A principios de los años 70, una familia se encuentra, y vuelve a confirmar las diferencias impuestas por el prejuicio y la guerra. Ambientada en un pueblo francés, y con los ecos cercanos de la guerra de Argelia, en La vuelta al desierto, del escritor y dramaturgo francés Bernard-Marie Koltès –que traslada como pocos el mundo contemporáneo a escena con una dinámica personalísima–, dos grupos familiares se enfrentan y cuestionan grandes tópicos como la identidad, la pertenencia, la pérdida y el presente, a partir de una violenta sátira social.

Años atrás, cuando a Gabriel Calderón le preguntaban qué libro le producía el efecto que le gustaría generar en los demás, elegía La vuelta al desierto (1988). Ahora vuelve sobre la idea, y dice que sólo leer a Koltès le provoca actuar, imaginar a los actores en escena. “Creo que su palabra provoca actuación, porque la palabra se posiciona como plataforma. Incluso la articulación que impone provoca acción, emoción”, propone. Esta es la primera vez que Calderón adapta a Koltès, y lo hace invitado por la Comedia Nacional.

Para el dramaturgo, la escritura de Koltès subvierte la teatralidad al invertir el modelo de actuación y proponer una revolución desde el interior. “Sus obras parecen usuales, tradicionales y con los mismos personajes, pero proponen un sistema distinto de actuación en el que la palabra no es el fin del teatro, sino el principio. Esto quiere decir que, a través de Chéjov, que fue un revolucionario del teatro, y de todo el método stanislavskiano y sus diferentes comprensiones, se sobreentiende que para concebir un texto, para decirlo –y, por ende, actuarlo– hay que comprenderlo. Por eso, es necesario saber qué piensa un personaje, cuál es la circunstancia de la obra, de la escena, del subtexto. Hay que hacer toda una arqueología para poder decir lo que está descrito. Creo que Koltès subvierte esto, porque a partir de esto hay que decir, y ver y confiar en el sólo hecho de decir. Después, la riqueza de la actuación llega. Como si fuera un ‘ábrete, Sésamo’ de la actuación. Porque si decís las palabras de manera concreta y con la combinación correcta, la actuación viene; no hay que prepararse, hay que saber el código. Eso es revolucionario, y en este texto en particular los actores están impulsados a hablar y, con las palabras, pelear, mover”. Recuerda que, en un momento, un personaje dice “sus palabras lastiman a todos menos a ustedes. Atraviesan las paredes, cortan la leche en la cocina”. Esta es, dice, la fuerza de la palabra en Koltès.

En varias lecturas criticas se define al texto como una puesta sobre la identidad y el colonialismo, que se propone exhibir las imposturas y miserias de una nueva burguesía. Para Calderón, se trata de una pelea entre hermanos. Cuenta que Laura Pouso –dramaturgista y traductora de la obra– le hizo ver que para Koltès la guerra de Argelia fue eso: un enfrentamiento entre hermanos. “Francia le había pedido a los argelinos que pelearan con ellos en la Segunda Guerra Mundial, y unos años después los estaban masacrando y torturando. En esta pelea, con el dolor y la brutalidad que nace del amor, Koltès encontró la metáfora perfecta”. Pero la guerra de Argelia es un contexto un poco lejano, incluso en la obra, en la que opera como referencia, y La vuelta al desierto se desarrolla en la provincia francesa. Recuerda que el eje de la obra es una hermana que vuelve a su casa a reclamar no sólo su herencia, sino también su derecho a estar en esa ciudad, en la que tiene varias cuentas pendientes que saldar. O sea que se trata de un entorno familiar, de una pelea entre hermanos, en un contexto político particular, que habla de la identidad, de la patria, de cuál es la patria y la tierra de estos personajes.

En escena

Esta es la primera ocasión en la que la reconocida actriz Isabel Legarra –que integra el elenco estable desde 1987– trabaja bajo la dirección de Calderón. Dice que, si bien cada dirección impone sus particularidades, el trabajo de Calderón es muy intenso, sobre todo en relación a los personajes. “Él propone que la palabra anteceda a la acción, y por eso es muy direccional hacia el trabajo del otro: hay que estar muy conectado porque se construye a partir del otro. Y, además, la reacción tiene que ser inmediata. No hay mucho tiempo para la reflexión o para la introspección del personaje. Es hacia afuera; apunta a provocar un resultado con eso que estás diciendo”, observa la actriz que en 2010 trabajó en Roberto Zucco, otro clásico texto de Koltès.

A Legarra la seduce su impronta, su temática social comprometida con el presente, con el relacionamiento, su visión del mundo y de cómo nos vinculamos con nuestro entorno. Más que nada, dice, retomando la idea de Calderón, desde el comienzo se plantea la tensión entre los hermanos y todo lo que traen consigo. Se da una situación de gran violencia entre ellos, y no la pueden resolver. Desde su rol, hace hincapié en que, desde las primeras escenas, la obra cuenta con una característica particular: se llega a un punto máximo de conflicto, y después el autor propone otro tratamiento del tema; comienzan a tomar protagonismo y a expresar su punto de vista otros personajes. “Sigue siendo la misma historia pero es como si la miraras desde otra perspectiva. Para uno como actor es interesante, porque se llega a un punto máximo, y después se debe sostener esa construcción. Y el trabajo sigue siendo exigente e intenso aunque no haya una violencia expuesta. Incluso adopta un lenguaje un tanto más impersonal, y se distiende en apariencia, porque el tema de la guerra y el sentido de la vida siguen estando presentes”.

Reconoce que, en paralelo, también se trabaja sobre la violencia y el sentido que se le asigna a la vida. En cuanto a eso, recuerda una escena en la que un personaje se pregunta por qué debe ir a la guerra y qué significa eso. Qué es ser un héroe, qué es la vida, y qué sentido tienen. En suma, es “el ser humano arrastrado a una violencia política, y también involucrado en una violencia intrafamiliar en la que se forma, y que también determina su lugar”. Por eso para ella es tan importante la relación entre el miedo y la guerra, ya que, en definitiva, advierte que “se trata de una familia que vive detrás de muros, protegida del exterior. Y si bien no somos soldados, con nuestra palabra determinamos lo que está pasando; estamos influenciando, e intentamos modificar la realidad”.

La vuelta al desierto, de Bernard-Marie Koltès, dirigida por Gabriel Calderón. Con Andrea Davidovics, Pablo Varrailhón, Isabel Legarra, Fernando Vannet, Leandro Ibero Núñez, Florencia Zabaleta, Jimena Pérez, Luis Martínez, Gabriel Hermano y Fernando Dianesi. En la sala Verdi. Viernes y sábados a las 20.30; domingos a las 17.00.