Luego de que abre la puerta de su casa y hace el saludo de cortesía, lo primero que llama la atención de Diego Arquero es su tonada al hablar, que no revela exactamente que nació y se crió en Sevilla, pero sí que no lo hizo en nuestras tierras, aunque hace casi una década que vive acá. Tiene raíces uruguayas por su padre y sevillanas por su madre, por eso no resulta para nada extraño que sus influencias musicales sean variopintas. Es miembro de Los Buenos Modales, uno de los grupos de hip hop más destacados de la actualidad, pero con la diaria conversó sobre Aguafiestas (2018), su primer disco solista, que presentó en la noche del sábado en la sala Hugo Balzo del Auditorio del SODRE.
¿Cómo un fan de Joaquín Sabina y Extremoduro terminó haciendo hip hop?
Porque si algo tienen en común Sabina y Robe Iniesta es que ambos escriben muy bien y les dan un valor esencial a las letras. Así lo explicaría fácil, pero me gusta un poco de todo, y es realmente un todo bastante amplio. Soy muy del palo del rock, siempre lo he sido, pero también escucho tango, flamenco, muchas cosas. El rap era lo que tenía más al alcance para ejecutar fácil, sin necesidad de aprender a tocar un instrumento. Siempre me gustaron las letras de las canciones, entonces, era muy fácil buscar bancos de pistas y de ritmos, y escribir cosas. Fue el primer lugar que encontré para expresarme, y lo fui perfeccionando con los años. Pero hoy en día intento ser más artista que rapero, si bien en este momento estoy bastante más enfocado a lo que denominamos rap.
¿Por qué querés que te vean más como un artista?
Por muchas cosas. Para empezar, toqué en una banda de rock que se llamaba Los Nietos de Iván, en la que cantaba y componía las canciones. Después, si voy a hacer un video, me gusta pensarlo, y si hago un show, me gusta transmitir cierto concepto y no quedarme únicamente en “soy un tipo que rapea”. Por eso lo digo, porque me gusta todo lo que tenga que ver con las expresiones artísticas. Algunas las abordo más, otras menos.
¿Por qué no seguiste con la banda de rock?
Nos separamos por situaciones de cada uno, y no la pudimos sostener en el tiempo. A mí me sale mucho más natural el rapeo que el canto, y lo tengo mucho más ejercitado, entonces todo fue tirando para un lado, pero no descarto que en el próximo disco haya más cosas cantadas.
Lanzaste tu primer disco solista, Aguafiestas, cuando al mismo tiempo integrás una banda a la que le va muy bien, Los Buenos Modales.
Sentía que el espacio que tenía para expresarme no era suficiente. Todos los miembros de Los Buenos Modales tenemos proyectos paralelos y los teníamos desde antes. Yo nunca había hecho un disco de larga duración en el que pudiera abarcar toda mi identidad o todo lo que quiero proponer. Entonces, decidí hacer eso, un disco que sentí que me debía a mí y a la gente que me escuchaba y que decía: “Ah, mirá, Arquero, el de Los Buenos Modales”, pero tenían 16 versos míos para escuchar, por eso quise dar más información de la que puedo dar en una banda en la que somos cinco raperos.
Supongo que eso tiene que ver con las letras, más que nada, ya que tu disco es bastante autobiográfico.
Sí, tenía ganas de hacer como un retrato que pasara un poco por todas las facetas de mi personalidad, y por eso hay ritmos distintos, cosas más bailables, más introspectivas, temas de joda, un poco de todo. En Los Modales podía dar sólo una probadita de lo que hago, pero este disco es totalmente autobiográfico. Una de las pocas reglas que me puse al hacerlo fue: “Tenés que poder justificar todas las frases”, si me preguntan sobre ellas.
Bueno, ya que lo decís: “Mezclo ron con Alplacín, / no me pises mi jardín, estoy chill”, del tema “Chill”.
Consumo antidepresivos y ansiolíticos por problemas de ansiedad, aunque ahora ansiolíticos casi nada. Para los que no sepan: el efecto del antidepresivo no tiene pegue en sí mismo, y es acumulativo, o sea, te va regulando, y el ansiolítico te saca la ansiedad durante unas horas; es como si te tomaras un Perifar para que te saque la fiebre. En ese momento mezclaba mucho ese tipo de sustancias con alcohol, que no se deben mezclar, pero me pegaba bien y me cagaba de risa. Era un estado de pensar menos. Yo soy una persona muy pensante y no necesariamente tan productiva. Me generaba una sensación chill: “Ta, ahora no estoy pensando tanto, estoy más suelto, más libre de mí mismo”. Pero después se me volvió en contra. Ya no lo hago más, pero en el momento en que escribí la canción lo hacía.
“Veo a Dios reflejado en la tapa del wáter, / estuvo vomitando y gritando ‘mátenme’”, también de “Chill”.
Me parece una imagen linda. En el wáter hay agua y ves reflejado lo que estás mirando, como Narciso, que se veía reflejado en una fuente y se enamoraba de él mismo. Tiene que ver también con un desperfecto de verse a uno mismo: sos Dios, pero Dios es un tipo que está vomitando. Dios es errante, caótico, un desastre. También me recuerda mucho a una frase de “Exiliado en el lavabo”, una canción del primer disco de Estopa, que es de mi infancia y me gustaba como cita, pero le di otra vueltita.
Esa frase te la engancho con otra de tu autoría: “Dios es sólo un mirón”, de la canción “Sólo un mirón”.
Me encanta el tema religioso y católico, simbólicamente. En la religión judeocristiana se pueden encontrar todos los tópicos con los que vivimos hoy en día, un montón de símbolos que capaz que es donde más busco yo, porque la sociedad en la que me muevo puede ser atea pero ha tenido una formación de este tipo. Se pueden ejemplificar muchas cosas de la vida cotidiana a través de metáforas religiosas. Yo soy medio loquito de los símbolos, y además son símbolos que la gente puede entender, porque si te ponés a hablar de taoísmo capaz que las referencias no se entienden. Va a haber más referencias cristianas en el toque.
“Pa’ tu seudopoesía prefiero un libro”, del tema “Zohan”.
Ese mensaje es para los raperos que creen que rapear es recitar una serie de frases sobre un instrumental que está prácticamente de fondo. Según mi forma de entenderlo, el rap es música, y al ser música tirás las sílabas de cierta forma, como una batería, jugando con un tempo y una atmósfera, tenés ritmo y, si querés, melodía. Si voy a buscar buenos escritores, voy a otro lado. Yo necesito gente que esté haciendo algo más que decirme “mirá qué lindo que escribo”, porque capaz que siempre está cayendo en el mismo lado, y es aburrido lo que pasa a un nivel rítmico. “Seudopoesía” es un dedito en el culo. Yo nunca conocí a un rapero que como escritor sea mejor que [Gabriel] García Márquez. Hacer rap es componer una canción en la que tenés que pensar en todos los puntos, que tenga una vueltita más allá de la letra en sí. A mí me molesta la idea de que los raperos somos como escritores o, peor aun, profetas que vienen a dar un mensaje. Yo soy súper amante de la estética y de la forma, entonces, podés hablar de lo que sea, de estas tijeras que están arriba de la mesa, y hacerlo de una manera súper interesante. Hay millones de canciones de amor: unas son una mierda y otras están buenas, pero el tópico es el mismo; entonces, lo que importa es la forma.
“Mi ángel de la guarda laburando horas extras”, también de “Chill”.
Cuando digo que tuve problemas por mezclar psicofármacos con alcohol –no es lo único–, estaba corriendo un peligro que me ponía yo mismo. De vez en cuando también me lo pongo, pero, por suerte, todo es un equilibrio, y la balanza está inclinada un poquito más para la salud que para la autodestrucción. Pero si existía un ángel de la guarda, lo estaba haciendo laburar como loco. El día que cumplí los 25 fue como “ta, vamos a tranquilizarnos”, un doble festejo. “Vamo’ arriba, feliz cumpleaños y los cumpliste, no te pasó nada, perfectamente te podría haber pasado algo los últimos cuatro meses”. Le aflojé a la boludez, trato de cuidarme más y de no mandarme cagadas.
¿Alguna vez llegaste a colapsar físicamente?
Puedo colapsar de ataques de pánico, que he tenido varios, pero no he terminado en ningún hospital, si esa es la vara con la que se mide colapsar.
No te pregunto por el tema “Clonazefunk” porque es obvio de dónde viene.
Terminé de hacer el disco y me di cuenta de que me faltaban un par de temas. Quería mostrar todas mis facetas, lo escuché y dije: “Acá está sólo Diego serio”, y tengo un álter ego que es Dieguito La Amenaza, que es el que casi me mata, y estaba faltando un poco de eso. Entonces, hice un par de temas, porque no estaba siendo honesto si solamente me ponía introspectivo y serio. “Clonezafunk” es eso, la joda.
Veo que tenés un PlayStation 3. ¿A qué te gusta jugar?
Por suerte no lo vendí cuando me mudé, porque ahora es la diversión de la casa. Juego al Grand Theft Auto V como loco. Cuando era chico no me daba cuenta, descubrí que las historias del GTA están buenísimas, son muy graciosos los diálogos y hay muchísima crítica. Quiero volver a jugar a los anteriores. Antes me salteaba las historias, y ahora no quiero jugar las misiones sino ver qué carajo pasa.
¿Qué significa para vos tocar en el Auditorio del SODRE? Es un lugar en el que no abunda el hip hop.
Más allá del lugar en sí, tiene que ver con la idea de poder hacer un show como tal, y me da el espacio. El SODRE tiene un peso de seriedad y de profesionalismo, y yo venía con ganas de hacer algo que la gente ya espera en el SODRE.
¿Qué extrañás de Sevilla?
La comida, sin dudas. Acá estamos bastante limitados: pasta, carne, pasta, carne. Al uruguayo no le gusta mucho probar cosas nuevas. De hecho, vienen pila de productos de afuera que los prueban y no funcionan.
¿Qué comías allá?
Está todo el tema de las tapas, y es muy barato. O sea, no es sólo la comida sino el precio; sale lo mismo salir a comer a cualquier lugar que cocinarte. Era muy de chupar birra a cualquier hora, y eso lo extraño bastante. Tengo un amigo sevillano, Gaspar, que por una beca se vino a estudiar acá, y el primer día se compró tres birras. Hizo la conversión y dijo: “Uh, no puedo comprarme el litro de birra todos los días. Es muy lindo Sevilla. También extraño mucho la ciudad, arquitectónicamente, más allá de la gente.
¿Entre la gente notás diferencias?
Es bastante parecida, pero no se puede hablar de España como una sola, y por eso hay tantos problemas. Y no es sólo Barcelona ni es sólo el País Vasco, es que realmente son muy distintos entre sí. Andalucía es una cosa que no es el resto. En Sevilla la gente es muy feliz, le gusta mucho salir a comer fuera; es una ciudad que tiene tres bares por calle, les encanta mucho la vida de puertas para afuera, eso es muy lindo, y creo que acá es un poco menos. Para mí Andalucía a veces tiene un problema, cierto tipo de gente que es muy arrogante con su cultura. El uruguayo es bastante modesto, y a veces se pasa de modesto y dice “esto es una mierda”, mientras allá dicen “esto es lo mejor del mundo”, y no es ni una cosa ni la otra. Pero la gente es cálida en ambos lugares, no los estamos comparando con personas de Finlandia, que no sé cómo es, pero hay un estereotipo de que son gente fría. Y en ambos lugares hay mucha música. Acá está el candombe, y allá el flamenco. Yo viví en Triana, que es el barrio del flamenco, tiene mucha historia, y acá estamos en Palermo, o sea que también estoy rodeado de música.
¿Vivís de la música?
Sí, sobrevivo.
¿Cuál es el secreto?
Te voy a decir lo que conscientemente hice bien: entendí que el arte no es un producto, pero una vez que lo hagas, tenés que venderlo como tal. Es decir, el arte no es un producto a la hora de hacerlo, pero después que lo hacés, hay que ponerlo en el mejor paquetito que puedas. En la industria musical pasa mucho que el paquete es hermoso pero lo abrís y no hay nada. En eso se basa casi toda la música mainstream que consumimos. Para mí lo que hice bien fue, una vez que le di a lo que a me sale más natural –que es preocuparme por las canciones–, decir: Bueno, esto ya lo tengo, ¿cuál es la mejor forma que tengo para venderlo?”. Eso implica a la hora de grabarlo, de hacer el arte del disco y que haya decidido laburar con cierto mánager; es decir, saber vender lo que tengo, y confiar en que lo que hago es bueno y tiene valor. Ese es el secreto. Y después está la suerte, que es una hija de puta.