Durante la Guerra Civil Española, en el sitio de Madrid, se representó una recordada farsa de Federico García Lorca llamada El retablillo de Don Cristóbal, a cargo de actores y titiriteros combatientes. Hoy a las 21.00 el teatro El Galpón presentará una nueva versión: Lorca en las trincheras de Madrid, con dirección de Adhemar y Ximena Bianchi. La puesta en escena alterna actores, títeres y canciones de la República española, con un elenco de 30 actores, en su mayoría integrantes de la escuela del teatro El Galpón.

Casi 20 años después de haberse exiliado en Buenos Aires, esta será la primera vez que Adhemar Bianchi volverá a Montevideo para producir un espectáculo; este actor y director integró la primera generación del teatro Circular, hasta que en 1973 debió exiliarse en Argentina. Después de un largo derrotero, en 1980 se mudó a La Boca y tres años después fundó el grupo de teatro comunitario Catalinas Sur, que con el tiempo se convirtió en una gran referencia del medio, reivindicando el arte popular de calidad y las historias individuales y colectivas que apuestan por recuperar la memoria y el espacio público.

Sobre aquella época, Bianchi cuenta que era gremialista en la Administración Nacional de Puertos, pero después de la huelga general lo echaron. “Como no conseguíamos laburo me fui para Buenos Aires. Y cuando llegué a La Boca y vi el barrio de monoblock me recordó mucho a las cooperativas, porque es un barrio muy lindo que tiene jardines al medio, y dije ‘acá quiero vivir’”. Aunque aún no lo supiera, su vínculo con el teatro comunitario ya había comenzado a gestarse: en 1980, cuando pudo volver a Montevideo, participó en los Juegos de AEBU (Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay, donde se organizaban competencias de deporte, ajedrez, shows musicales y teatrales). “Eso me quedó grabado, y junto a la experiencia que tuvimos a mediados de los 60, cuando hacíamos espectáculos en la calle con Pepe Estruch, se volvió algo pendiente. En 1983, cuando me pidieron que diera clases en La Boca, propuse hacer un entrenamiento de teatro al aire libre, en la plaza. Así nació lo comunitario, porque eran muchos vecinos. Después se multiplicaron muchos grupos comunitarios, y ahora hay cerca de 50”, dice. Ahora a Catalinas Sur la integran cerca de 300 personas (entre 80 niños, 35 jóvenes-adolescentes, 70 que integran la orquesta y 100 actores).

Cuando se refiere a la esencia de Catalinas, Bianchi no duda en que el trabajo sobre la memoria, la identidad y la celebración lo define como un grupo comunitario: “La celebración –no en el sentido ritual– se da por crear en conjunto, porque lo que hace Catalinas es crear un marco que se completa por la creatividad de la gente, que es mucho más que lo que la misma gente supone. Más allá de que en 35 años ya contamos con un elenco que no tiene nada que envidiarle a los profesionales. Y lo que tiene que ver con la memoria se trabaja por partida doble: una se vincula con el trabajo, la inmigración y el lugar de donde venimos, y otra con la historia, que se convierte en una forma de pensar el futuro”.

Sobre la dinámica del grupo, Bianchi cuenta que todo vecino puede participar luego de pasar por un período de entrenamiento. “Los encargados de la dirección, de plástica, canto y música son personas que tienen formación. Y nosotros no le ‘perdonamos la vida’ a nadie, sino que seguimos trabajando hasta obtener un muy buen nivel. Ahí el prejuicio sobre lo comunitario se tambalea, porque se puede encontrar vecinos intérpretes que son mejores que muchos actores. Los espectáculos son muy cuidados y muy profesionales”, advierte. En cada puesta se dedican a trabajar sobre lo épico, y “50% tiene que ver con cantar”, porque “es mucho más fácil bajar un concepto a través de una canción, y que además cuente con una poética”. “De repente decir algo en una canción es mucho más fuerte y sintético que armar un diálogo entre tres personajes”, admite, y esto es lo que se trabajó en Lorca en las trincheras de Madrid. “Te diré que, sin desconocer lo que implica Lorca en sus obras dramáticas, me encantan sus juegos escénicos. Porque a su vez él rinde tributo al viejo teatro de la comedia del arte, al teatro popular. Cuando me plantearon hacer una puesta española propuse a Lorca, y planteé hacerlo como lo presentaban en el frente de Madrid porque, al ambientarse en la época de la República, le sumamos las interrupciones de las noticias que llegaban al frente de batalla. En el elenco todos son brigadistas, y contestan cantando –colectivamente– las canciones de la República. Entonces el espectáculo cobra una cuestión épica, porque por un lado se da un juego escénico, gracioso y encantador, como lo hace Lorca, y por otro lado una épica muy importante, que además nos remite a un posible homenaje a aquellos que han muerto por ideales. Hablar de un nosotros en una época del yo nos parece importante”.