Es 20 de octubre de 2019. Tarde en la noche, me siento frente al televisor y escucho un ruido de estática seguido de una suerte de coro celestial, que indican que comienza una producción de HBO.
Si el párrafo inicial les recuerda a los diálogos del Doctor Manhattan, no es ninguna casualidad. Reseñar la temporada que acaba de terminar es un poco como vivir dentro de la mente del personaje sobre quien giró el último tercio de Watchmen, la creación de Damon Lindelof.
Así como Jon Osterman (Manhattan) no experimenta el tiempo desde una perspectiva lineal, volver sobre una serie también implica volver en el tiempo a un montón de momentos de su emisión e intentar recordar lo que uno sintió en cada oportunidad. Los primeros episodios, por ejemplo, sirvieron para acomodar las piezas en el tablero. Lindelof y compañía nos cacheteaban con la masacre de Tulsa en 1921 y echaban por tierra una de las primeras “malas interpretaciones” de las entrevistas previas al estreno. Había circulado por ahí, en esa obsesión por el titular que genere más clics, que este remix del cómic de Alan Moore y Dave Gibbons no tendría tanta política, en el sentido más amplio de la palabra.
A los pocos minutos del primer episodio, el show había ganado un montón de enemigos en Estados Unidos, particularmente entre hombres blancos que sienten cada reivindicación de aquellos que no son hombres blancos como una persecución voraz. Como si los hombres blancos no siguieran siendo los dueños de las cosas y de los relatos (este hombre blanco, por ejemplo, está construyendo el relato de lo que significó Watchmen para él).
Durante sus nueve episodios, la serie tomó riesgos. Ese fue el primero, que incluyó convertir al personaje más popular de la saga ochentera en un símbolo del white power. Rorschach, con su máscara en constante movimiento y su actitud desafiante, era el favorito de muchos lectores. Pero también se convirtió en ídolo de unos cuantos que no veían más allá del atuendo cool y la violencia catártica.
El segundo riesgo fue tomarse su tiempo para contar una historia que, a la luz del final de temporada, es tan redonda como una fórmula matemática. Sin embargo, en tiempos en los que los tráilers de una película te resumen la trama seis meses antes del estreno, esta modalidad pudo espantar a más de uno.
El sentimiento de “¿qué demonios está pasando?” era mucho mayor si uno no había leído el cómic original (de eso, sus precuelas y secuelas hablamos en una nota anterior). En la primera hora de televisión, mientras todavía nos preguntábamos por qué los policías de Tulsa usan máscaras, Angela Abar (Regina King) ve llover calamares y reacciona como quien ya pasó varias veces por eso.
La paciencia dio sus frutos y tarde o temprano todos los espectadores conocimos la historia del calamar gigante que explotó sobre Nueva York en 1985, matando a tres millones de personas y uniendo a Estados Unidos y la Unión Soviética contra un enemigo común, justo antes de que empezaran a destruirse entre ellos.
Mucho antes de esto, la serie había echado por tierra otra de las declaraciones de Lindelof, aunque esta vez toda la responsabilidad había sido suya. El famoso “remix” mencionado anteriormente no era tal, sino una secuela pura y dura de los 12 números publicados por DC Comics hace más de 30 años. La historia se centraba en un personaje nuevo, pero con cada entrega descubríamos el papel de los protagonistas originales: Ozymandias (Jeremy Irons), Silk Spectre II (Jean Smart) y hasta el mismísimo Manhattan (¡spoiler!). Looking Glass (Tim Blake Nelson), por su parte, se convirtió en el heredero espiritual de Rorschach.
En medio de todo, uniendo la historieta con la serie, uniendo el pasado con el presente, Angela Abar. Y si cada una de las escenas funcionó fue porque Regina King (ganadora de un Oscar, un Globo de Oro y tres Emmy) comandó al elenco con puño fuerte y siempre estuvo a la altura de las circunstancias.
Los homenajes estaban al orden del día. No solamente hubo guiños, como la policía con nombre de pirata, sino también textos que ampliaban la información de cada capítulo (la Peteypedia en el sitio de HBO) [https://www.hbo.com/peteypedia]. Incluso los momentos menos “realistas”, como la máquina de hipnosis, recuerdan que en el original existían la telepatía y la teletransportación.
Es 24 de noviembre de 2019. A los pocos minutos del sexto episodio, me queda claro que no estoy viendo una hora cualquiera de televisión. Las imágenes en blanco y negro ofrecen una experiencia vívida.
Al igual que ocurrió en la obra original, algunos fragmentos son como fractales y contienen una obra entera dentro de ellos. El quinto episodio del cómic, “Fearful Simmetry”, fue diagramado con viñetas que tenían una simetría, cuyo eje era una página doble al centro de la revista. Y el sexto episodio de la serie, “This Extraordinary Being”, mostraba a Angela viviendo en carne propia los recuerdos de su abuelo, que incluían el peor odio racial y una reinterpretación de la leyenda del primer superhéroe del mundo que dejó de boca abierta a unos cuantos.
Desde ese momento hasta el final de la temporada, Watchmen no paró. Quizás el único pecado fue dejar algunas subtramas abandonadas mientras se revelaba el destino muy mundano del hombre más poderoso del universo, pero seguramente un segundo visionado (merece ser vista dos y más veces) haga que no extrañemos durante tanto tiempo a algunos de los personajes.
Es 16 de diciembre de 2019. Termino de ver Watchmen y me queda la sensación de haber visto un producto planificado de principio a fin, del que se hablará muchísimo tiempo. Es 7 de agosto de 1997. Ponele. No soy tan bueno con las fechas. Termino de leer Watchmen y me queda la sensación de haber visto un producto planificado de principio a fin, del que se hablará muchísimo tiempo.
Los dos finales son relativamente abiertos. Hay planes que se llevan a cabo (o no), pero todas las preguntas son contestadas, algo que el creador del show aprendió con su mala experiencia de Lost. Pero en ambos casos hay algunas cosas que quedan en el tintero. Como el destino del famoso diario en el que Rorschach intentó destapar una conspiración gigantesca que terminó con la explosión de un calamar gigante. O las posibles consecuencias que tendrán los protagonistas de la serie cuando el reloj siga su curso después de los créditos de cierre.
Lindelof no tiene ganas de pensar en una segunda temporada. Al menos no en este momento. Estuvo años diseñando esta obra y sabe que la presión será grande. No tanta como la que tuvo Alan Moore, claro. Es 21 de diciembre de 2019. La reseña se publica.
La Peteypedia | Quienes tengan tiempo pueden disfrutar de un verdadero “manual paralelo” a la serie. Si bien no es necesaria para comprender lo central de la historia, la Peteypedia expande el universo de Watchmen y ayuda a conectar lo que pasó entre el cómic de Moore y Gibbons, ambientado en 1985, y la serie actual, que se ancla en 2019. La enciclopedia recibe su nombre del agente Dale Petey, miembro del FBI e historiador, ya que está basada en sus archivos. En esta ficción, Petey acumula documentos y teorías sobre los héroes enmascarados, que le despiertan tanto temor como secreta admiración, y lo alejan de sus deberes detectivescos mientras cae en la crítica literaria y el ensayo político.