El 24 de setiembre de 2007 los espectadores de CBS conocían a Leonard y Sheldon, dos jóvenes dispuestos a hacerse unos dólares convirtiéndose en donantes de una clínica de semen. Pocos minutos eran suficientes para conocerlos: inteligentes pero sabelotodos, con pocas habilidades para la interacción social, en especial el más alto de los dos.

Estos dos compañeros de apartamento estaban por enfrentarse a un acontecimiento que les cambiaría la vida y que daría el puntapié inicial a la serie: frente a la puerta de su vivienda, al otro lado de un corredor que incluía un ascensor eternamente fuera de servicio, acababa de mudarse una chica muy atractiva llamada Penny. Para Leonard fue atracción física a primera vista, y desde ese instante buscó por todos los medios llamar su atención y convertirse en su pareja. Otros dos nerds (uno con ínfulas de casanova y otro patológicamente tímido) completarían el elenco principal de The Big Bang Theory.

Ese año Netflix apenas comenzaba a experimentar con el streaming después de años ofreciendo alquiler de DVD por correo, y todavía no se hablaba de una era dorada de la televisión, quizás porque recién eran sus primeros pasos, así que los componentes de aquella sitcom eran los tradicionales: era grabada a varias cámaras frente a una audiencia en vivo, lo que ocasionaba risotadas después de cada remate, para dejar en claro dónde estaban los momentos graciosos.

Otro ingrediente que rompe los ojos, en especial cuando uno mira los primeros episodios a la distancia, es la necesidad de caricaturizar a cada uno de los personajes para que el público los identifique. Los cuatro hombres son versiones diferentes del nerd introvertido y con habilidades para las ciencias exactas, que además son geeks, porque se apasionan con toda clase de entretenimiento basado en la fantasía, la ciencia ficción y los superhéroes. Del otro lado, y más allá de que su personaje (como todos) haya evolucionado con los años, está una “rubia” que cree en el horóscopo y sueña con ser actriz pero solamente trabaja como moza en un restaurante.

Cuesta creerlo a la distancia, pero los números no fueron los mejores en las primeras temporadas. Recién el tercer año estuvo liderando en su canal y al cuarto se convirtió en la comedia más vista de la televisión estadounidense, cortando un reinado de ocho años de Two and a Half Men (que compartía a su cocreador, Chuck Lorre). Semejante exposición frustró a algunos ñoños, que criticaron la forma en que la serie los retrataba, olvidando que la exageración es un elemento siempre presente en esta clase de ficciones. De todos modos, a esa altura y gracias a un esfuerzo conjunto, lo geek ya no estaba mal visto.

Con el tiempo se incorporaron nuevos personajes, equilibrando las presencias femeninas, con resultados dispares dependiendo de a quién se consulte. Lo cierto es que el rating se mantuvo alto y los salarios de los cinco originales se dispararon a un millón de dólares por episodio. De todos modos, todo concluye al fin y nada puede escapar. Todo tiene un final, todo termina y The Big Bang Theory concluirá luego de su décimasegunda temporada, que en el norte comenzó a emitirse en el pasado mes de setiembre.

Aquellos suscriptores de Prime Video, el servicio de televisión a demanda de Amazon, tienen a disposición las 11 temporadas completas, para ver de primera mano qué tan respetuoso es el tratamiento de esta “tribu urbana”. Lo único cierto es que el tratamiento dado a Aquaman en más de un episodio no está a la altura de lo que merece un personaje tan admirado a lo largo y ancho del planeta.

La gallina del Globo de Oro

Si hay un personaje a destacar como hallazgo en el que se afianzó el éxito de la serie es el de Sheldon Cooper. Más allá de que algunos de sus remates siempre fueron demasiado largos para una comedia con risas en vivo (la audiencia suele pisar sus parlamentos), este genio insoportable se convirtió en favorito del público y también de los críticos, que premiaron al actor Jim Parsons con cuatro premios Emmy y un Globo de Oro. Y fue Parsons quien primero tuvo la idea de generar una precuela alrededor de la infancia de Sheldon, protagonizada por Iain Armitage.

Aprovechando la popularidad de su contrapartida adulta, en setiembre de 2017 se estrenó la primera temporada de Young Sheldon, que también está disponible en Prime Video. Corre 1989 y nuestro niño prodigio vive junto con sus padres y hermanos en un pueblo de Texas, frente a la casa de su meemaw. Aquellos que conocen al dedillo la continuidad del sheldonverso identificarán a los personajes que aparecieron en el presente o fueron mencionados por el “viejo Sheldon”.

La dinámica familiar está bien construida, empezando por la figura de autoridad en la casa. Mamá Mary está interpretada en buena forma por Zoe Perry, que (en uno de esos datos tan simpáticos como inútiles) es hija de Laurie Metcalf, quien interpreta a Mary en The Big Bang Theory. Papá George (Lance Barber) también tiene un buen corazón, pero termina siendo el blanco de los chistes. La abuela Meemaw (Annie Potts) adora a su nieto y siempre está dispuesta a hacer un comentario gracioso. ¿Quieren sentirse viejos? Potts fue Janine, la recepcionista de Los cazafantasmas en las dos películas originales.

Con respecto a los otros dos hermanos Cooper, Georgie (Montana Jordan) es un alumno por debajo del promedio que vive a la sombra pequeña de su hermano, mientras que Raegan Revord como la melliza Missy Cooper es la gran sorpresa de la serie. Esta niña imprime mucha comedia a cada uno de sus bocadillos y nunca tiene suficiente tiempo al aire.

El principal inconveniente de la serie, a diferencia de la original, es que todo el peso recae sobre el inadaptado genio. Por mejor acompañado que esté y por más que Armitage lo deje todo en cada frase, cuando el guion se centra demasiado en Sheldon el resultado no es el mejor. Cuando se potencian las subtramas y se deja espacio para el resto de la familia, llegan los mejores momentos.

Para peor, las complicaciones generadas por el protagonista no suelen recibir la pena necesaria y cada vez que lo castigan es por las razones incorrectas. Pero bueno, todos hemos sido niños y eso siempre sucede.

Otro elemento que atenta contra el producto, al menos en esta primera temporada, es la falta de una dirección. Personajes secundarios aparecen y desaparecen de la serie y al final cada uno de los 22 episodios (que no suelen llegar ni a los “reglamentarios” 22 minutos) parece estar pensado para mirarse en cualquier orden. Se mezcla el humor religioso con el escolar y el científico, según para dónde sople el viento.

Young Sheldon no es ineludible. Sin embargo, resultará suficientemente atractiva a los fans de The Big Bang Theory, en especial si el doctor Cooper es su personaje favorito. Eso sí, deberán acostumbrarse a que haya menos chistes por minutos y a la falta de las risas de la audiencia, así que prepárense para reír solamente donde ustedes quieran.