El cascanueces es el ballet perfecto para que una persona que nunca haya visto ballet clásico vaya a verlo, porque está muy bien construido coreográficamente y la partitura musical es casi de perfección; fue la última que hizo Tchaikovsky, que ni siquiera llegó a verla interpretada. Uno cierra los ojos y ve todas las escenas. No hace falta ver la coreografía porque a través de la música ya te imaginas el baile”. Así describe el bailarín y coreógrafo español Igor Yebra, director del Ballet Nacional del SODRE (BNS), la legendaria obra de Tchaikovsky, que se podrá disfrutar hoy, mañana, miércoles, jueves y viernes en el auditorio Adela Reta, a cargo de la Orquesta Juvenil del SODRE –dirigida por Ariel Britos– y su Coro Nacional de Niños.

“Además, hay algunas escenas de marionetas, de teatro negro; entonces, es un espectáculo en el que hay prácticamente de todo lo que se puedan imaginar y más”, agrega Yebra.

Esta versión tiene una coreografía da la bailarina argentina Silvia Bazilis, que la diseñó especialmente a solicitud de Julio Bocca, ex director del BNS. Yebra señala que la coreografía respeta bastante los cánones de la tradición del ballet clásico y de las infinitas versiones de El cascanueces –a lo largo de su carrera, el propio Yebra participó en siete versiones distintas–. La obra –que cuenta con dos actos– está basada en una adaptación de Alejandro Dumas (padre) del popular cuento “El cascanueces y el rey de los ratones”, del multifacético escritor prusiano Ernst Theodor Amadeus Hoffmann. Trata sobre la joven Clara Stahlbaum y un juguete que recibe de regalo por Navidad: un cascanueces que cobra vida y la introduce en un mundo lleno de muñecos, fantasía, magia y todo eso.

Yebra suplantó a Bocca hace un año, y cuando se le pregunta cómo lo lleva el cargo al frente del BNS contesta con humor: “Todavía sigo aquí, no me he tomado el avión de vuelta; al final, en la balanza pesan más las cosas positivas”. Señala que tanto los bailarines como todo el equipo del ballet están haciendo “un gran trabajo”, y además destaca la fidelidad del público.

“Espero que vaya creciendo y cada vez sean más los que sigan al ballet. Hay una apuesta cultural por el ballet que me motiva a continuar. Para mí el ballet es casi lo más importante, porque si tú te das cuenta el ser humano lo primero que hace es moverse”, dice, y subraya que antes de que existiera la palabra los humanos hacían rituales de danza para pedirles a los dioses que lloviera para que la tierra fuera más fértil. “Llegó antes que la palabra, es intrínseco al ser humano. Un bailarín debe tener conocimiento de todo porque tiene que esculpir su cuerpo, pintar figuras en el aire con sus movimientos y contar historias como se hace en los libros, y todo eso a través de la música”, enfatiza Yebra.

El director señala que cualquier actividad llevada al plano profesional puede ser insana, aunque sea maravillosa; no obstante, piensa que la danza debería enseñarse obligatoriamente en la educación formal, desde los primeros años, porque a través del trabajo con la elasticidad del cuerpo se enseña la armonía, la coordinación, etcétera. “Como deporte es lo más sano que hay. Siempre debería haber una clase de danza; para la gente mayor es algo más que recomendable”, agrega.

Al preguntarle a Yebra cómo va su estadía en Uruguay y qué es lo que más le atrae de nuestro país, también contesta con humor: “¿Más allá del dulce de leche y del asado? Soy vasco, y nos gusta comer bien”. Agrega que estuvo en los cinco continentes y al final, al viajar mucho, se dio cuenta de que “el ser humano es el ser humano en cualquier lugar del mundo”. “Lo que más me sorprendió –y vuelvo hacia lo mío porque es lo que amo– es ese apoyo para que resurgieran el ballet nacional y el auditorio. La escena teatral que hay en Montevideo es increíble. Hay obras de todo tipo y actores increíbles, no pensaba que fuera así”, finaliza.