La semana pasada apareció Cervantes, Shakespeare: Prisma latinoamericano, lecturas refractadas (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República, Linardi y Risso), un volumen en el que las investigadoras Lindsey Cordery y María de los Ángeles González compilan una selección de las ponencias presentadas en la última edición del coloquio internacional Montevideana (realizado en 2015), que tuvo como excusa las coincidencias epocales entre los dos autores canónicos de España e Inglaterra.
La consigna de Montevideana, que prepara su décima edición, es poner al frente la “reflexión desde el sur” sobre acontecimientos literarios globales. Así, la mexicana María Stoopen pone a jugar al Quijote con Roberto Bolaño, mientras que el británico Johnathan Hall lo emparenta con los caudillos latinoamericanos. Beatriz Vegh hace lo propio con Shakespeare y Onetti, mientras que varios autores analizan las representaciones teatrales rioplatenses de Shakespeare, al tiempo que otros examinan las múltiples conexiones entre los escritores convocantes.
En el coloquio, además, abundaron los investigadores del norte que se centraron en su propia especialidad: el español Agustín Redondo, por ejemplo, dio la conferencia inaugural sobre “Don Quijote y el libro”, y la estadounidense Claire McEachern disertó sobre conceptos de la religión cristiana que resultan clave para renovar la comprensión de la obra shakespeareana.