Había nacido como Juan Carlos Colombres, pero un colega le sugirió que aprovechara su parecido físico con el asesino serial francés conocido como Landrú. Así empezó a firmar en 1947, y a lo largo de las dos décadas siguientes, dio vida a una serie de personajes y publicaciones —porque a lo de humorista gráfico le agregó lo de editor— que con aparente simpleza desmontaban muchas de las contradicciones de la sociedad argentina. Crítico político (no perdonó a Perón) y finísimo observador de las manías de la clase media, lo cubrió todo con un trazo mínimo e inocente que usó como el truco de un niño bandido que se sabe comprador. Landrú murió ayer, a los 94 años, en Buenos Aires.