Aunque las comedias, los zombis y los dragones que surcan los cielos de mundos fantásticos parecen colmar la pantalla chica, siempre hay espacio para uno de los más populares y longevos géneros: el policial vive y lucha. Acá, tres ejemplos para curiosear, evitar o sin duda no perderse.

I Am The Night

Al contemplar los primeros minutos de esta miniserie de TNT cuesta mucho convencerse de que no estamos viendo una adaptación de alguna novela de James Ellroy. Su misterio basado en hechos reales retoma justamente uno de los casos que más se repiten en la obra del autor angelino: el asesinato de La Dalia Negra.

En la serie, el punto de partida son las memorias de Fauna Hodel (que oficia, además, de productora de la serie), una muchacha hija de padre blanco y madre negra (interpretada por India Eisley) que un buen día se entera de que todo lo que sabía de su vida era una mentira y que en verdad provenía de una rica familia de Los Ángeles.

En un viaje de descubrimiento, Fauna vinculará su destino al de Jay Singletary (Chris Pine), un fracasado periodista, mientras ambos investigan a quien sería su abuelo, el siniestro George Hodel (Jefferson Mays, que se parece escalofriantemente a Homero Adams).

El juego de realidad y ficción se alimenta por una ciudad que ve cómo hierve lentamente una olla de prejuicios raciales, violencia y brutalidad policial –todo lo cual no hace más que recordar aun más a Ellroy–, mientras Fauna y Jay indagan más y más en el pasado de este sombrío abuelo, que en la vida real fue durante mucho tiempo el principal sospechoso del asesinato de La Dalia Negra (la actriz Elizabeth Short, de 22 años, mutilada y desmembrada en 1947). La acusación lo persiguió hasta después de su muerte, en 1999, y entre sus detractores se contaba su propio hijo Steve, detective de la Policía.

La serie consta de seis episodios de casi una hora y compone tranquilamente sus muchas historias sin desmerecer nunca la principal, el misterio que rodea a George Hodel. A saber: el origen de Fauna, el arco clásico de redención del periodista, el asesinato de La Dalia Negra y el peligro que comienza a amenazar a los protagonistas a medida que investigan. Su propio protagonista, Chris Pine, oficia de productor, junto a la directora Patty Jenkins –al parecer ambos se embarcaron juntos en este proyecto durante el rodaje de Wonder Woman–, quien no sólo oficia de showrunner, sino que además dirige varios episodios.

El sabor de las margaritas

Una de las políticas constantes de Netflix ha sido engrosar su grilla de producciones con aportes de muchos países del mundo. Las series policiales se han visto beneficiadas en particular y los espectadores hemos podido apreciar cómo se encara una investigación o un misterio en Francia, Italia, Inglaterra o en lugares tan exóticos como Islandia.

Sin embargo, en este mismo afán de inclusión, el servicio de streaming ha demostrado una selección tan abarcativa que pareciera que no importaran nunca los niveles de producción. A veces da la impresión de que esfuerzos televisivos muy pobres encuentran cabida dentro de nuestro pago mensual. Probablemente pocos ejemplos ilustren mejor el contenido de mala calidad que a veces enturbia la reputación de Netflix que los seis episodios de El sabor de las margaritas.

La serie sigue a la novata guardia civil Rosa Vargas (María Mera), quien se apersona en el pequeño pueblo de Murias buscando a una muchacha desaparecida. El argumento principal –si bien no el más original– no tiene en un principio demasiadas fallas: la chica desaparecida sólo es la punta de la madeja de algo más grande. Hay una buena cantidad de secretos dando vueltas en el pueblo (que cumple al pie de la letra aquello de “pueblo chico, infierno grande”), y pronto la situación va a cobrar velocidad.

Lo nefasto es lo mal que está presentado todo. La producción es bajísima, las actuaciones harían palidecer de vergüenza ajena a lo peor del elenco de Crepúsculo y la manera en que la serie impulsa su trama –los descubrimientos de Rosa, las caprichosas confesiones que le hacen los secundarios en los momentos que conviene, la deducción de que estamos ante un asesino en serie sólo con una maleta con varias mudas de ropa femenina– hace creer que gracias a Netflix hemos viajado en el tiempo y volvimos a las peores épocas de enlatados en los canales abiertos, cuando nos devorábamos cualquier porquería ante la ausencia de algo mejor.

Hablado por completo en gallego –su título original es O sabor das margaridas–, este esfuerzo de TV Galicia es un disparo por completo fallido. Esto no quita que haya tenido un alto número de televidentes y hasta esté en conversación una segunda temporada. Hay gente para todo.

Bosh.

Bosh.

Bosch

Si hablamos de series policiales, es imposible dejar afuera a la que ocupa el lugar de la flor y nata del género en la actualidad. Bosch, la producción de Amazon que adapta libremente las novelas de Michael Connelly, acaba de estrenar su quinta temporada y mantiene su excelente nivel.

En esta oportunidad el punto de partida es la novela Los dos caras de la verdad –una de las más recientes del escritor–, que propone, como suele hacer cada entrega de esta serie, no menos de cinco argumentos. Los principales son dos: por un lado Bosch investiga un circuito de narcotráfico que involucra venta ilegal de pastillas en farmacias (que deviene en asesinato), y por otro un caso de unos 20 años de antigüedad vuelve a salir a la luz ante nuevas evidencias que amenazan el arresto que nuestro protagonista hiciera por aquel entonces.

Como es costumbre en esta serie, la producción es impecable. Su elenco es impecable: Titus Welliver como Bosch, secundado por los habituales Jamie Hector, Amy Aquino, Madison Lintz y Lance Reddick, con espacio para secundarios de peso de Mimi Rogers (quien se roba a dos manos esta temporada), Paul Calderón, DaJuan Johnson y Ryan Hurst. El ritmo realista, austero, contenido (como su protagonista) la vuelve una serie ineludible para todo aquel que disfruta ya no de buenas series policiales, sino simplemente de buena televisión.

Esta quinta temporada consta de diez episodios sin relleno ninguno y deja el tablero armado para una próxima entrega –ya confirmada por Amazon–, aunque cierra (como suele hacer cada temporada) en sí misma.