Cuando en Netflix uno todavía podía llegar hasta el final y revisar casi todo su catálogo, una producción original creada por Tina Fey captó la atención del público y siguió haciéndolo cuando el servicio de streaming comenzó a multiplicar su oferta.

La premisa de “la irrompible Kimmy Schmidt” era tan absurda como posible: cuatro mujeres permanecían 15 años encerradas en un búnker subterráneo, engañadas por un falso pastor. Al regresar a la superficie, los medios de comunicación las bautizaban “las Mujeres Topo de Indiana” y se convertían en un fenómeno viral. Pero esta es la historia de una sola de ellas.

Kimmy (Ellie Kemper) es una optimista incurable, que atravesó gran parte de su adolescencia en un cruel e inenarrable encierro, pero que vio la luz del sol con una sonrisa en su rostro. Las circunstancias la llevarán a la ciudad de Nueva York, donde conocerá al elenco de esta comedia reidera.

Su ladero incondicional, su roomate negro y gay que desafía todos los estereotipos y sale triunfante, es Titus Andromedon (Tituss Burguess). La química entre ambos personajes se mantuvo y creció durante las temporadas, con un Titus que nunca pudo salir de la cuasi indigencia y se animó a coquetear con el amor.

El resto de los personajes recurrentes estaba compuesto por una millonaria superflua y con pocas luces interpretada a la perfección por Jane Krakowski, mientras que Carol Kane es Lillian, la casera de la recién llegada y su extravagante amigo. Con el correr de los episodios, Unbreakable Kimmy Schmidt irá armando su propio Springfield, un poco menos poblado que el de los Simpson, pero con personajes de segunda y tercera línea que construirán una Nueva York tan colorida como el guardarropa de la protagonista.

Los libretos nunca olvidaron la siniestra situación vivida por Kimmy. Periódicamente se abordaron temas como el estrés postraumático, la forma en que cada sobreviviente encaró el resto de su vida y cómo el reverendo Richard Wayne Gary Wayne (Jon Hamm) continúa siendo una presencia nefasta desde su encierro. Claro que lograron hacerlo desde un lugar “luminoso” y sin sacrificar una sola risa.

Muchas de esas risas, cabe aclarar, están basadas en juegos de palabras que suelen perderse en la traducción, así que aquellos que sepan inglés pueden ver la serie con los subtítulos en su idioma original, como para no perderse nada de los jugosos diálogos.

Esta historia de la “chica nueva en la ciudad” que debe adaptarse a un mundo que cambió en su ausencia tiene al menos un elemento negativo: como en casi todas las producciones originales de Netflix, el tiempo de espera entre un capítulo y otro es de apenas cinco segundos, así que es muy fácil engancharse y depredar todas las temporadas en pocos días. Están advertidos.