El director Eduardo Cervieri, habitualmente asociado al Teatro Circular y a exitosas versiones de Julio César Castro y Roberto Fontanarrosa, llevó a escena Niños expósitos, una obra del argentino Rafael Bruza (al que muchos recordarán por su papel de Tatita en la obra Terrenal, de Mauricio Kartún), en la que dos monaguillos tejen un plan: apropiarse de la Parroquia de Santa Aludiges. Para esto deberán prescindir del padre Roberto, pero se enfrentarán a la interrogante de cómo vivir entre la tentación de la carne y lo espiritual. Interpretada por Félix Correa y Carlos Rodríguez, esta puesta –que va los viernes y sábados a las 21.30 y los domingos a las 20.00 en el Teatro Circular– se presenta como una comedia de humor y reflexión, en la que se cruzan temas como la religión, el poder y la ambición.

Consultado, Cervieri comenta que lo que le interesó del texto, más allá de lo religioso, y la presencia-ausencia de Dios que “desvela implícitamente a estas dos pobres criaturas”, fue el vuelo poético que mantiene el texto. “La acción se desarrolla en una modesta parroquia ubicada en un pueblo chico y perdido del mundo”, donde “los protagonistas fueron abandonados de niños”, de modo que están alejados del ritmo vertiginoso de la ciudad. Y por eso mismo, se decidieron por un ritmo acorde a este contexto, aunque “la peripecia de la acción imprima varios giros dinámicos” precipitados por los acontecimientos.

En cuanto al proceso creativo, el director cuenta que priorizaron la construcción de los personajes de acuerdo a la propuesta estética de la obra. “Carlos y Félix hicieron una creación tan jugosa y sólida de Eustaquio y Heriberto que seguramente podrían seguir con vida después de esta aventura ‘divina’”, admite.