siempre se propone metas. Ya en 2016 empezamos a hablar de dar la prueba de admisión. En todo este tiempo desde que arrancamos, maduramos como colectivo, se sumó gente, otra se fue, pero nunca dejamos de compartir una misma visión. Cada murga tendrá su forma de trabajo. En nuestro caso, trabajamos pila en comisiones, somos muy ordenados en eso; valoramos pila esta modalidad colectiva en la que todos podemos participar, proponer ideas y aportar en cada rubro”. Alexandra también nos dijo que quieren hacer muchos tablados, “queremos aprender, disfrutar de todos los barrios y que la gente nos conozca. Eso es lo principal”.
“La retirada creo que es uno de los momentos fuertes de la murga; los arreglos corales logran acompañar el texto volviéndola una de las partes más atractivas, pero personalmente la canción final al miedo es mi segmento favorito. Siento que son los minutos en que más logramos conectar, con nosotres y también con quienes están ahí escuchando, pensando y sintiendo abajo del escenario”, dice Romina Escobar, sobreprima. “La hipertextualidad de la letra permite diversas interpretaciones que alimentan la escucha activa y diversa. A veces tengo que concentrarme para no lagrimear mientras canto porque el texto me atraviesa e interpela profundamente”.
El relato de Romina no sorprende, luego de escuchar esta canción, inspirada en la melodía de “Sálvese quién pueda” de la argentina Juana Molina, con un arreglo murguero muy original, y el texto (de Pedro Alfonso) que dice así:
“Tengo una pregunta dando vueltas
desde hace tiempo
qué papel está jugando el miedo
en todo esto
todo esto se refiere a nuestras propias vidas
cómo influye, cuánto pesa, cuánto nos determina
Miedo a ser y a existir de la forma en que tengo ganas
hace que me enfrente a todo y me pierda entre la nada
tantas veces ni siquiera sé a lo que me enfrento
y ese miedo paraliza hasta lo que siento por dentro
Sálvese quien pueda
quien pueda que se salve
Cambiamos la fachada, nuestros cuerpos nos dan vergüenza
adornados por afuera, adentro llenos de ausencia
En la oscuridad los monstruos nos cargan con esa cruz
encerrados aún sabiendo que el monstruo le teme a la luz
los discursos que sostienen el miedo como bandera
son de grupos poderosos que no nos quieren afuera
cuanto más adentro nos encuentren será más sencillo
y con sus estrategias terminamos en sus bolsillos
Sálvese quien pueda
quien pueda que se salve
allá también los grandes medios nos van manipulando
seduciendo emociones que se nos van apagando
las ganas de dar pelea desde adentro van gritando
te despiertan, se resisten y por todo eso canto
No hay cucos invisibles, no hay rabia que se contenga
no hay palabras sabias sin acciones que las sostengan
hoy cantamos, resistimos contra algunos miedos
hoy cantamos resistimos, contra el sálvese quien pueda
Sálvese quien quiera
quien quiera que se salve”.
Este lunes a las 20.30, la murga A la Bartola abre la etapa número 10 del Concurso Oficial de Carnaval en el Teatro de Verano.