Siguen sin aceptar reservas y la rotación no afloja. Para colmo, el jueves pasado, en Charrúa 2295, abrió Nueva Esquina, una extensión del boliche Demorondanga. “La idea hace rato es expandirnos, pero la esquina de siempre tiene su magia y no la queríamos dejar”, explica Santiago Perdomo, uno de los cuatro socios cocineros, “los cuatro de siempre”, aunque “el equipo ahora es grande: entre los dos bares, ahí coló 15 personas”. La casa abandonada, justo enfrente, como provocándolos cuando los clientes tenían que esperar por una mesa, les daba “ese morbo”, pero no tenían la plata para concretarlo. “La compró otra gente, hicieron un proyecto de oficinas arriba y les alquilamos la planta de abajo”, resume el cocinero.

Foto del artículo 'Demorondanga pero agrandado'

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No es otro restaurante, es una especie de anexo que tiene quizás el doble o más de la capacidad del original y trabaja con el mismo formato de platos pequeños pero distintos. Buscan complementar la otra esquina y subir el juego con los tragos. “Sigue siendo atendido por sus dueños y abre todas las noches”, recalca Perdomo. “La idea de la nueva carta es que aparezcan platos que pasaron por el pizarrón en estos seis años y algunos nuevos, sorpresa, mientras que el pizarrón del chiquito se mantiene. Los hongos rellenos van a estar en los dos lados, porque es nuestro ícono”, asegura. De los que debutan menciona las croquetas de camarones y los pimientos de piquillo rellenos.

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La transparencia en la cocina, a la vista en los dos casos, y el contacto directo con los clientes son la base. El nuevo, el grandote, el de enfrente, dirá presente todas las noches y el Demorondanga de siempre pasará a abrir jueves, viernes y sábados únicamente cuando cae el sol.

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