Hay creadores de la industria audiovisual que se distinguen por lo atractivo de sus diálogos. Woody Allen destilaba neurosis en cada uno de los personajes que interpretaba y llegó a transformar a Kenneth Branagh en su avatar para la película Celebrity. Quentin Tarantino es una máquina de generar frases sueltas que el mundo repetirá hasta el hartazgo. Y Aaron Sorkin tiene debilidad por escribir conversaciones en las que se vuelcan toneladas de información al espectador en unos pocos segundos.

Si lo de Sorkin es una suerte de partida de ajedrez verbal, las ficciones de Amy Sherman-Palladino se han caracterizado por los encuentros de esgrima entre sus protagonistas, menos pedagógicos que los de su colega, pero pronunciados por seres comunes y corrientes, que podrías cruzarte por la calle (si vivieras en Connecticut o en la Nueva York de los años 50).

La fama de Amy llegó con la serie Gilmore Girls, recientemente resucitada, que seguía la vida de la treintañera Lorelai y de su hija adolescente Rory. Alcanza con ver unos minutos de cualquier episodio para encontrar ejemplos de las ingeniosas charlas escritas (en su gran mayoría) por ella y su esposo, Daniel Palladino.

Luego de la sexta temporada del programa y como sucedió con Dan Harmon en Community, la creadora se vio obligada a abandonar a su polluelo, aunque en esta ocasión fuera por diferencias contractuales con el estudio. Y al igual que Harmon, Sherman-Palladino tuvo su dulce venganza cuando, tiempo después, regresó por la puerta grande.

En medio hubo un par de proyectos que pasaron sin pena ni gloria, y todo parecía indicar que estábamos ante la presencia de una one-hit wonder de Hollywood. Hasta que Amazon Studios la invitó a participar en su temporada de pilotos en 2017 y The Marvelous Mrs. Maisel se convirtió en uno de los episodios más populares de este experimento. De inmediato le dieron luz verde por dos temporadas; había vuelto a frotar la lámpara.

La serie cuenta las aventuras de una abnegada esposa neoyorquina, que ve desintegrarse a su matrimonio y no encuentra mejor forma de desahogarse que frente al micrófono de un club de comedia. Apadrinada por el legendario Lenny Bruce, deberá luchar contra los prejuicios de la época y contra su propia inexperiencia como comediante.

Además de la buena respuesta del público, la primera temporada arrancó con el pie más derecho que uno pueda imaginarse, ganando tanto el Globo de Oro como el Emmy a la mejor comedia, así como esos mismos galardones en la categoría de actriz de comedia para Rachel Brosnahan, la mismísima señora Maisel.

El 5 de diciembre desembarcó en Prime Video la segunda temporada de esta creación original de Amazon, con otros diez episodios muy disfrutables, aunque no se presten tanto para el “atracón”, por andar cerca de la hora de duración y fundamentalmente por la densidad de sus guiones.

Cuando volvemos a encontrarnos con Midge, parece haber dado un paso atrás en sus dos carreras: condenada al infierno de un call center luego de una visita escandalosa en su trabajo y con dificultades para conseguir lugar en los clubes por encontrarse en una lista negra. Eso le enseñará a no meterse con Sophie Lennon.

La diferencia más importante con la primera tanda de episodios estará en un par de subtramas que la alejarán temporalmente de Nueva York: primero será un viaje al viejo continente y luego unas vacaciones en un resort exclusivo, donde quizás encuentre una nueva oportunidad en el amor.

Sin embargo, los elementos más destacados están presentes. Uno de ellos es la brillante musicalización, que junto con el diseño de producción nos trasladan a una versión romántica de la Gran Manzana. La elección de cada uno de los temas musicales es tan buena como en cualquiera de las películas de Guardianes de la galaxia y en muchos casos dan ganas de anotar el nombre de la canción para escucharla más tarde (puede identificarse gracias a aplicaciones como Shazam o utilizando las opciones del reproductor de Amazon).

El elenco principal no sufre modificaciones y sigue encabezado por la brillante Brosnahan, quien dota a Midge Maisel de un simpático balance entre inocencia y mala leche sin convertirla ni en una lista ni en una listilla. Junto a ella, Susie (Alex Borstein) aporta el resto de la mala leche y nada de inocencia como la mánager de esta artista en ascenso.

La relación entre ellas vuelve a marcar el pulso de la serie y por momentos se ve sacudida por el estrés que sufren. Los Palladino también juegan con la diferencia de clase de ambas mujeres, pero también tienen bien claro que la historia no está contada desde la perspectiva de Susie. No esperen una revolución del proletariado, al menos hasta la tercera temporada.

Si en Barry las palmas se las llevaba el veterano Henry Winkler en su papel secundario del brillante y tonto Gene Cousineau, aquí también tenemos a un actor de reparto que se roba cada uno de los segundos que tiene en pantalla. Tony Shalhoub es un viejo conocido de la televisión, habiendo interpretado durante ocho temporadas a Adrian Monk, el detective obsesivo compulsivo de la deliciosa Monk.

En esta ocasión es Abe Weissman, un profesor universitario que comparte muchos vicios con aquel hombre defectuoso, aunque en un envase mucho más funcional. Un Monk light que por momentos funciona incluso mejor que el original. Su esposa, Rose (Marin Hinkle), tiene grandes momentos, aunque su arco se pierda entre tantos personajes más dramáticos.

A veces en paralelo y a veces en trayectoria de colisión con Midge se encuentra su ex esposo Joel (Michael Zegen). Sus idas y vueltas le dan al vínculo una tridimensionalidad y un realismo comparable a la relación entre Kim y Jimmy en Better Call Saul, aunque aquí estemos ante un realismo cómico.

La experiencia judía está en el ADN de la serie y se pone de manifiesto con cada aparición de los padres de Joel (interpretados por Kevin Pollak y Caroline Aaron), y en los episodios que se desarrollan en la colonia de vacaciones. Allí aparecerá Zachary Levi, justo antes de desembarcar en el cine de superhéroes con la película Shazam, sacudiendo un poco la soltería de nuestra protagonista.

Sobre la cuestión feminista, The Marvelous Mrs. Maisel deja que las acciones digan más que los discursos, e incluso en esta Nueva York de colores pasteles y borrachos simpáticos se nota el esfuerzo de Midge por triunfar en un terreno reservado para los hombres. Como dice en un momento (bueno, algún discursito hay): “Los hombres se pasan diciendo que las mujeres no son graciosas, que sólo ellos son graciosos, pero pensá esto: la comedia está impulsada por la opresión, la falta de poder, el abandono y la humillación. Ahora, ¿a quién demonios describe eso mejor que a la mujer?”.