El miércoles 19, a las 19.00, en el Centro Cultural de España (Rincón 629), se presentará el cortometraje que el colectivo La Casa del Árbol realizó sobre el proyecto de divulgación científica Los niños que cuentan ciencia, del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE). Este año la experiencia se desarrolló con un grupo de quinto año en la escuela 123 de la localidad de Cerrillos, en el departamento de Canelones, donde durante tres meses alumnos, docentes y científicos trabajaron en torno a contenidos de genética de la conservación, microbiología, neurociencias, y ecología y evolución (las cuatro temáticas correspondientes a las divisiones institucionales). En ese marco, La Casa del Árbol ofreció talleres de creación audiovisual para construir, junto con los niños, una historia de ficción que abordara los conocimientos incorporados sobre la biodiversidad y el medioambiente.

Desde sus inicios, siguiendo los lineamientos de su fundador, el IIBCE se ha propuesto como uno de sus objetivos fundamentales la promoción de la importancia de una educación científica basada en la indagación, la curiosidad y la capacidad de los niños para descubrir el conocimiento. En ese marco fecundo, entre diversas iniciativas, en 2015 surgió el proyecto Los niños que cuentan ciencia, ante un llamado de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación, y en 2016 se echó a andar en cuatro grupos de sexto año de escuelas públicas de Montevideo, para luego extenderse al interior del país. Los investigadores que integran el equipo son Natalia Mannise, Yanina Leone, María José Albo, Laura Montes de Oca, Camila Pavón, Mauro Martínez, Vanessa Amarelle, Cecilia Taulé, Diego Roldán, Marcela Martínez, Florencia Arredondo y Victoria Boix. “Lo novedoso de este proyecto es que planteamos la participación de los niños generadores y dispersores del conocimiento científico entre sus pares, mediante la generación de contenidos”, destacan sus responsables. De esta manera, los niños experimentan la ciencia tanto en el salón de clase como en el laboratorio, y de una manera lúdica en talleres que incluyen el juego, la actuación y la narración. “Si bien desde el inicio sabíamos que el proyecto tenía una fecha de inicio y una fecha de finalización, en el transcurso nos dimos cuenta de que los niños disfrutaron enormemente de la instancia, que se logró el objetivo de desmitificar conceptos erróneos respecto de la ciencia y que se generó material educativo de calidad, fácil difusión y con un gran potencial en la popularización de la ciencia”, señalan en su página web.

El primer año el trabajo se plasmó en una miniserie, que fue presentada en la sala de Cinemateca de Lorenzo Carnelli, en 2017 en el ciclo de cine al aire libre en el Jardín Botánico, en el 7º Festival de Cine Infantil Ojo al piojo (Rosario, Argentina), en el IIBCE abierto, etcétera. Este año se propusieron producir un cortometraje único que nucleara los cuatro ejes temáticos abordados. Ese trabajo es el que se podrá ver el miércoles en el CCE. la diaria conversó sobre la experiencia con el productor audiovisual y docente Álvaro Adib, de La Casa del Árbol.

¿Cuáles fueron los desafíos de mostrar la ciencia contada por niños?

El mayor desafío no está en el trabajo con los niños sino en el trabajo con los adultos. Los límites disciplinares son zonas llenas de tensiones y potenciales conflictos. En este caso trabajamos en el marco de un proyecto que cruza el campo de la educación, el del arte y el de la ciencia. Esto que es el mayor valor del proyecto y donde está su mayor riqueza, también es lo que plantea los mayores desafíos. El mayor desafío fue negociar los puntos de ingreso de la fantasía y el juego a un relato que tiene la necesidad de transmitir información científica precisa. Creo que lo compartimos con todos los productores de contenidos que se meten en el mundo de la divulgación científica; puede resumirse como que el desafío es mostrar la ciencia sin dar clase de ciencia. Los niños de hoy olfatean cuando un contenido en el que ellos buscan entretenimiento se propone enseñarles algo de forma solapada. La clave está en buscar formas de enamorar a los niños del conocimiento, en lugar de buscar la manera de insertarles conocimiento.

¿Cómo fue la participación de los niños protagonistas de la experiencia?

La historia del cortometraje fue creada a partir de ejercicios de creación propuestos a los niños durante el desarrollo del proyecto. Intercalados con los talleres de ciencia, ofrecimos talleres de lenguaje audiovisual en los que planteamos estos ejercicios. De ahí surgieron las principales ideas argumentales que dieron forma a la historia final. Nuestro trabajo fue pulir e hilvanar todas esas ideas en un único relato y pensar cómo filmarlo. Cuando llegamos a una primera versión de guion literario lo compartimos con el grupo, hicimos correcciones, discutimos cómo filmar algunas de las partes y definimos quiénes iban a actuar. Luego de eso, fuimos dos jornadas más a la escuela especialmente a rodar.

Es un relato atractivo tanto por el acercamiento a la ciencia como por los protagonistas. ¿En qué les interesó enfocarse?

El foco está puesto en las temáticas científicas que plantean las investigadoras del IIBCE. Ellas trabajan en cuatro áreas bien definidas y sobre sus temas de estudio es que ofrecen talleres a los niños. Nuestro trabajo, en el marco de este proyecto puntual, consiste en hacer una especie de traducción de esos contenidos científicos concretos a un lenguaje audiovisual en el que buscamos estimular lo fantástico para enriquecer el relato y que ese relato conecte con niños que no fueron directamente partícipes de la propuesta. Volviendo a la pregunta, lo que nos interesa desde La Casa del Árbol es enfocarnos en las articulaciones posibles entre el saber científico y el saber artístico para dar espacio al juego y la imaginación. Esto, que parece un eslogan, es nuestra principal motivación. Explorar formas de contar en las que haya espacio para incluir lo que los gurises proponen. En casos como este, sin distorsionar el conocimiento científico que se desea transmitir. En otros casos, en los que no estamos ajustados a demandas puntuales de proyectos específicos, dejando mucho más margen para ese vuelo. Estamos convencidos de que la fantasía también es un sistema de conocimiento.