La espuma de las horas (2018) es el segundo disco de Martín Rivero, ex cantante de Astroboy y vocalista de Campo, y tiene ocho canciones. Algunas nacieron de cosas triviales, como “Kimchi”, que tiene un riff de reminiscencias asiáticas y, como a Rivero le gustaba esa palabra –que es una comida coreana–, la tituló así. Otras nacieron de cosas más profundas, como “Siddhartha”, por la novela de Hermann Hesse. Pero todas tienen algo en común: el pulso bailable, que no faltará el martes en la sala Hugo Balzo del Auditorio del SODRE, donde el músico presentará su flamante disco, con entradas generales a $ 400 por Tickantel (hay 2x1 para suscriptores de la diaria).
Si escucho el primer EP de Astroboy, 5 Estrellas (2003), y tu último disco solista, excepto porque es tu voz, no parecen del mismo artista. ¿Cómo ves ese proceso?
Me cuesta verlo así, pero también me cuesta escuchar los primeros discos de Astroboy porque mi voz es casi la de un niño, tenía 18 años y no sabía cantar. Estaba aprendiendo y es verdad que el primer EP justo es re crudo, muy garajero, e incluso es re distinto al segundo disco de Astroboy [Automática, de 2004]. Entonces, es verdad, es bien distinto ese primer EP de este último disco. Son como las distintas etapas de la vida de una persona, pero creo que es parte de la gracia; a medida que vas creciendo, ir siendo distintas personas en una misma vida. Tenés la vida de cuando fuiste un niño, cuando no comías champiñones, pero cuando tenés 18 años comés champiñones; con la música es lo mismo, y más siendo artista. O siendo un tipo de artista, porque podés ser como los Ramones y siempre hacés lo mismo, que también está buenísimo y es válido. En mi caso, me gusta ir cambiando y adoptando cosas que descubrí en el camino. Entonces, ahí está la diferencia, que no me quedé solo haciendo garaje rock y cantando mal.
¿Fuiste a clases de canto?
No, nunca fui a clases porque no soy muy buen estudiante, la parte académica me cuesta bastante. Lo voy incorporando a medida que lo voy haciendo. A medida que fui haciendo canciones, aprendí a hacer canciones, y a medida que las fui cantando, fui aprendiendo a cantar, y así con todo, con la guitarra también. Si te vas a dedicar a esto es porque tenés esos dones y hay que aprovecharlos. Depende de vos cuánto investigues por la tuya. Obvio, si solo no podés llegar hasta tal conocimiento, tenés que recurrir a otros. Yo tuve el privilegio de estar siempre rodeado de músicos mucho más grosos que yo, entonces, todos ellos fueron mis profesores, desde mis amigos de Astroboy hasta hoy en día Juan Campodónico o los que produjeron este disco.
Tu nuevo álbum tiene un pulso bailable: ¿eso tiene algo que ver con Campodónico y Campo?
Tiene que ver con que hice pila de cosas con él. Cuando hice mi primer disco [Estas cosas no son mías, de 2009] me encantaban esas canciones. Astroboy se había disuelto hacía muy poquito, y quería registrar esas canciones de manera folkie, que al mismo tiempo era lo que estaba un poco de moda en 2008, Fleet Foxes o bandas así, cosas más acústicas. Ese disco es hermoso, como una pieza de arte o una buena fotografía de ese momento, pero me resulta un poco triste y monótono. No quise hacer de nuevo un disco de Martín Rivero por ese lado. Y a mí, en realidad, me encantan las canciones que me dan energía, ganas de salir corriendo o un ímpetu, además de emocionarme. Yo escucho canciones rápidas, no cosas re lánguidas; algunas sí, pero me entristecen mucho. Últimamente me alejé de eso, entonces, tiene que ver conmigo, con el tipo de música que escucho y las canciones que me gustan, que tienen ese pulso o esa tensión del latido del corazón. Es obvio que haber pasado por Campo y haber hecho un montón de cosas con Juan tiene que ver también, porque él es más del mundo electrónico, pero no hubo una influencia directa o algo así. De hecho, en mi disco no hay nada que tenga que ver con ritmos sudamericanos o investigación por ese lado, que es por lo que más se destaca Juan, además de por ser productor.
Siempre tuviste una veta anglo, ¿cómo te llevás con la música de raíz uruguaya? ¿La escuchás como civil?
No escucho mucha música uruguaya por ser música uruguaya. Me gusta la música si está buena, si me emociona, si me conmueve y tiene ese pulso. Puede ser en español, en ingles o en islandés.
Pero, ¿no te conmueve, por ejemplo, Alfredo Zitarrosa?
“Candombe del olvido” es una de mis canciones favoritas de la música uruguaya, pero es de las pocas de Zitarrosa que me gustan, porque su música me tira un poco para abajo por demás, más allá de que me parece un genio.
Con eso que estás diciendo, algunos ortodoxos pueden pedir que devuelvas la cédula uruguaya.
Pero Uruguay está hecho en base a españoles, ingleses, portugueses... Todos tenemos que devolver la cédula. No existe la ortodoxia uruguaya.
¿No hay una música de raíz uruguaya?
Sí, bueno, pero pongamos que no está bueno ser tan ortodoxo.
En Astroboy cantabas en inglés, y el primer EP salió en 2003, cuando acá despuntaba otra camada del rock uruguayo que no tenía nada que ver con canciones en inglés. ¿Ustedes lo hicieron a propósito, sabiendo que se podían destacar por ese lado?
No. Yo empecé a componer en inglés porque era la música que escuchaba y me salía más fácil para hacer una letra. De cualquier manera, las letras no eran banales. Si escuchás “Time has passed”, habla de algo que es re transversal al ser humano: el tiempo pasa, podemos seguir estando acá. Es algo recurrente pero no superficial. Entonces, componía en inglés pero no con la típica letra “love, love” o “baby”, de hecho, nunca dije “baby” en una canción. Pero me fui cansando de pronunciar en inglés y de no saber bien a quién le estoy cantando. Me gusta que, si el público es hispanoparlante, me entienda y conecte con las cosas que estoy diciendo.
¿Por qué “La espuma de las horas”?
Son un par de palabras que me parecían que juntas quedaban lindas. Es lo que te sugiera. Si no te sugiere nada, no es nada. Si te sugiere algo, excelente, conectaste. Creo que tiene que ver con el paso del tiempo y con lo que queda después de que pasa el tiempo. Ese tipo de cosas. Son cosas más intangibles, que no tienen que ver con las cosas más físicas. El otro día me estaba poniendo a pensar que el tipo de canciones y letras que hago van más por ese lado, por las cosas más invisibles: no hablan sobre calles, ni sobre bares ni de nombres de personas.
Después de lo que hablamos, no vas a nombrar una calle uruguaya.
Me encantaría pero no sé hacerlo. Igual, hay una canción nueva que tengo que habla de una calle, pero no sé si está buena.