Un señor llamado Miguel trabaja en la construcción de una prisión en el norte de Uruguay. La cámara lo sigue durante su jornada de trabajo y lo acompaña hasta su casa, donde vive con su mujer y dos hijos, y donde está construyendo una nueva habitación. También se sube con él a un ómnibus que lo lleva hasta otra vivienda, en la que besa a la mujer que vive allí con su hijo. ¡Shyamalan!

Así comienza Preso, el documental dirigido por Ana Tipa acerca del constructor de esta doble vida, armada de ambos lados de la frontera entre Uruguay y Brasil. Tipa revela por qué quiso contar esa historia en este, su primer largometraje para cine: “Creo que el audiovisual vive de imágenes y conceptos significantes, y allí ya había por lo menos tres, muy fuertes: cárcel, construcción, frontera. En ese contexto, encontrarme con una persona que reveló estar atrapada en una situación ‘difícil’ me interesó por cómo se vinculaba esa situación con aquellas imágenes y conceptos, que me parecían inspiradores”.

“Tuve la intuición de que aquella construcción iba a ser un buen punto de partida para construir (yo también, pues toda película es una construcción) un relato significativo, aun sin saber todavía exactamente hacia dónde iba la historia”. Sin embargo, lo hizo sin utilizar testimonios, “un elemento que facilita en gran manera la ‘explicación’ de la historia y/o de las motivaciones y emociones de los personajes”, agrega Tipa, que en 2006 dirigió el documental Dos Hitleres.

“Considero que las entrevistas son un recurso legítimo en el marco de ciertas propuestas, pero, desde mi punto de vista, tienden a ‘aplanar’ la narrativa, precisamente por eso: porque explican. Y creo que existe una diferencia esencial entre ‘explicar’ y ‘relatar’. Cuando empecé a trabajar en esta historia, a querer transformarla en un relato, cinematográfico, pero relato al fin, vi en sus características la gran oportunidad de contarla con medios más cinematográficos, y me propuse incursionar en la realización de un documental que se relatara a sí mismo, con una narrativa similar a la de la ficción. Por eso suelo decir que no es un documental, sino una no-ficción”, dice.

Un rodaje de no-ficción está librado en gran parte al azar: “No tenemos más medios que la propia intuición para intentar predecir lo que ocurrirá y prepararnos de manera acorde, de modo de contrarrestar con nuestro esfuerzo organizativo la incertidumbre en la que navegamos. Esa incertidumbre es uno de los aspectos más fascinantes del trabajo documental, pero no deja de ser un constante desafío que puede provocar bastante pánico”.

La directora imaginaba una película más abstracta, concentrada entre el vínculo entre las prisiones de Miguel. “Pero a medida que la historia se fue destapando —y desarrollando—, el elemento emocional comenzó a ganar terreno, y el desafío comenzó a ser cómo hacer para que, contando aquella historia tan íntima y sentimental, no se perdiera el balance entre lo emotivo y lo estético, entre el ‘reality’ y el cine”.

“Algo muy hermoso del trabajo documental es que su ‘metodología de trabajo’ incluye los elementos clave que rigen las relaciones humanas; el más primordial es la confianza, que los cineastas debemos ofrecer y dar a nuestros protagonistas. La relación entre el cineasta y su ‘sujeto’ (otros dicen ‘objeto’) está basada no sólo en el interés por lo que se está haciendo conjuntamente, sino principalmente en la confianza mutua. Desde nuestro papel de creadores —somos nosotros quienes tenemos ‘la cámara por el mango’—, esa confianza, aunque intangible, viene a ser la garantía que damos a nuestros protagonistas a cambio de que ellos nos abran de par en par las puertas de sus vidas y de sus almas”, dice Tipa.

“En este caso, concretamente, nos unía una pasión por la construcción: en su caso, por la construcción propiamente dicha, para la que empleaba tablones, ladrillos y cemento; en el mío, por la construcción del relato, para el que emplearía todas aquellas piezas —las escenas de la vida de Miguel que poco a poco iba capturando con mi equipo— con la intención de luego armar una película”, opina.

El documental fue seleccionado en una decena de festivales internacionales. ¿Será que hay historias universales, o que hay historias más universales que otras? “Creo que hay historias más universales que otras. Pero sobre todo creo que hay formas de contar historias que resultan mucho más universales —¿comprensibles?— que otras. No voy a decir nada nuevo: la narrativa convencional —aristotélica—, aquella que cuenta la unidad de la historia en tres actos, con su planteamiento, desarrollo y desenlace, es la forma más universal de contar, mediante la cual es posible transformar en relato cualquier historia que valga la pena. Y aquello dicho hasta el cansancio de ‘describe tu aldea y describirás el mundo’ se aplica igualmente a este caso. Por esa premisa, paradójicamente, la historia de un ser humano desconocido, en un entorno igualmente desconocido incluso para la mayoría de sus coterráneos (el norte del Uruguay) resulta totalmente universal”.

Este mes la película llegará a nuestras salas de cine, algo importante para su directora, ya que “la obra empieza a tener vida propia cuando se estrena en un ámbito al que puede acceder el público en general”. Para Tipa, “el ciudadano de a pie que decide pasar 90 minutos de su tiempo mirando lo que hicimos y se emociona, se divierte, se enoja o sencillamente se queda pensando después de la función es a quien estamos dirigiéndonos. En el caso puntual de esta película, esta es la gran diferencia entre nuestra experiencia en el extranjero y aquella —aún por venir— en nuestro país".

Preso podrá verse del 24 de agosto al 7 de setiembre en la sala B del Auditorio Nelly Goitiño del SODRE y del 8 al 22 de setiembre en Cinemateca Pocitos.