Debieron ser trillizas, pero una murió en el parto y de inmediato fue sustituida por los padres, que nunca revelaron cuál de las tres Marías no era su hija de sangre. Ahora que la madre agoniza y previene a los parientes de su enfermedad hereditaria, la disputa por la legitimidad mutó en el deseo de ser la adoptada. “Son 50 minutos de hiperrealidad”, dice Alicia Garateguy sobre La extravagancia, que se estrena esta noche en Espacio Teatro (la misma sala en la que protagonizó el éxito Los padres terribles, casi una década atrás).

El espectáculo que dirige Daniel Romano utiliza un gancho que pega en varios órdenes: “¿Por qué pensar que una familia es la mejor manera de organizar los cuerpos en el espacio?”. La fragmentación del teatro de los 90 se hace patente en esta comedia negra, segunda de las obras que Rafael Spregelburd agrupó en su “Heptalogía de Hieronymus Bosch”, un desmesurado proyecto en el que tomó como modelo el cuadro conocido como la rueda, la mesa o el Tablero de los siete pecados capitales y de las cuatro postrimerías, de El Bosco, para escribir siete piezas teatrales y representarlas simultáneamente en siete salas porteñas o montarlas sucesivamente durante una semana. De ese modo construyó, además, La inapetencia (1996), La modestia (1999), La estupidez (2001), El pánico (2002), La paranoia y La terquedad (2008).

“Mi Heptología personal, lejos de reflejar la angustia del hombre de la Edad Media, intenta dar testimonio de la caída de otro orden –el Moderno,un orden que creíamos el nuestro– formulando las preguntas que acompañan a nuestra propia turbulencia. ¿Dónde está la desviación cuando ya no hay centro? ¿Es posible la transgresión cuando no hay ley fundante?”, sostenía el autor en la edición de las tres primeras (Buenos Aires, 2009, Atuel).

Por la vuelta

Desde hace un buen tiempo no pasa más de un mes sin que Alicia Garateguy –una de las voces más reconocibles del dial– muestre su faceta de actriz, ya que junto a Adriana da Silva creó Madres Inc, un show de stand-up que presentaron abundantemente en distintos escenarios. Pero hace cinco años que no se enfrentaba a una obra de teatro. La última vez fue con La boda, de Bertolt Brecht, bajo la dirección de Alberto Zimberg, que tras cumplir una temporada en el Club Uruguay recorrió 30 barrios capitalinos y salió también al interior.

“Fue tan enriquecedor como agotador. Y me di cuenta de que no quería ensayar más meses de noche. Es que para mí la noche se hizo para el disfrute y el descanso, no para trabajar. Sí las funciones, porque son puro disfrute compartido. Un día se lo dije a Cristina Morán, con quien nos queremos mucho, y me dijo: ‘Neeeeena... no hagas nada que no quieras hacer. Buscá a los que te sigan y disfrutalo’. Así que encontré la obra, al director, armé el equipo, que es un dream team del que no me separaré fácilmente, y laburamos seis meses”, recuerda.

¿Por qué esa historia entre la prolífica escritura de Spregelburd, también actor, director y traductor? “Veo sus obras hace más de 20 años, acá y en Buenos Aires”, cuenta Garateguy. “La extravagancia la vi allá. Acá se hizo una versión con Susana Anselmi hace mucho pero no pude verla. Luego de tantos años sin volver a investigar y después de una obra coral como La boda, donde hacía un papel chico, quise trabajar mucho, profundizar. Por eso empecé a buscar unipersonales de autores que me gustaran mucho. Apenas la releí, recordé cuánto me había gustado y se la pedí”.

Parte del desafío es que una sola intérprete tiene que encarar tres papeles –algo que el dramaturgo pide explícitamente– y lo que implica esa multiplicidad de identidades. “No fue fácil”, admite la actriz. “Las tres tienen de mí y de muchas mujeres que conozco. Las tres son, en su locura, verosímiles y deben ser necesariamente distintas, porque el público vería natural que tres hermanas de la vida real se parecieran, pero jamás toleraría eso en el teatro. Había encarnado Miss Uruguay durante 35 minutos sola y en Frida hacía cinco personajes, pero en momentos puntuales y en un elenco múltiple. Nunca así”.

No se escuchan

Spregelburd elabora en La extravagancia “una poética de la ‘desintegración’, tanto desde el punto de vista del argumento de la pieza, como a partir de los procedimientos teatrales”, sostiene la investigadora argentina Milena Bracciale Escalada: “En el primer caso, muestra la desintegración de la familia y la incomunicación de sus miembros, ya que estos no se escuchan, se cortan el teléfono continuamente, se maltratan y se desinteresan unos por otros. Esta incomunicación está evidenciada a partir de la forma en que estos personajes construyen sus discursos. El autor deconstruye las nociones tradicionales de diálogo y monólogo, como ya dijimos, pues estos discursos no son ni una cosa ni la otra. A pesar de que está la ficción de los tres personajes, podría pensarse todo el discurso como un monólogo, ya que es una sola actriz la que lo emite. Sin embargo, justamente porque interpreta distintos personajes, lo que pretende gestarse entre ellos es un diálogo”.

En el tono acordado para esta puesta sobreviven el melodrama y el absurdo que propone Spregelburd. “Fuimos tan creativos como respetuosos”, adelantan sus versionadores locales. “Agregamos imágenes, creamos un programa de televisión de verdad, desde donde habla uno de los personajes, las tres hermanas cantan, y creamos escenas que apenas se sugieren en la obra. Pero fuimos muy cuidadosos a la hora de respetar exactamente lo que el texto expresa y desde el estilo que allí se marca”.

Para el investigador Jorge Dubatti, toda la producción dramática de Spregelburd tiene en común el lenguaje como principio de realidad: “La mayor perturbación de las piezas de Spregelburd radica en su capacidad de mostrar que detrás del lenguaje no hay realidad ni sustancia humana posible, sólo ilusión de referencia”. Es así que “el lenguaje desemboca en el lenguaje” y “la gradación en el uso de este artificio va deslizándose de lo cómico a lo trágico”.

¿Qué interpretación le da la actriz a esa obsesión con los fonemas que tiene una de las Marías? “Creo que Spregelburd aborda temas complejos desde el planteo de situaciones bastante conocidas y cotidianas”, dice Garateguy. “Y así como los berrinches de sus personajes no requieren explicación, ellos expresan la complejidad de su pensamiento a través del lenguaje. Un poco como hace Leo Maslíah cuando canta un bolero en formato devolución de psicólogo de diván”.

La extravagancia. Sábados a las 21.00 en Espacio Teatro (Mercedes 865, reservas al 2900 0316). Actuación: Alicia Garateguy. Diseño de escenografía y vestuario: Hugo Millán. Dirección: Daniel Romano.