El sábado 20 de mayo a las 12.00 se inaugura la muestra Patrimonio salvaje, que podrá ser visitada hasta el 24 de julio en la fotogalería Prado del Centro de Fotografía de Montevideo (pasaje Clara Silva esquina avenida Delmira Agustini, próximo al Rosedal), y si bien no está destinada expresamente al público infantil, es recomendable para los más chicos, en virtud de su potencial didáctico.

La muestra es fruto del trabajo conjunto de las biólogas Mariana Trillo y Anita Aisenberg y los fotógrafos Santiago Carvalho y Marcelo Casacuberta, que ponen el acento en un patrimonio que no suele visualizarse como tal: el biológico. “Un país se compone de muchos elementos: su gente, idioma, historia, tradiciones y herencia cultural. Sin embargo, hay un patrimonio que a menudo no es percibido como tal. Los paisajes, la fauna y la flora son parte del patrimonio biológico de un país, lo caracterizan e identifican como tal. Existe una relación afectiva y espiritual de los habitantes con los animales que los rodean. Existen tradiciones y leyendas en torno a las criaturas grandes y pequeñas que se mueven entre los montes, en las aguas. Cuentos y personajes populares surgidos de la relación entre la naturaleza y los seres humanos. Es el objetivo de esta muestra recorrer paisajes de nuestro país y descubrir algunas de las maravillas de su fauna, muchas veces desconocida y en algunos casos con riesgo de desaparecer. Queremos que sea una invitación a recorrer Uruguay y conocer los coloridos, huidizos y carismáticos integrantes de su fauna y algunas de sus historias, que forman parte de nuestro pasado y presente y es necesario preservar para el futuro”, sostienen los autores en el material de divulgación de la muestra.

Patrimonio salvaje presenta ante los ojos de los visitantes una variedad de animales que conforman nuestra fauna, que habitan estas tierras junto con nosotros, y nos conduce a un paseo en el que nos es posible observarlos en su ambiente y maravillarnos con ellos. Tanto en las fotos como en los epígrafes hay una mirada que incluye el asombro, el deleite ante la belleza y el humor como emociones que acompañan al conocimiento y favorecen el acercamiento del espectador. La exposición está dividida por ambientes y se trató de que estuvieran representados tanto los vertebrados como los invertebrados, los animales acuáticos y los terrestres, los más reconocibles y otros menos conocidos, explicaron Trillo y Aisenberg a la diaria. Destacaron que se hizo especial hincapié en incluir un hábitat que no es el más obvio cuando se refiere a biodiversidad: el urbano.

La idea de esta exposición surgió “un poco de casualidad, en 2016, en una muestra pequeña sobre fauna que se expuso en la fotogalería de la Ciudad Vieja en el marco de un congreso de neurociencias”, cuenta Aisenberg. La intención es contribuir a divulgar la fauna nativa, al constatar que existe mucho desconocimiento al respecto. “Además de mi trabajo como investigadora aquí [en el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable, donde tuvo lugar la charla], doy talleres en un jardín de infantes. El año pasado fui a la Amazonia y cuando regresé, los chiquilines me preguntaban si había visto jirafas y leones, y resultaba difícil explicarles que no”, cuenta Trillo. “Y si hay desconocimiento de los animales más grandes, como el gato montés o el mano pelada, imaginate de los más pequeños, los invertebrados, los artrópodos”, apunta. Con esta iniciativa se busca “invitar a que conozcan la fauna y a que salgan a explorar”, dice Aisenberg.

Las investigadoras destacan que en los textos que conforman la muestra contaron con la colaboración de numerosos científicos del medio, así como de las tantas organizaciones que trabajan en torno a este tema. Por otra parte, una preocupación central en la elección de imágenes fue que resultaran atractivas, “fáciles de leer, que mostraran con claridad a los animales en su ambiente”, explica Trillo; para esto fue fundamental contar con dos fotógrafos de amplia experiencia en la fotografía de la naturaleza.