Ya que la nostalgia está tan en boga, voy a echar mano de la mía propia. Había un ciclo televisivo –hablamos de la prehistoria, sin cable, sin internet y con la televisión que empezaba recién sobre las cinco de la tarde– en Canal 4, todos los martes (y todo esto es un enorme “creo”, porque no tengo dónde consultarlo más allá de mi memoria), bautizado de manera muy práctica Cine Ninja. Dicho ciclo se dedicaba a transmitir todo el cine de karatecas, patadas y piñazos que uno pudiera imaginar, aprovechando sobre todo la enorme producción (enorme por cantidad, no por el dinero que estaba involucrado) de películas de este subgénero hechas en la década de los 80. Así, pasaban frente a nuestros ojos la saga de Kickboxer (si teníamos suerte) con el inmortal Jean-Claude Van Damme, pero más comúnmente atrocidades como El gran ninja americano (con el pétreo Michael Dudikoff) y un montón de películas con chinos y japoneses que perdían un poco el sentido, si es que lo tenían en un principio (basta con recordar cosas como Gymkata...). Pero todas, las pocas buenas o las muchas malas, tenían algo en común: incluso para el niño que era yo por aquel entonces –que reconocía que no estaba tampoco ante un Gran Cine– eran fascinantes.

Evidentemente eran fascinantes para muchos más que los niños uruguayos de principios de los 90. Entre otros, lo eran para el guionista y director australiano Serge Ou, quien llevó su fascinación más lejos y de una manera productiva, orquestando este maravilloso documental llamado Iron Fists and Kung Fu Kicks, con la colaboración de la plataforma de streaming más popular (por ahora).

Ou toma como punto de partida de este cine la producción en Hong Kong en la tempestuosa década de los 60 y desde allí no para. Su base no puede ser más sólida: las dos productoras más importantes del cine de artes marciales de toda la historia, Shaw Brothers primero (y ocupando gran parte, ya que al fin y al cabo es la piedra fundamental de todo esto) y Golden Harvest (que se creó con la escisión del anterior estudio) después. La carrera entre ambos estudios pronto se despejó con la aparición de quien sigue siendo hasta hoy el mayor ícono del subgénero, no otro que Bruce Lee.

Así, siguiendo la estela de Lee –y de Golden Harvest, que le producía las películas– el documental comienza a expandirse. ¿Qué volvió tan populares a estas películas a medida que avanzaba la década de los 70? ¿Cómo pudieron impactar de tal manera en la comunidad afroamericana estadounidense, al punto de que generaron su propia derivación de este tipo de cine? Por supuesto que hay razones sociológicas y económicas, pero también Ou plantea premisas que son puramente cinematográficas, como que es un tipo de cine de producción barata y de identidad básicamente libre, algo con lo que podía identificarse un chino bajo el opresivo gobierno hongkonés o un negro perseguido por el color de su piel en la New York pre Rudolph Giulani.

Pero la cosa no queda ahí. Avanzan los años y el subgénero continúa su popularización y su internacionalización. Piñas, patadas y artes marciales parecen ser bienvenidas en todas las culturas del mundo, así que la película repasa la aparición de todo tipo de cine, pero siempre centrada en el de producción económica. El que no tiene un centavo pero sí un amor profundo por aquello que hace. Así pasan delirios como la primera película de acción realizada en Angola, las malísimas películas estadounidenses de los 80 y el exitazo relativamente reciente del subgénero con aportes asiáticos de lugares tan inesperados como Tailandia e Indonesia (de donde sale la que puede ser considerada sin vergüenza alguna la mejor película de acción y artes marciales de todos los tiempos: The Raid, de Gareth Edwards).

Antes hablaba de amor por el subgénero de parte de Ou y su producción, pero este mismo amor es compartido por los entrevistados, que componen un verdadero “quién es quién” de este mundo: Scott Adkins, Jessica Henwick, Richard Norton, Cinthia Rothrock, Sammo Hung, Michael Jai White, Juju Chan o Don The Dragon Wilson (entre muchos otros). Hay prácticamente un representante de cada aporte o derivación del subgénero, y da la impresión de que realmente estamos ante las muchas variedades del cine de artes marciales que existe.

Iron Fists and Kung Fu Kicks es un verdadero deleite para todos aquellos que disfrutamos con el cine de piñas, patadas y roscazos. Un canto de amor al cine barato, de entretenimiento simple, de héroes aguerridos, villanos terribles y golpes mortales. Un cine que se sostiene firme ya desde hace más de 60 años y no parece tener intención alguna de dar marcha atrás. Porque se sabe: retroceder nunca, rendirse jamás.