En 1938 Jean Cocteau, que conocía muy bien todos los registros (fue poeta, novelista, dramaturgo, pintor, crítico, cineasta), escribió Los padres terribles, una pieza sobre la desmesura, la infidelidad, las confusiones y los enredos dentro de una familia, que, como la mayoría de sus obras, desafiaba las definiciones y los límites del género.

Entre la comedia y la tragedia, el melodrama y el vodevil, esta irreverente comedia negra consagró a Alberto Zimberg como un gran puestista y director (después de recordados títulos, como Anhelo de corazón, de Caryl Churchill, o El amante, de Harold Pinter) cuando estrenó su versión en 2009, con un elenco integrado por Roberto Bornes, Noelia Campo, Alicia Garateguy, Carla Moscatelli y Sergio Muñoz.

Hoy y mañana, Los padres terribles volverá por dos funciones, diez años después de su estreno. Después de tantas funciones y miles de espectadores (la vieron 115.000 personas), Zimberg reconoce que si bien antes ya venía desarrollando algunos proyectos, como El amante o Anhelo de corazón, que implicaban un riesgo desde “la propuesta estética, el espacio escénico o el lenguaje actoral”, en Los padres terribles la apuesta fue mayor: “Tomé un viejo folletín con ribetes de vaudeville negro y llevé hacia un exacerbado grotesco el drama que lo sobrevolaba, que, lejos de apaciguarlo, lo volvía aun más ácido y terrible. Fue el inicio de tomar autores bisagra e intentar revitalizarlos o darles una impronta más moderna”, plantea.

Así fue que, tiempo después, transitó, por ejemplo, por Eugène Ionesco (con El rey se muere) o Bertolt Brecht (La boda) con el mismo equipo de actores y diseñadores, con quienes creó el grupo Terribles Producciones. Dice Zimberg: “Con Los padres terribles, más allá del reconocimiento de la crítica y algunos premios, llegaron invitaciones a festivales internacionales, giras nacionales y la posibilidad, aquí en Montevideo, de estar varios años en diferentes salas, como El Bardo, la Zavala Muniz, la sala principal del Solís, la César Campodónico de El Galpón. Y en todas las oportunidades el público nos acompañó. Soy consciente de que fue a partir de Los padres terribles que surgieron invitaciones de las instituciones para dirigir a sus elencos”, como fue el caso del Circular, El Galpón y la Comedia Nacional. Y por eso reconoce a esta pieza como un antes y un después en su carrera.

Tanto por lo afectivo como por el reencuentro desde lo artístico, el grupo quiso celebrar esta década y compartirla con el público que ya la vio, con aquellos que sólo han escuchado hablar de la obra y con los que se quedaron con ganas de verla. Esto, inevitablemente, también implicó un reencuentro “con el disfrute de los ensayos, con risas y anécdotas de tantas funciones compartidas. Volver a transitar, desde lo actoral, por un lenguaje expresivo que a lo largo de estos años he desplazado un poco para sumergirme en otras formas de expresión de acuerdo a los diferentes textos y autores con los que me he enfrentado”.

El transcurso del tiempo y la transformación del escenario político y social han enfatizado y renovado ciertas resonancias y lecturas. El director reconoce que la coyuntura ha cambiado, “sobre todo el empoderamiento de la mujer en la sociedad, el concepto de familia y los roles dentro de ella”, pero entiende que, en este caso, “lo que podría cambiar es la mirada del espectador frente a la historia que estamos contando: los vínculos familiares y sus conflictos, la relación de dependencia extrema entre una madre y un hijo, los celos exacerbados. En definitiva, los problemas dentro de las llamadas familias disfuncionales pasaban y pesaban antes, y hoy continúan tan vigentes como hace diez años”.

¿Con qué aspecto de la obra se vincula más? A Zimberg siempre le interesaron aquellas historias con eje en los vínculos, y si esto se daba en el contexto de familias disfuncionales, más aun. “Por eso, abordando diferentes problemáticas, he transitado autores como [Joe] Orton en Atendiendo al señor Sloane, [Mike] Bartlett en Love Love Love, o Dario Fo con La marihuana de mamá es la más rica, en los que siempre estaban presentes los vínculos familiares desde distintos lugares”, dice. En ese sentido, adelanta que para este año tiene previsto dos estrenos: el 17 de agosto, junto con el elenco del Circular, estrenará otra obra de Orton que aún no se ha hecho en Uruguay, El rufián en la escalera, “que toca el tema de vínculos pero desde una pareja muy particular, que se ve amenazada por la llegada de un extraño”, y en noviembre hará La función por hacer, “una moderna versión” de Miguel del Arco de Seis personajes en busca de autor, de Luigi Pirandello, en la que “si bien está muy presente el cuestionamiento de la verdad dentro del teatro, y el juego del teatro dentro del teatro, también aparecen los vínculos familiares como conflicto”.

Los padres terribles. Dirección: Alberto Zimberg. Elenco: Roberto Bornes, Noelia Campo, Alicia Garateguy, Carla Moscatelli y Sergio Muñoz. Hoy a las 21.00 y mañana a las 19.00 en el Auditorio Vaz Ferreira de la Biblioteca Nacional (18 de Julio 1790). $400. Comunidad la diaria y BROU, 2x1.