Continúa en la sala central, en la planta baja del Museo Nacional de Artes Visuales (Tomás Giribaldi esquina Julio Herrera y Reissig), la exposición Trilogía: Colombia, México, Uruguay, conformada por parte de las colecciones SURA de Colombia y México más una selección del acervo del propio museo. Las 82 obras de 48 artistas son básicamente pinturas.
Es una oportunidad imperdible de acercarse a la obra de artistas clave del siglo XX, como los mexicanos Diego Rivera, Frida Kahlo y David Alfaro Siqueiros y el colombiano Fernando Botero, más allá de que no se trate de piezas representativas de los momentos más característicos de sus obras. Por decirlo burdamente: a no esperar una escultura de Botero, porque hay una pintura, ni un autorretrato de Frida, porque lo que hay es un retrato de su hijo, ni, obviamente, murales de Rivera, José Clemente Orozco o Siqueiros. De este último, sin embargo, se puede apreciar Entrega de juguetes (1961), una pintura de alto impacto político, que además dialoga con otro sector de su obra que el museo posee.
Además de los ya mencionados, hay trabajos de artistas que no suelen llegar por estos sures, como los mexicanos Celia Calderón, Federico Cantú, Francisco Moreno Capdevila, José Chávez Morado, Rafael Coronel, Alberto Fuster, Jorge González Camarena, Saturnino Herrán, Ernesto Icaza, María Izquierdo, Pablo O’Higgins, Emilia Ortiz, Alfredo Ramos Martínez, Jesús Reyes Ferreira, Rufino Tamayo, Emilio Baz Viaud y Francisco Zúñiga. Los otros colombianos son Rodrigo Arenas Betancourt, Débora Arango, Alejandro Obregón, Pedro Nel Gómez, Enrique Grau, Eduardo Ramírez Villamizar, Andrés de Santa María, Domingo Moreno Otero, Fídolo Alfonso González Camargo, Augusto Rendón, Horacio Longas, Luis Alberto Acuña, Elsa Zambrano, Beatriz Daza, Lucy Tejada, Gabriel Montoya y Francisco Antonio Cano.
La selección uruguaya es realmente top, tal vez demasiado. Aunque suene chauvinista, las obras de Torres García, Barradas, Blanes, Figari, Leonilda González, Hilda López, Carlos Federico Sáez y Petrona Viera (cuya exposición de grabados continúa en la planta alta) pertenecen a momentos o facetas más logrados que las del promedio de los visitantes. Lo que, en realidad, es otra razón para acercarse al museo.