Cuando Emilia imitó con éxito a su profesora de Física se dio cuenta de que podía hacer reír a sus compañeros de liceo con facilidad. “En mi familia somos todos medios payasos”, me cuenta. “Y un poco como Los locos Adams. Son parte de la cultura familiar, el chiste y la ocurrencia; tomarle el pelo al otro, eso es básico. A alguien que querés, incluso. Es una forma de probar el amor; cuánto te amo y cuánto aguantás mi amor. Es amarse sin orgullo; ahí te tengo que derribar, me tengo que reír de tus premios, de toda tu carcasa, y eso también es el carnaval”.
“Vos no sabés pero sos murguista”, le dijo convencido Rafa Antognazza, con buen ojo, pero Emilia ya había visto a Gabriela Gómez y a Mónica Santos en Araca la Cana, y no le parecía tan descabellada la idea. “Yo estudié commedia dell’arte. Tenía 17 en mi primer elenco de teatro independiente de Maldonado. Y ahí me enamoré, y entendí el fenómeno. Me fascinaba esa idea de que había actores y juglares que se subían a un carruaje tirado por burros y terminaban en plazas lejanas en el Medioevo revolucionando todo, riéndose del señor feudal, robándole la comida”.
“Tiburón Martinez y Rafael Antognazza son mis padrinos del carnaval. Me enseñaron todo”, sentencia, y recuerda su 2001 con Curtidores de Hongos como un período de escucha atenta y ensayo en el célebre Club Nueva Palmira: “Yo llegué ahí muy tranqui, veía a los muchachos con el whisky en la mano, y de a poco me fui acercando”.
Hoy Emilia volverá al Teatro de Verano para protagonizar lo más festejado del espectáculo de su murga Doña Bastarda, en la segunda vuelta del conjunto del Concurso de Carnaval. Su interpretación de la ministra de Economía y Finanzas, Azucena Arbeleche, causa muchas risas y asombro; la actriz, con su trabajo, provoca un efecto de empatía extraño y atrapante.
Además, su canción “La fiesta igualitaria”, dedicada a la violencia basada en género en el carnaval, ha sido reconocida por el público y la crítica como uno de los momentos más lúcidos y mejor logrados de esta edición del concurso.
Un rato antes de prepararse para sus tablados de la noche, Emilia Díaz conversó con la diaria sobre esta nueva experiencia y sobre las cosas que tenía ganas de decir arriba de un escenario, e hizo mención a Guardianas, su libro sobre “mujeres comunes con historias excepcionales, o mujeres excepcionales con historias comunes”.
Ya pasó un mes del inicio del carnaval y todavía falta.
Sí, y hay un desgaste físico que se siente. Estamos todo el tiempo en escena, y yo no me mido, pero eso tiene que ver con mi personalidad. Te cuento una de cuando salí en Curtidores de Hongos. Primer tablado, 2001, Club Albatros. Yo estaba copada, unos nervios impresionantes. Me costaba encontrar los tonos, me acomodo, y de repente en el coro siento que me empujan para atrás. ¡Pah, me bajé enojada! Les digo: “¿Por qué me hacen eso?”. Y me hablan el Chato Ambrosio y Julito Pérez: “No entendés. Sos la cupletera, no podés soplar como nosotros”. Y ahí aprendí esto de cuidar las intensidades según el rol que tenés en la murga; dejar de cantar un ratito antes del solo. Tenés que llegar con la voz lo más limpia que puedas cuando llega tu momento. Hay un callo que dicen que te sale en las cuerdas vocales a las dos semanas de carnaval con el que tenés que convivir. Yo me acabo de hacer un litro de “yerba de los cantores” de mi homeopatía favorita. Y además, antes de empezar el carnaval, llamé a mis guardianas para pedirles piques de protección, de hierbas.
Y en este año de Doña Bastarda nuevamente tenés mucha responsabilidad sobre el espectáculo.
Sí. Pero hay un gran equipo. Yo no había trabajado con varones así antes. No había visto varones que respetaran los tiempos, el trabajo y la dedicación de las mujeres en escena. La verdad es que estoy gratamente sorprendida. Ojalá que esto continúe con el resto de las mujeres en carnaval y con otras murgas. Ya se nota el comienzo de una deconstrucción que es cultural pero también se nota en los chistes en las bañaderas. Incluso una a veces quiere hacer un chiste y ya no hace gracia. Yo sueño que este cambio sirva para que los varones también puedan elaborar sus propias heridas y transformaciones en el escenario. Eso estaría lindo. Las mujeres somos personas menstruantes; yo estoy tratando de incluir algo de eso en futuros textos.
Contame.
Me encantaría hablar de nuestras lunas, como me gusta decirle a la menstruación; me gustaría que las personas menstruantes pudiéramos hablar de nuestras lunas y también me gustaría ver las vicisitudes y las dificultades de la crianza y los cuidados que hacemos las mujeres de la infancia, la tercera edad, la naturaleza, el hogar, todos los malabares que hacemos para sostener eso, y poder reírnos de eso, y cambiarlo a través de la sátira y el humor, en un escenario. Aclaro que ser una persona menstruante es un privilegio. No es una desigualdad, es una diversidad, y me encantaría hablar de eso. De nuestros partos, de la violencia obstétrica que vivimos en distintos espacios y momentos de nuestra salud sexual y reproductiva. Desde la anticoncepción de la que nos hacemos cargo nosotras, cuando es un tema de dos; qué tomar, cómo somos atendidas; sobre la decisión de continuar o no con un embarazo y la violencia que aún recibimos por parte del sistema ‒más allá de que la ley ha garantizado algunos derechos, todavía falta mucho por recorrer, y hay mucho estigma en torno a esto‒. Quienes están al mando de la salud sanitaria de nuestro país han declarado públicamente que están en contra de ese derecho adquirido de las mujeres de interrumpir su embarazo. El escenario cambió. De todo eso quiero hablar.
Para tu imitación de la ministra Arbeleche fuiste más allá de un video o una foto. Eso te escuché en una nota de tevé.
Yo nunca había hecho una imitación o sátira de un personaje real. Para mí fue un desafío enorme. No traté de hacerlo muy verosímil, tomé de ella algunos gestos para exagerarlos, y como todo en carnaval, no sabía si iba a funcionar. Me parece una persona muy inteligente, más allá de lo que sostiene ideológicamente en su proceder técnico. Creo que es una persona muy formada, ojalá todos los uruguayos podamos tener acceso a ese nivel de educación. Me sorprendió su fluido manejo del inglés, en una instancia tan exigente como puede ser la de exponer en una conferencia de economistas renombrados de todo el mundo, de pelo blanco, varones, haciendo preguntas incisivas. Es una mujer uruguaya, que tiene mi edad, y la vi en ese lugar responder con solvencia, tranquilidad; y lo que pude entender, con mi inglés, es que le estaba sacando lustre a nuestro país con algunos datos que habían sido bastiones de políticas ejecutadas por gobiernos progresistas. El cambio de matriz energética, por ejemplo. A una le nace como un orgullo de mujer, pero también de país chiquito que da que hablar por algunas decisiones que se toman acá adentro, y por un nivel de madurez política y cívica que tiene nuestra población.
¿Y cuáles fueron esos rasgos que tomaste de ella para el personaje?
Más que nada físicos. Algunos tics, la mirada, el movimiento de las cejas; yo no la veo tan rígida como la represento en escena; exagero esa postura desde la racionalidad. Alguien muy racional tiene que tener la espalda derecha, la cabeza erguida; debe estar atenta a los protocolos, a cómo expresarse, cómo mover las manos, atenta a cómo será recibido su mensaje. No es alguien que se siente con las piernas abiertas, ni que se caiga. De hecho, cuando se cae en escena, tiene que ver con que las varas muy rígidas se quiebran.
Y con todo eso encontraste una forma de presentar un personaje carnavalero y humorístico.
Yo no, eso es el equipo y la mano de Pinocho Routin [responsable de la puesta en escena]. Ahí [en el cuplé] la escena está digitada desde la contraescena. Tenés a alguien que se tranca cuando habla y pasan cosas a su alrededor. Se tranca todo el equipo; eso es una marca escénica y es el talento de todos mis compañeros apoyando todo el texto.
¿Por qué volviste al carnaval?
Quería que mis hijos vivieran la fiesta por dentro. Esa es la razón principal. La segunda es que estuve durante 2021 cursando mi segundo año en una licenciatura en educación, sintiéndome muy amordazada por no tener espacios donde poder expresar algunas cosas con las que no estoy de acuerdo, y ta, tenía ganas de subirme a un escenario y cantarlas, y encontré en Doña Bastarda el espacio y el lugar donde esas letras representan lo que pienso, y también representan mis heridas.
¿Y cómo arranca tu vínculo con esta murga?
Vi una historia [de Instagram] del Pinocho y le dije “Che, ¿hay lugar ahí?”. Y en octubre me reuní con Carlos Abellá [director escénico, arreglador coral y libretista], Carlos Abellá [director responsable] e Imanol Sibel [director artístico y libretista] en un barcito cerca de casa. Me mostraron todo el espectáculo escrito, y ya estaba casi pronto. Yo sumé la canción “La fiesta igualitaria” que cantamos con Cami [Sosa], y con Imanol escribimos la conferencia acá, en el patio de mi casa.
Hiciste mucha televisión. ¿Qué recordás de cómo funcionaba en la época de Plop?
Fue mi escuela. Yo empecé tres escuelas de arte dramático que nunca terminé. Roberto Jones dirigía la escuela de Maldonado, después vine a Montevideo a la escuela de Mary da Cuña, y al mismo tiempo estudié en Alambique, y ahí estaban Norma Berriolo, Ismael da Fonseca, pero no terminé porque enseguida empecé a trabajar. Recuerdo otras seguridades que hoy no hay. En Plop fue la única que vez que estuve en caja por ser artista. Después siempre fui unipersonal. ¿Qué pasa con los medios de comunicación? El trabajo de actores y comunicadores se ha precarizado. Recuerdo talleres de vestuario. Había alguien que pensaba contigo el personaje. Se sentaba contigo y el libreto y te decía “a ver, ¿cómo te lo imaginás?”, “¿qué te parece si le agregamos esto o aquello?”. Eso me pasó en el canal 12 y en el 10. Hoy andá vos a buscarte tu vestuario en una feria. No hay alguien pensando un personaje contigo porque ya no hay ni siquiera grandes equipos de textos trabajando la realidad nacional, para pasarla por un colador y quedarte con las cosas con las que podés hacer chistes. Yo trabajé en un equipo en el que estaban el Flaco Denevi, los hermanos Tulipano, Helen Velando, Bimbo de Pauli. Todos trabajando para pensar una sátira, una caricatura de humor político. ¿Qué pasó con eso en la tevé? ¿Se podrá hacer? Hay plata para comprar grandes formatos que vienen con su propia biblia. ¿Eso es producción nacional? Sí, pero con exigencias que no son nacionales. Yo no sé cuánto se paga por esos formatos, pero tengo entendido que es un montón de plata. Estaría buenísimo que existieran formatos craneados desde acá, y darles una posibilidad. A Consentidas se le dio una posibilidad durante muchos años. Hubo una voluntad de gerencia para ese producto existiera, y hubo un público que consumió el programa. Entonces, se puede hacer.
En la tele o en otros formatos.
La gente quiere saber lo que pasa. ¿Por qué se ve tanto Zin TV [programa que se emite a través de Youtube]? La gente necesita un editorial satírico de lo que está pasando. Hoy tenemos el carnaval, que por suerte, sigue siendo un fenómeno masivo.
Desde adentro, ¿cuál es tu mirada sobre esta supuesta polémica sobre un carnaval más politizado?
Yo estuve mirando el programa de TV Ciudad (Todo carnaval) en el que hablaron Fernando Smith y Jimena Márquez, y pienso igual que ellos. Se está intentando instalar un relato en plena campaña electoral del referéndum, esto del carnaval politizado. Estás hablando con una feminista; para mí todo es político. Cuando la BCG te invitaba a hacer el amor en el tablado y llevaba colchones, eso era político. Siempre es político. Cuando dicen “partidizado” hay algunas cuestiones políticas que están más cerca de unos partidos que de otros. Cierta sensibilidad por los desprotegidos, por que no exista una precarización laboral, por que tu salario te rinda para darles de comer a tus hijos y para pagar la luz y el abrigo, que puedas acceder a un sistema de salud; esos hoy son privilegios. Y la expresión cultural que mira eso es el carnaval, y está más cerca de la izquierda o de lo progresista que de lo conservador.
Pero esto es histórico. La gente que está diciendo eso nunca fue al tablado. Y si no, siempre está la posibilidad de sacar un conjunto y decir lo que vos querés. Tenés que dar la prueba de admisión, recursos económicos no les van a faltar, y pueden empezar a inocular de conservadurismo esta fiesta popular. Poder tienen, si lo necesitan. El carnaval es el momento de dar vuelta la torta, de reírse de los poderosos. Tiene que ser así. En los 15 años de izquierda también hubo críticas. Y es estratégico el discurso en contra del carnaval. Se quiere bajar dos escalones de intensidad al poder que tiene la voz del pueblo en escena. Los que están arriba de escena, la mayoría, el resto del año, son obreros y trabajadores. Me parece mezquino ese discurso. Dejalos brillar. Si encima les estás depreciando el salario. ¿Qué esperan, que nos callemos?, ¿que les dediquemos una retirada?