Para el alemán Friedrich Nietzsche no había nada más hipócrita que eliminar a la propia hipocresía. Escrita por Molière en 1664, Tartufo es una comedia que vuelve sobre sus temáticas preferidas, como las relaciones por conveniencia, a la vez que satiriza la hipocresía del mundo religioso y, por extensión, las prácticas que rigen en la sociedad que lo sustenta. Considerada una de las obras clásicas de la literatura dramática, Tartufo encarnó al hipócrita religioso: se trata de un impostor que quiere apropiarse de los bienes de Orgón. Pero, como sucede algunas veces, los que descubren su verdadero propósito son Orgón y su madre.
Hoy a las 20.30 en el teatro Stella (Mercedes 1805) Sergio Dotta dirigirá una nueva versión del texto, junto a Jorge Bolani, Cristina Morán, Diego Artucio, Noelia Campo, Juan Gamero y María Mendive, entre otros. Esta será la primera vez que Bolani trabaje con un texto de Molière, y lo hará mediante el personaje de Tartufo, “dos razones que motivan a aceptar el desafío”, asegura. En cuanto a la lectura contemporánea de la puesta, el actor valora que aquello que Molière criticó hace 400 años – en un contexto en el que lo cortesano convivía con lo religioso (durante el reinado de Luis XIV)–; como denuncia a la hipocresía y la doble moral, tiene una correspondencia con nuestros tiempos”, ya que hoy se pueden rastrear “falsos devotos o directamente impostores en nombre de las buenas costumbres” que sólo practican bajo “la mirada de los demás”.
Para él, el centro del espectáculo no es tanto la actitud de Orgón, sino el hecho de ser “seducido y cegado por la personalidad de Tartufo, a un punto que su conducta de burgués acomodado deviene en una figura ridículamente crédula, aún en sus estallidos temperamentales y furibundos”. Adelanta que la puesta en escena de Dotta sigue los lineamientos de adaptación que exploró uno de los dramaturgos clave de la dramaturgia argentina, Roberto Tito Cossa (La nona, Tute cabrero), cuando en 1986 optó por una lectura que enfatizó lo político y social, con identificables apuestas humorísticas. Y la continuidad consiste, fundamentalmente, “en el tratamiento de un lenguaje en prosa (Molière la escribió en versos alejandrinos) que la acerca a oídos contemporáneos, y también con la construcción de un final diferente al del original, sin que traicione el espíritu del autor, y más bien agudizando la percepción de los males que nos aquejan”.