Luego de estrenar su ópera prima, El juego de la silla –en 2002, con la que obtuvo más de una decena de premios internacionales–, la talentosa actriz, directora y cineasta argentina Ana Katz (Una novia errante, Mi amiga del parque, Sueño Florianópolis) decidió adaptar para teatro esta película que la consagró como una de las nuevas realizadoras que echan luz sobre el complejo límite entre la cordura y la locura, en su caso a partir de una comedia negra sobre un hijo que vuelve a la casa familiar después de varios años de haber partido. Todos los jueves y viernes de abril y mayo (salvo la Semana de Turismo) a las 20.30, en el teatro Victoria, se presenta una versión de esta puesta familiar, dirigida por Fernando Vannet. La obra cuenta con la actuación en vivo de El Cuarteto del Amor y con un elenco integrado por Elsa Mastrangelo, Fernando Amaral, Angie Oña, Mariana Escobar, Camila Vives y Manuel Caraballo.

Años después de ver esta película, Vannet cuenta a la diaria que, en su momento, sintió una conexión muy fuerte con los personajes y las situaciones a las que se enfrentaban: “Odiarlos y entenderlos al mismo tiempo, reírme y querer huir”, recuerda al evocar su recepción. Admite que, al instante, lo invadió un “sentimiento familia”, y el filme devino en un suceso movilizante. Mientras buscaba material para trabajar en sus clases (de la Escuela de Emociones Escénicas, de Angie Oña), recordó la película. Así fue que conoció la versión teatral, y Fernando Amaral le acercó el texto. “El año anterior a comenzar el trabajo falleció mi padre. Cual Víctor (el hijo que vuelve en la obra), pero por motivos mucho menos luminosos, tuve que volver a convivir con mi núcleo familiar. Reencontrarme, además, con un lugar que no quería para mí, que ya no habitaba: sentir, ver, percibir, reconocerme dentro de una estructura que no permitía cambios”. Y que, a su vez, lo sumía en una sensación de asfixia, de ahogo. “Transité muchas cosas que relaciono con la obra, y trabajando con ella pude entender un poco más el funcionamiento de mi estructura familiar, y reírme o liberar tensiones de aspectos que antes me generaban mucha angustia”. Así fue que decidió adaptarla, motivado por este lugar reconocible, “que nos une, que genera empatía, que permite vernos, identificarnos y hacer catarsis de la mejor manera: liberando las tensiones a través del humor”, ya que, así, “el teatro cumple su función”.