“Tranquilo, porque la gata está explorando”, dice Gabriel Peluffo, sentado en un sillón de su apartamento en Parque Batlle, mientras su mascota felina merodea por todos los rincones posibles, incluidos los que forman las piernas del entrevistador. El cantante de Buitres nos recibió en su hogar porque hoy, mañana y el próximo sábado (siempre a las 21.00) su banda tocará en La Trastienda a las 21.00. Cuando ya no le quedaban lugares por explorar, Peluffo abrió la puerta a su gata para que saliera a pasear. Ya volverá.

Hace cuatro años que Buitres no saca un disco con material nuevo. ¿Qué está pasando?

Ahora, justamente, estamos al final de ese período de cuatro años. Más que nada es lo que pasó para atrás. El último disco fue extremadamente popular para lo que son las ventas en la actualidad. Estamos hablando de más de 7.000 unidades, que es muchísimo, y en lo que son rankings de escuchas digitales, algunos de los temas de ese disco están en el top ten e incluso empiezan a competir con algunos que ya estaban desde antes en digital. Sin embargo, no fue un disco que la banda saliera a tocar mucho o a defender demasiado, más allá de presentarlo en La Trastienda y en el Velódromo. Rápidamente fuimos otra vez a hacer shows temáticos sobre otros discos y a explorar temas viejos y eso.

¿Por qué no defendieron demasiado el último disco?

Hubo una discusión interna con respecto al disco, cierto revisionismo.

O sea que no todos quedaron conformes.

No todos quedaron conformes.

¿Que vos hayas escrito todas las letras de las canciones tiene algo que ver?

Dentro de una constelación de situaciones, sí, pero más que nada tenía que ver con el criterio del sonido final. No digo que haya sido una ruptura, porque Canción de Cuna... [2007], Bailemos [2010] y este disco [Canciones de una noche de verano] son muy distintos. Pero este en particular contó con un muy buen estudio y una muy buena producción. Vino un productor de rock internacional, Jimmy Rip, e interpretó que los temas iban para ese lado. En realidad, hasta que no estuvo el producto final no hubo mucha oposición por parte de los integrantes de la banda. Te hablo en forma general, porque yo soy el que quedó más conforme con el material. Y me parece que las letras están muy buenas, pero eso también me lo reconocen mis compañeros. Capaz que me dijeron: “Loco, te hiciste todas las letras, podrías haber dejado alguna”.

¿Ahora están trabajando en un disco nuevo?

Sí, después de mucho tiempo, muchos amagues y muchas instancias de composición, finalmente estamos trabajando. En principio, nos propusimos hacer grupos de temas. Porque en la banda también se discute si hacer temas aislados, en grupo, u otro disco. Ahora los artistas más jóvenes largan dos o tres temas cada cuatro meses. Pero Los Estómagos tuvo sus cuatro obras y Buitres va por 12. A mí me cuesta pensar en mostrar algo nuevo que no sea una obra, un grupo de temas, por lo menos diez.

¿Ves una diferencia entre las composiciones de Pepe Rambao y de Gustavo Parodi?

Sí, Gustavo trabaja sobre ideas bastante concretas. Trae temas que se basan en la melodía o en el clima, te trae un concepto. Rambao tiene una idea para desarrollar, aunque a veces trae cosas ya con melodía, como históricamente ha hecho, por ejemplo con “Condenado el corazón”. “A cartas vistas” la trajo prácticamente entera, Gustavo y yo sólo le hicimos un arreglo en un ensayo.

El documental sobre la banda que salió el año pasado, No es un día más, está muy centrado en los fans. ¿Tienen recelo de mostrar sus vidas o la interna de la banda?

Tenemos una forma de trabajar bastante similar a la que tuvo Los Estómagos en su momento: trabajamos desde cierto grado de conflicto. Si eso se trasladara a lo personal, no estaríamos juntos, pero tiene que haber cierto conflicto. Me parece que el arte está un poco en el conflicto. Es muy delicado mostrar una melodía o una letra, te estás desnudando, y cualquier crítica que te hagan, hasta de cambiar una palabra, se está metiendo con lo que hiciste, con tu ego, pero de eso se trata una banda. Nuestro relacionamiento es bastante particular, es más que nada un ámbito de intercambio, un taller de creación.

El sello Bizarro acaba de reeditar en vinilo el compilado Graffiti [1985], en el que está la famosa versión de “Cambalach”" que grabaron Los Estómagos. En la actualidad esa canción la cantás en plan tanguero. Desde el punto de vista de aquella actitud punk de posdictadura, de romper con lo establecido, ¿hacerla tanguera no es como ceder?

No lo veo así. Es una canción que fuimos a buscar porque nos parecía que tenía vigencia y armó el despelote que pensábamos que tenía que armar. Ahora canto un tango, nada más. En realidad, el efecto que tuvo en ese momento la versión de “Cambalache” tampoco se compara con el que tiene cuando la tocamos ahora [con Buitres]. El otro día la tocamos en Buenos Aires y para mí no es lo mismo, no tiene nada que ver.

Hay un aura de culto y mito que rodea a Los Estómagos. ¿Creés que es sólo por la música o también por el contexto de aquella época?

Realmente llamaba mucho la atención. Pasaba algo. Ahora es muy difícil que algo te llame la atención y que lo empiece a querer un grupo de personas que se ven identificadas por cuestiones filosóficas, estéticas, artísticas, musicales o generacionales. En aquel momento, se hablaba de la banda en los medios de comunicación, y dividía las aguas. El sonido era nuevo. Yo escuchaba las canciones que traían a los ensayos Gustavo y el Hueso [Fabián Hernández] y no las había escuchado en ningún lado, y en cierta forma fue así. Sobre todo el primer disco, que está lleno de sonidos y melodías... Podés encontrar cosas similares en los discos que escuchábamos de punk o afterpunk, tienen mucha personalidad, y eso generó una corriente de simpatías y antipatías. Cuando se hizo un poquito grande, nos tiraron con todo, como le pasó a las demás bandas.

Los Estómagos era básicamente afterpunk, y con Buitres pasaron al punk más tradicional. ¿Fue un cambio a conciencia o tuvo que ver la falta del Hueso, que se supone que era el más oscuro?

Al pasar a Buitres nos liberamos de un montón de la carga que tenía el nombre, y en principio lo que hicimos fue apelar al rock de los 50 y a hacer covers, hasta que salió la oportunidad de grabar el disco y empezamos a componer. Las primeras composiciones son similares a las de Los Estómagos. “Azul”, que seguimos tocando, me parece más un tema de Los Estómagos que de Buitres. Y “Avril” es de Los Estómagos pero parece de Buitres. Hay una transición ahí. Y Rambao componía diferente, trajo otras cosas.

La canción “Buitres”, que dice “toca Buitres y si muero hoy / el cielo puede esperar”, ¿no es un ejercicio de ego un poco desmesurado?

Sí, puede ser, pero el momento en el que apareció el tema era muy particular. Fue en 2001. Nosotros la estábamos peleando bastante. En 2000 habíamos salido de vuelta al ruedo, con un compilado que se llamaba Buitres 10 años. Para mucha gente era una banda vieja que cumplía una década e iba mucha gente a verla pero en realidad para nosotros fue un relanzamiento de la banda, y gracias a eso volvimos a tocar en todo el país y la banda explotó. Se generó una cuestión muy grande entre la banda y el público. Nosotros veníamos del tiempo de haber perdido todo el público, de no haber podido tocar y de presentar Rantifusa [1998] en el boliche ese donde vendían el revuelto de gramajo, para 80 personas, más o menos –no entraba más gente–. Era nuestro primer disco independiente y todavía estaba toda esa discusión de si éramos una banda que estaba en el final. Ese disco [Buena suerte... Hasta siempre] en realidad no necesitaba el tema, pero yo no sabía que “Carretera perdida” iba a terminar siendo la canción más popular. Eso era algo que tenía Parodi de hacía tres años o más, la hizo en la armónica, quiso meter unas gaitas y no sé qué, entonces me dio la impresión de que era un tema medio institucional, como para festejar el show, y había un poco de eso. Yo laburaba todo el día y tocábamos todos los fines de semana. El día del show yo estaba en el laburo y pensaba que de noche me tenía que ir a tocar. La letra es eso. Pero lo mágico no es la letra, sino la melodía, que encanta serpientes. Voy por la calle y los chiquilines todavía me la cantan.

Hablando de letras: ¿“Que pena me da”, de 2003, era para Jorge Batlle?

Sí, capaz que es una canción un poco injusta para Jorge Batlle. Pero era una canción repentista, del momento, de la bronca de la crisis. “Que pena me da verte llorar” era por cómo se había puesto a llorar [luego de pedirle disculpas al entonces presidente de Argentina, Eduardo Duhalde, por aquello de “los argentinos son una manga de ladrones del primero hasta el último”]. Es muy dura con Batlle, y probablemente sea injusta, pero es como si la hubiera hecho una murga, es el popurrí de un carnaval. A mí me gusta la letra. Es mía. No la tocamos más porque fue algo del momento. Pero en ese disco, Mientras, está “Perdiendo el trabajo”, que habla de una situación que se vivió en un canal de televisión, del que echaron a todo el mundo en la víspera de Navidad, y está “Soy del montón” y “Mientras”. Es un disco que habla de la crisis. En realidad, con Batlle estábamos todos recontra calientes. Capaz que ahora, como soy una persona inteligente y madura, puedo recapacitar sobre lo que es un presidente de la República y el rol que tuvo, pero en ese momento a Batlle lo queríamos matar.

¿En las letras que estás empezando a trabajar para qué lado vas?

Te quiero aclarar que me quedé muy conforme con las letras de los últimos discos. Me gustan mucho, trabajé mucho y me parece que están buenas. Me puse una vara alta.

Igual, no creo que un músico llegue a decir que para él algunas letras que escribió son malas.

Hay letras de la discografía de Buitres con las que yo no estoy tan conforme. No puedo decir cuáles porque después la gente se ofende. En la primera mitad de la vida de Buitres yo escribía más o menos la mitad de las letras, las otras las escribían Gustavo y Pepe, muchos de los éxitos los escribieron ellos dos, o sea que yo no soy el letrista de la banda. A veces pego en el clavo y a veces no. Hay cosas que no me conforman mucho pero están para atrás en el tiempo. En cuanto a los últimos tres discos estoy muy conforme con lo que escribí.

Después de los toques con Buitres vas a dar otro show con tu álbum de tango, De barro y asfalto [2017], el 12 de diciembre en Bluzz Live. ¿Qué recepción tuvo el disco?

Fue muy buena. A la gente le gustó y el disco se vendió. Estoy muy conforme con el espectáculo de tango que armé, con [Julio] Cobelli, [Andrés] Poly Rodríguez y el maestro Néstor Vaz. La elección que hice fue difícil, tocar en teatros y no en boliches.

¿Cómo vieron esta nueva faceta tus compañeros de Buitres?

Bien, saben que me gusta el tango de toda la vida. A mí me vino bien para cantar, porque quiero cantar mucho, y algo distinto está bueno.

¿Siempre te consideraste cantante?

Sí, yo compongo gracias a mis compañeros que me incitaron a hacerlo. Después, cuando conocí al Pepe, me invitó a componer con él, y me mostraba cosas. Me abrió la cabeza en cuanto a la música, a la literatura y a un montón de cosas; adquirí realmente el gusto por la composición, pero básicamente soy cantante.

¿No te dio miedo meterte de grande con algo tan sagrado como el tango?

Me dio el respeto que te da la distancia, pero cuando escuché la versión de “Trenzas” en el estudio de grabación me di cuenta de que podía cantar, y por eso la puse primero en el disco y grabé el video.

¿Seguís sin hacer ninguna canción de Carlos Gardel?

Ahora sí, porque nos invitaron a tocar en Maroñas, en el Gran Premio Ramírez. Fue una experiencia alucinante. Cobelli me dijo que había que cantar los tangos burreros de Gardel (“Leguisamo solo”, “Por una cabeza” y “Soy una fiera”) y a partir de ahí me metí. Yo no me quería meter para nada con Gardel, no porque no me guste, sino al contrario, porque me parece un lugar muy peligroso para meterse. Es muy difícil, tenés que cantar muy bien todo el tiempo, estás muy expuesto.

Te imaginás a Gardel cantando una de Buitres?

No, no, son dos cosas realmente muy diferentes.

Pero vos cantás las de Gardel.

Sí, pero son versiones, no imitaciones.