En octubre del año pasado, la docente, dramaturga, letrista y puestista Jimena Márquez estrenó su primera obra en la Comedia Nacional: para esa ocasión escribió y dirigió La duda en gira, una pieza que jugaba con los límites de la ficción a partir de una compañía de teatro en crisis que repetía, durante años, La duda, una versión del Hamlet de Shakespeare. Hoy a las 21.00 en la Sala Zavala Muniz, Márquez vuelve al elenco oficial, y lo hará apostando a la experimentación.

La sospechosa puntualidad de la casualidad es una obra en verso, signada por las tristezas nocturnas de cuatro pájaros: un murciélago turbio, “conocedor de la vida libre y de los lamentos de la noche” es el que narra, mediante romances, la anudada trama amorosa que tensó la vida de tres seres atrapados en sus debilidades; un legendario urutaú, una abubilla y un ave del paraíso. Así es como se presenta este musical poético ejecutado en vivo con piano, acordeón, violonchelo y flauta traversa, e interpretado por Andrea Davidovics, Alejandra Wolff, Leandro Íbero Núñez, Luis Martínez y Lucía Sommer.

“El año pasado, cuando me convocaron a dirigir la Comedia para mí fue una gran sorpresa”, dice la directora, y agrega: “Pensé que no me iba a pasar tan pronto en mi carrera, y también pensé que iban a pasar muchos años para volver a hacerlo. Que me convocaran al año siguiente fue otra enorme sorpresa, y esta vez fue con un pedido más específico, que era el deseo de generar un musical”, para el cual volvió a trabajar con el arreglador y compositor Pablo Machado, que ya había participado en Los músicos de Bremen y La duda en gira.

Esta vez se planteó la ambición de trabajar a partir de un código distinto al que la define, ya que sus obras, en general, siempre están marcadas por el humor. En este caso, La sospechosa puntualidad... “no apunta para nada al humor, e incluso diría que no lo tiene. Sólo ciertas mínimas simpatías en algunos momentos, pero no apela a eso”, explica. La define como una obra que habla sobre el amor y apunta a la sensibilidad. “Elegí metaforizar ese amor y esa cárcel de amor en la que de alguna manera vivimos, porque es algo que atraviesa la vida de todos. Ya sea por su existencia o su falta, siempre nos apuñala, nos transforma. Y del amor, en realidad, se habla muy poco. Yo en mi vida hablé de amor en una obra ni planteé una relación amorosa en ninguna de mis creaciones, porque siempre apuntaron a lo intelectual, filosófico o metateatral. Por eso, en este caso decidí jugármela y encontré que un buen código era el verso, pero extrapolado de lo que puede ser el ser humano. Y lo metaforicé en pájaros, que no son más que humanos alados”, adelanta.

Así fue como, releyendo viejos escritos poéticos, de cuando la poesía era el “centro” de su vida, descubrió que cuando ella hablaba de amor, lo hacía por medio de un pájaro. “Siempre utilizaba la figura de ese ser para expresar las emociones más puras y más oscuras. Y usaba mucho un álter ego que era un personaje-pájaro de papel, y poeta, y a partir de esto comencé a crear esta pieza, que es una visión desencantada respecto del amor o de cómo nosotros aprendimos o percibimos la idea del amor”.

De este modo, la autora de Cajas chinas trabajó por primera vez el verso, y el proceso le interesó muchísimo. En cuanto a los grandes referentes, admite que le fascina Lope de Vega, los sonetos de Borges, Quevedo, y el encanto del verso rígido, más allá de su atracción por el verso libre y la poesía de vanguardia. Recuerda que le impactó Gatomaquia, la logradísima obra de Héctor Manuel Vidal, a la que define como una gran puesta nacional. Y por eso mismo quiso experimentar estas posibilidades del verso. “Lo hice a partir de una zona emocional sensible que nunca había tocado, y experimentamos en la poesía dicha, en la poesía escénica y en la poesía cantada, con hermosas composiciones musicales de Pablo Machado. Sumado a que la pieza, además de hablar de amor, habla de azar, casualidades, y esa sospechosa puntualidad que trazan las casualidades, que nos golpean y nos hacen sentir que eso, a veces, puede responder a un esquema cosmológico que no controlamos, y que no es tan casual como creíamos”.