Sebastián Santana, nacido en Argentina en 1977 y residente de nuestro país desde 1984, se mueve entre las artes visuales: ilustrador, fotógrafo, historietista, diseñador, realizador audiovisual... Desde portadas de discos a libros infantiles, ha sido parte de diversas muestras colectivas y también hizo varias individuales, como Montevideo (2013) o Nonatos (2003).

Ayer comenzó a exponer Micromemoria porteña, una especie de diario caprichoso en el que registró su estadía de casi dos años en la ciudad chilena de Valparaíso. Con él dialogamos un poco antes de la inauguración.

Lo de “porteño” es un poco juguetón, porque acá esa palabra hace pensar en Buenos Aires, y no en otros puertos, como Valparaíso.

Eso es verdad, el gentilicio “porteño” acá en Montevideo nos lleva casi que inevitablemente a la gente de Buenos Aires. Pero tras dos años de vivir en Valparaíso, esa palabra me pasó a significar otra cosa: primero a entender que de nuestra parte hacia alguna gente de Argentina (muchas veces de forma facilonga, genérica, como cuando identificamos a todo español como “gallego”) el término “porteño” es dicho casi que despectivamente; luego, que nosotros (en Montevideo) haríamos bien en tomar esa palabra como gentilicio, ya que nos correspondería, y tercero (y más importante) que la palabra “porteño” pasó a ser en mi lenguaje una palabra feliz, ya que la gente de Valparaíso se llama a sí misma “porteña” con ganas, con orgullo, con una cosa de identificación fuerte en relación al resto de Chile. Ellos son los porteños, son los habitantes de una ciudad que, para quienes la conocieron, será por siempre inolvidable. Y me resultó precioso sentir ese cariño por el lugar de donde uno es. Así que yo también soy porteño.

¿Los cuadros/boletos están acompañados de otros textos o hay que interpretar tus garabatos?

En realidad la obra completa es una cinta de 123,47 metros de largo, armada con boletos pegados entre sí y dibujado y escrito en forma de un relato gráfico continuo, donde fui narrando la memoria de la vida que tuvimos con mi compañera en Valparaíso. Almaceno la obra en forma de rollo por un tema de practicidad, pero su cuerpo concreto es esa tira larga que te digo, con el relato hecho a tinta china y plumín (por cierto, se puede ver completa en https://issuu.com/, aunque considero que la mejor forma es verla en persona, caminando el perímetro donde está colgada). Ahora bien, en relación a los textos y los garabatos, sé que la escritura es bastante difícil de leer, por la forma en la que fui escribiendo, así que ahí hay una exigencia para el público, o en todo caso una invitación a interpretar (y algo para mejorar por mi parte en futuras obras). Para esta exposición en particular, María Yuguero, la curadora, me propuso escribir unos textos a partir de algunos fragmentos en particular. Hice una primera selección de 48 imágenes, de esas quedaron 17, y ese conjunto se presenta como un relato paralelo, ampliado (en todos los términos) en relación a la obra original. Aunque también se trata de un re-relato muy parcial, una forma de volver a contar algunos acontecimientos, en un lenguaje breve. Es decir, está la cinta completa, que es la obra madre, y están también estos pequeños relatos, que son a la vez ampliaciones y reducciones de la cinta total.

¿Cuál es el nexo entre esta muestra y tu intervención en Máquina Felisberto, la colectiva de 2014?

Hay tanto un nexo formal como un vínculo conceptual. La obra que realicé para esa exposición fue una especie de transcripción gráfica, imitando algo de la notación musical tradicional de algunos cuentos de Felisberto. Leía una parte, dejaba de lado, me ponía a dibujar de memoria la sucesión de acontecimientos que recordaba. No ilustraba, transcribía, en tinta china y plumín sobre papel de notación musical, con los tamices de la memoria y mis propias limitaciones, la narración de Hernández. Ese mecanismo de trabajo me sedujo mucho, generaba un estado de elaboración cercano a algo performático, netamente vivencial; no había necesidad de bocetar, lo que contaban era la honestidad y la concentración del momento. Y además obligaba a una forma de dibujo sintético, rápido pero también que tuviera un atractivo visual, que tenía que resultar como escribir en letra manuscrita pero dibujando, usando todo lo aprendido y elegido en mi carrera como ilustrador y llevado a un mínimo-máximo. Mínimo de gesto y escala, máximo de expresividad y sentidos. Además, esa línea de dibujo fue un aprendizaje que tiene que ver con el libro Palabra y lo que cuento ahí en términos de narrativa global: por qué uno termina dibujando como dibuja, por dónde pasó, qué buscaba. La adaptación del último cuento está en la misma línea que esto; necesito dibujar de esta forma, es el lenguaje que empezó, finalmente, a cuajar en mí. Y en relación a la motivación de hacer la cinta de boletos ilustrados sobre la vida en Valparaíso, lo que también pasó fue que necesitaba generar, en un espacio neutro, ajeno y lejano, una forma de obra y un taller que me sirviera de refugio. Entonces fui juntando los boletos de los viajes en bondi (porque además son lindos, se parecen a los que había acá cuando era gurí, y encima hay muchísimos diseños distintos), pegándolos en un rollo simplemente para poder almacenarlos de alguna forma, y una buena mañana me cayó la ficha de que, para una vida de valijas y mudanzas, no había nada mejor que ir haciendo una obra portátil. El tema, la vida allá, vino solito, por lo rica e intensa que fue la vida en Chile, y por lo bella que es la ciudad.

Si alguien llegara apurado a la muestra y sólo tuviera tiempo para meterse en tres cuadritos, ¿cuáles le recomendarías vos? ¿O no se pueden separar?

Le recomendaría dar una vuelta completa al perímetro, tratando de mirar de una sola vez las ocho líneas que resultaron del montaje (perímetro de 15 metros, cinta de 123,4 en total, ocho vueltas), y hacerse de eso una impresión del tiempo transcurrido, tanto el propio en su recorrido como el relatado en la cinta.

Micromemoria porteña. Se puede visitar de lunes a viernes de 9.30 a 17.00 en la Sala Carlos Federico Sáez (Rincón 575) hasta el 6 de junio.