Puede parecer poco, pero es demasiado para los tiempos líquidos que se nos esparcen entre los dedos. Fue hace cinco años, en 2014, cuando en un abrir y cerrar de ventanas de Youtube Agustín Casanova y su banda, Márama, explotaron con el tema “Loquita”, que hoy ostenta 122 millones de reproducciones.

Luego vino “Noche loca”, junto con Rombai, la banda de Fer Vázquez, y así se consolidó una sociedad de cumbia pop de masividad extrema, instantánea e internacional que no tuvo parangón en Uruguay. A bordo de la explosión, Casanova cruzó el charco, participó en Showmatch y actuó en Simona, pero eso ya es pasado. Hoy, con 25 años, es solista y va lanzando sus temas de a poco; ya no hace planes y deja que la vida lo sorprenda.

Lo último que le cayó fue una propuesta para ser jurado de la versión uruguaya de Got Talent –famoso programa británico de talentos que empezó en 2006–, que se verá en 2020 por Canal 10. El joven músico se presentará hoy a las 18.30 en el ruedo central de la Expo Prado, pero antes, entre ensayos, conversó con la diaria.

Vas a ser jurado de Got Talent Uruguay. ¿Alguna vez estuviste del otro lado de ese tipo de programas, como participante?

Sí, participé en tres programas de talento, y perdí en los tres. Pero me dieron una experiencia linda y tomé las opiniones de los jurados como una enseñanza. Me acuerdo del primero al que fui; tenía ocho años y canté “Sueña”, de Luis Miguel. Después, de más grande, canté unas de Abel Pintos, y generalmente siempre fui para ese lado, de baladas y canciones románticas, porque era lo que me gustaba.

O sea que desde los ocho años ya sabías que querías dedicarte a esto.

Sabía que me gustaba cantar, pero nunca supe que iba a dedicarme a la música. Recién a los 20 años lo decidí, cuando empezó Márama.

Desde la perspectiva actual, ¿cómo ves la explosión de Márama? ¿Qué jugó ahí? ¿Suerte, oportunidad, talento?

Tiene mucho de eso. Más que nada de trabajo duro, que es lo importante. Siempre termino estando orgulloso de mí en cada proyecto que hago. Si sé que no voy a poder dar el 100%, no lo hago. Obviamente, el factor de la suerte pudo llegar a estar, o es que la vida tenía preparado eso para mí. El talento sí, pero igual se construye. Capaz que hay gente que nace con algunos dones y los logra explotar, pero creo fuertemente en que un talento se aprende.

¿Cuál es tu don?

Quizás cantar, pero porque cuando mi familia cantaba en mi casa fui desarrollando el oído, la afinación, que es uno de los puntos más difíciles de cantar. Después el estilo que le ponga, las técnicas vocales, la respiración, las resonancias y demás son de estudio y de práctica. Cuando pasó lo de Márama fui a clases de canto, pero tampoco fui mucho. La verdad, debería haber ido más, y tengo que seguir estudiando más; lo que pasa es que soy medio vago en esa parte.

¿Cómo te pegó ser famoso de buenas a primeras? Porque no es muy común en Uruguay.

Es cierto, no es muy común, y menos siendo tan pibe. Al principio fue como una mezcla de crisis existenciales, de no entender por qué me pasaba a mí, y estaba lleno de preguntas, pero después la fui llevando de una manera más tranquila, porque si no tarde o temprano me iba a volver loco. Porque es como una película todos los días, pero también siento que me ayudó a madurar y a crecer mucho de golpe.

¿Nunca te saturaste de que te reconocieran en todos lados?

Por momentos sí, te puede llegar a agobiar, sobre todo en los días en los que quizás no estás bien enérgicamente o estás triste. Hay veces que no tenés ganas de ver ni a tus amigos, ni a tu familia ni a nadie, y tenés que salir y meter la mejor cara. Eso se puede poner difícil.

Sos parte de una generación que ya no maneja el disco como concepto y más que nada se enfoca en lo audiovisual, con videoclips en Youtube. ¿Cómo afecta eso a la hora de componer? ¿Buscás relación entre los canciones?

Intento buscar las relaciones lo mejor que puedo, pero soy bastante de ir por donde quiero. Por ejemplo, al principio, con la carrera solista hice un poco de pop urbano, más reguetón, porque los demás artistas con los que colaboré hacían ese género, pero también hice cumbia, y ahora saqué una balada. Entonces, intento no casarme con un género porque me gusta ver a otros artistas cantando otros géneros, y ahora que soy solista puedo hacer lo que quiero.

Tu nuevo tema, “2024”, es una balada tranquila, de desamor, y no tiene nada de fiesta o de baile. ¿A qué se debió el vuelco?

Hice esa canción por una historia personal, y después la gente me empezó a incitar a que la sacara. Me daba un poco de vergüenza porque nunca había sacado una canción romántica y tampoco había mostrado mis sentimientos, pero entre los músicos, los representantes y la gente como que un poco me obligaron a lanzar el tema y a que me anime, porque no es nada raro. Acostumbrado a cantar cumbia, que es más para divertirse y no tanto de sentimientos, era como un paso distinto, pero me gustó, y en el show realmente la canto para mí.

¿Con qué instrumento componés?

Con el piano, porque lo toco mejor que a la guitarra. Me gusta ese ritual, en la noche, de una copita de vino, una vela y el piano. Siento que estoy como en ese ámbito de músico, a las tres de la mañana, solo y tranqui; igual también me gusta componer en conjunto, pero disfruto más estar solo.

Agustín Casanova. Foto: Federico Gutiérrez.

Agustín Casanova. Foto: Federico Gutiérrez.

Me da la sensación de que ese ritual es más de veteranos.

Es cierto, pero tiene una mística muy buena. La velita siempre tiene que estar ahí, entonces arranca todo.

En algunas de tus canciones solistas, cuando empiezan, te anunciás, como una marca: “Agustín Casanova”. Hacían lo mismo en Márama y Rombai. ¿A qué se debe? ¿Es como para marcar presencia?

No sé por qué se hace, nunca me lo pregunté. Es cosa del género, porque en otros estilos no se hace. En el reguetón se hace mucho, en la cumbia también; es como una marca registrada que después termina siendo parte de algo con lo que la gente arenga. En Márama era muy común decir “Baila nena con...”, y la gente respondía “Márama”. Yo en algún momento me pregunté por qué hacíamos eso.

Quizás porque algunas canciones pueden sonar parecidas a otras, entonces...

Ah, eso seguro, pero pasa en todos los géneros. Capaz que escuchás 30 canciones de rock y no sabés de quiénes son o te confundís: “¿Y esto de quién era? Me sé el tema pero no sé de quién es”.

Pero, por ejemplo, en los temas de Guns N’ Roses Axl Rose no arrancaba diciendo el nombre de la banda.

Capaz que estaría bueno, porque es como poner tu marca ahí. Y en esta época de Spotify y demás, si la querés escuchar, decís: “Ah, es este artista”, lo buscás, y después ven todas tus otras canciones. Puede ser como una estrategia comercial.

¿Qué escuchás, como civil, en Spotify?

Mucho folclore uruguayo: [Alfredo] Zitarrosa, Los Olimareños, [José Carbajal] El Sabalero, Pablo Estramín. Porque mi familia escucha mucho folclore y me educaron con eso. Generalmente, si voy a trabajar voy en marcha con eso. Estoy inundado porque con mi padre, en cualquier viaje, eran 600 kilómetros de ida con folclore y 600 de vuelta. Al principio lo odiaba, pero después de que me fui del país escucho una canción del Sabalero y lloro, así que extraño Uruguay.

¿Cómo le cayó tu música a don Casanova, que es tan del folclore?

Durísimo. Me acuerdo de que cuando le comenté a mi padre que iba a cantar en una banda lo primero que me dijo fue: “Espero que no sea de cumbia”. De una me tiró esa. Mi viejo es muy sincero. Y yo también tenía como un prejuicio, pero después me di cuenta de que en realidad es un ritmo divino, muy alegre y mágico, porque la gente cuando va a ver el show se pone a bailar y a cantar, y al fin y al cabo es eso, para entretener, como puede ser un libro. Hay libros que son para aprender, otros para estudiar o para crítica social, y otros simplemente para divertirse, como una novela.

O sea que sabés que nadie va a hacer la revolución con tu música.

Olvidate, no hay chance. Pero sé que en el momento que se quieren divertir, sí. Personalmente, si voy a bailar a las cuatro de la mañana a un boliche y tomé un par de copas, no sé si quiero clavarme una la quinta sinfonía de Beethoven.

Estuviste en dos ediciones de “Bailando por un sueño”, de Marcelo Tinelli, que para los que lo vemos de afuera es como una picadora de carne. ¿Cómo lo viviste desde adentro?

Como una picadora... Lo viví duro. Aprendí muchísimo por el entorno y las experiencias, sobre todo de baile, por manejarme en ese medio con las personas que están ahí, y eso es lo que más valoro. Nunca estuve de acuerdo con todo lo demás, pero era parte de un juego que acepté, así que tampoco me voy a quejar. Al revés, estoy recontra agradecido de haber formado parte.

Siempre está la duda de si todo lo que pasa en ese programa es armado.

¿Sabés que no? Mucha gente piensa que sí, y obviamente que hay cosas que sí, pero hay muchas cosas que se dan solas. Se prenden las cámaras y la gente parece que cambia. Entonces, me atrevo a decir que gran parte de lo que pasa en los reality shows son reales. Es gente que quiere ganar y competir, y a veces se le puede ir un poco la moto y termina lastimando a las personas.

¿En qué quedó la demanda que le hiciste a Fer Vázquez, ex productor de Márama y líder de Rombai?

No tengo idea. Sé que los abogados están siempre ahí, manejándolo. Porque no es que yo no entienda nada, porque obviamente que tengo que estar un poco informado, pero siento que me saca mucha energía. Es algo que en el momento en que me plantearon hacer todo esto decidí dejar que lo manejaran otros, que entienden más sobre la situación.

Imagino que no tuviste más relación con él.

No, no tuve más, pero creo que fue más que nada por esto.

Ponele que hay gente que está en duda de ir a tu presentación de hoy en la Expo Prado, ¿qué le dirías?

Que vaya porque es un show que mezcla muchas cosas: lo divertido de Márama, las canciones de Simona y también mi parte melódica. Es como una especie de subibaja, con la parte para bailar y divertirse y la parte pare emocionarse. Además, a lo largo de estos años, si bien la carrera no fue tan larga pero sí muy intensa, nos hemos vuelto muy profesionales en muchas cosas. En otras quizás no falta, pero ya estamos en un nivel en el que sé que la gran mayoría de la gente que va al show queda contenta y le gusta. Entonces, si es para ir con tu familia a pasar un buen rato, es un buen plan.