Veinticinco años no es nada, y tampoco sirvieron para resolver todos los misterios que Twin Peaks, la serie que consiguió que la televisión comenzara a ser considerada como un arte serio, había dejado planteados. Fueron apenas dos temporadas y 48 episodios, además de un largometraje, también dirigido por David Lynch, el creador de la serie, todavía más hermético. La influencia de Twin Peaks fue decisiva para toda esta nueva “edad de oro” de la televisión, que comenzó a principios de la década pasada.

Como se sabe, la serie contaba una historia perturbadora y estilizada sobre el misterioso asesinato de una joven, Laura Palmer, en un pueblo turístico y aparentemente paradisíaco en las montañas, llamado Twin Peaks (picos gemelos). Contado a través de la mirada del heroico y estoico agente del FBI Dale Cooper (Kyle MacLachlan), Twin Peaks era como un juego de muñecas rusas en la que cada misterio que se abría descubría otro más interno e inexplicable, y en el que la belleza de la naturaleza y los habitantes del pueblo ocultaba secretos de increíble maldad y sordidez, plena de elementos directamente sobrenaturales. La perplejidad general hizo que Twin Peaks fuera un éxito en su primera temporada, pero los ratings bajaron mucho en la segunda —que además fue abandonada en muchos aspectos por David Lynch—, y la serie fue levantada. Sin embargo, alcanzó para sentar el precedente de que se podía hacer televisión bajo los más altos parámetros artísticos, sin subestimar a los espectadores, con elementos estéticos absolutamente renovadores y con una continuidad que exigía una constancia y atención muy superiores a los de cualquier serie realizada hasta el momento. De hecho, era una serie hecha para la actualidad, en la que el consumo de episodios es administrado por el propio espectador y en la que las historias pueden extenderse libremente sin necesidad de introducir un desenlace por capítulo; después de Lost, Six Feet Under, Legion y decenas de programas exitosos con una marcada influencia de la creación de David Lynch, el momento parecía ideal para que, un cuarto de siglo después, Lynch y sus creaciones volvieran a la televisión.

Los episodios que ya se conocen de esta tercera y nueva temporada de Twin Peaks demuestran que Lynch no ha perdido nada de su capacidad para plantear misterios inexplicables e inquietantes, ni su particular visión de un mundo que parece hecho de sueños y pesadillas. Es difícil decir de qué se trata Twin Peaks de 2017, pero en todo caso es una experiencia que no se parece a ninguna de las series que influenció, y que, originalmente emitida por Showtime, un canal de escasa difusión en América Latina, se puede ver por Netflix, que compró los derechos y que —cambiando su acostumbrado sistema de ofrecer simultáneamente una temporada entera— irá subiendo de a uno los episodios de la serie, todos los lunes. También están accesibles en el canal las dos temporadas clásicas y la película Twin Peaks: Fire Walk With Me, para tener al menos un cierto respaldo que dudosamente vaya a iluminar los misterios actuales de esta serie única.