A mediados del año pasado aparecieron en las librerías uruguayas varios tomos de la colección Súper Humor que recopilaban historias de un personaje de historietas (de tebeos) muy conocido para aquellos que leían títulos de la editorial Bruguera en los años 80. Mortadelo y Filemón siempre estuvieron más o menos presentes en nuestro mercado, pero esta vez le tocaba el turno a Superlópez.

La llegada de estos libros de tapa dura no solamente se explicaba por la compra del sello Ediciones B, propietario del archivo Bruguera, a la megacorporación librera Penguin Random House (disclaimer: edito con ellos desde 2006): también se debía al futuro estreno de Superlópez, la película dirigida por Javier Ruiz Caldera que se estrenó en España en noviembre del año pasado.

Este filme no llegó a la gran pantalla de nuestro país, pero fue agregado recientemente al catálogo de Netflix, ya que sus suscriptores no sólo viven de series originales. Era la ocasión perfecta para disfrutar de la (¿primera?) aventura de Juan López en el séptimo arte, desde la comodidad de nuestros hogares o la portabilidad de nuestros dispositivos.

Spaniard of Steel

Quizás el gran escollo al que deban enfrentarse los espectadores de este filme es que se trata, otra vez, de una historia acerca del origen de un superhéroe. Con un lenguaje (oral y cinematográfico) distinto, con una apuesta al humor, pero con ciertos mojones que debe atravesar hasta llegar al momento culminante: nuestro protagonista aceptando su destino y derrotando a su primer gran villano.

Como se trata de un personaje que parodia la mitología de Superman, la historia comienza en Chitón, un planeta que nada tiene que ver con Kriptón. Tanto en esos escenarios cósmicos como en las locaciones españolas, el director Javier Ruiz Caldera se maneja en un registro que está a medio camino del realismo de su película anterior (Anacleto: agente secreto, 2015, ver recuadro) y el absurdo disparatado de La gran aventura de Mortadelo y Filemón (Javier Fesser, 2003).

Parado en ese cómodo punto intermedio, el guion juega con la España que construyeron las tiras y viñetas sueltas de la “Escuela Bruguera” durante décadas. Ese costumbrismo que no estuvo presente en otras adaptaciones de tebeos, aquí es un elemento fundamental no solamente desde lo visual sino en la trama.

“Para ser feliz hay que ser mediocre”, le dice su padre adoptivo a Juan López, el inmigrante llegado de Chitón con pocos meses de vida y un frondoso bigote. Los López son españoles de pura cepa, que le inculcan eso de que “clavo que sobresale, pide martillo”, y generan a un oficinista conforme con su trabajo de escritorio y que solamente utilizará sus poderes en beneficio de los demás cuando no tenga más remedio.

La sugerencia paterna de ocultar las habilidades superhumanas no es el único paralelismo con Man of Steel (Zack Snyder, 2013). Aquí también habrá un antagonista que viene de su planeta natal (Ágata, interpretada por Maribel Verdú) y trata a los humanos como criaturas inferiores, mientras el tipo de la S en el pecho los defenderá hasta las últimas consecuencias.

Adaptation

El guion es de Borja Cobeaga y Diego San José, los mismos de las taquilleras Ocho apellidos vascos (Emilio Martínez-Lázaro, 2014) y Ocho apellidos catalanes (mismo director, 2015). Al menos en esta entrega no se atan a ninguno de los álbumes creados por el historietista Jan, sino que expanden el sintético origen de Superlópez al tiempo que tocan varios de sus ingredientes clásicos y dejan de lado algún otro.

La infancia de Juan López (Dani Rovira) es una sucesión de gags sencillos que recuerdan a la primera página de una aventura de Mortadelo y Filemón. El jovencito empuja a una amiga en las hamacas y uno sabe que terminará mandándola por los aires; el médico le medirá los reflejos y uno ve venir la patada; antes de soplar las velitas de su cumpleaños ya imaginamos a su madre con la cara cubierta de pastel.

A partir de su vida adulta es cuando la película se afirma y atrapa al espectador. Después de las pésimas lecciones de su padre, Juan crece y se convierte en un español del montón, con un trabajo del montón al que llega tarde incluso utilizando sus superpoderes. Su jefe Jaime (Julián López) es también su amigo y la última adición a la oficina es Luisa Lanas (Alexandra Jiménez). Nuestro protagonista buscará reconectar con su antigua compañera de la universidad, mientras evita que Ágata destruya el planeta.

La dinámica entre los tres protagonistas es clave para el éxito de la historia. Rovira parece ser la elección perfecta para Superlópez, aunque haya sido resistido en su momento por quienes lo habían visto en otros roles. Lo mismo ocurre con Jiménez, como la mujer que sabe lo que quiere y no tiene miedo en invitarlo a cenar para conseguirlo. Por último, lo de Julián López como Jaime por momentos asusta de lo parecido que es con el personaje dibujado.

En los 108 minutos de película habrá tiempo para que el despistado Juan caiga por las escaleras, pida “un café con leche y un croissant” en el lugar equivocado, grite “¡mecachis en la mar!” y vuele haciendo cuernitos. Solamente dos elementos se extrañan y uno de ellos no es tan importante: las pajaritas de origami que doblaba durante su eterno horario laboral. Lo que la historia sí podría haber incorporado de alguna forma es a su jefe, el director de esa empresa que vivía cambiando de rubro, y que tuvo papeles destacados en álbumes como Los cabecicubos (recopilado en el segundo de los tomos mencionados al comienzo).

Superdivertida

El humor de Superlópez es sencillo pero efectivo. Está apoyado tanto por los diálogos (“¡Medianía!”) como por los golpes y porrazos tan característicos. El guion juega con los peligros de las nuevas tecnologías, aunque sea sólo una excusa para que el héroe asuma la gran responsabilidad que trae aparejado su gran poder.

La “pelea final” tampoco ocurre en medio de la gran ciudad, y si bien el futuro de la Tierra estaría en jaque, no parece ser lo importante. Lo que la película quiere es que veas a Superlópez golpeando un cacharro gigante, sacándole el jugo a sus poderes y salvando a las personas que quiere. Sencillito, familiero. A la española.

Otra de tebeos

En Netflix también puede verse la mencionada Anacleto: agente secreto, del mismo director de Superlópez. Si la otra era la “primera aventura” de un personaje de Bruguera, esta podríamos decir que es la última. El famoso espía creado por Vázquez debe recomponer la relación con su hijo, que queda en la mira de un terrible villano (llamado Vázquez).

Si bien Imanol Arias hace lo que puede para darle vida a Anacleto, la película nunca termina de definirse entre una aventura de Jason Bourne (mencionada incluso en el filme) o una comedia de espías. Hay tiroteos, persecuciones y escenas violentas, que se intercalan con contados momentos de buen humor, como la escena del suero de la verdad. El resultado queda a mitad de camino y no lo salvan ni las referencias al omnipresente desierto de las historietas ni la presencia del jefe. El pesetero de Vázquez (el dibujante) solamente daría su aval a la película para que aumentara la recaudación y se llevara un dinerillo mayor por concepto de derechos.

Superlópez. Dirigida por Javier Ruiz Caldera. Guion de Jan, Borja Cobeaga, Diego San José. Con Dani Rovira. España, 2018. En Netflix.