No es tan fácil describir I May Destroy You. Una vez más, su creadora, Michaela Coel, recurrió a la autobiografía para crear esta serie, pero mientras que Chewing Gum, su primera serie (2015-2017; lamentablemente ya no está disponible en Netflix), era una particularísima comedia sobre una cristiana de 24 años que quería perder su virginidad, con grandes dosis de humor absurdo y “hermosos perdedores” como personajes, I May Destroy You cambia de tono casi por completo para embarcarse en una matizada exploración sobre el trauma y el consentimiento. Pero también es una serie sobre ser joven y negro en Londres, sobre la amistad, sobre cómo nos relacionamos con las redes sociales, y tantos otros temas. Como dijo alguien por ahí, “Si Seinfield es una serie sobre la nada, I May Destroy You es una serie sobre todo”.

Arabella (también actuada por Coel), una escritora sufriendo la página en blanco, sale una noche, toma algo con unos amigos y un par de desconocidos que se unen, termina arrastrándose por el bar, la escena se funde a negro y ella se despierta al otro día con una laguna mental, desorientada y con la cara lastimada. Se le rompió la pantalla del celular y el amigo que pasó con ella la noche anterior se muestra esquivo cuando le pide detalles. Casi al final del episodio, un flashback espeluznante: a través de los ojos de Arabella vemos a un hombre desconocido montado sobre ella, violándola.

A partir de ahí la acompañaremos en su periplo por entender lo que sucedió, confrontarse a eso y, finalmente, sanar. Pero así como pasa en la realidad, no todo en la vida de Arabella gira en torno a ese hecho traumático, sino que los días transcurren también entre sus dificultades para escribir un segundo libro, su estrecha relación con sus amigos y más lejana con su familia, su frustrante vínculo con Biagio, un hombre al que conoció en Italia y del que sigue bastante enamorada. A la vez, seguiremos también las vidas de sus mejores amigos, Terry y Kwame, que tienen demonios propios a los que enfrentar, y cómo la amistad entre los tres se tensiona o se fortalece ante las consecuencias de lo que le sucedió a Arabella.

Límites no respetados

No es tan fácil describir I May Destroy You, tampoco, porque no siempre es fácil mirarla; la protagonista puede ser un espejo incómodo, y las distintas formas en las que va lidiando con su trauma durante la serie no serán siempre las deseables. Arabella es fuerte, creativa, libre; Arabella también es egoísta y ensimismada, y así como no respetaron sus límites, ella a veces tampoco respeta los de los demás. ¿Fue siempre así, o la violación la cambió como persona? No sabemos, y en este sentido es un personaje que se siente real, porque esquiva las explicaciones lineales, esa idea de que la historia de una persona se puede reducir a dos o tres momentos claves que originan todo.

Si bien el tema de la violación es recurrente en la televisión (hasta el punto de que exista La ley y el orden: Unidad de Víctimas Especiales), su representación va desde lo morboso a lo melodramático, y raramente nos detenemos a ver qué sucede después con la persona agredida. Entre las honrosas excepciones que recuerdo está Inconcebible, una miniserie estrenada en Netflix en 2019 que sigue el caso verdadero de un violador serial y muestra cómo el manejo que hace la Policía de este tipo de crimen puede revictimizar y generar nuevos traumas ‒tratando a la víctima como sospechosa, una actitud común frente al abuso sexual‒ o, en el mejor de los casos, cuando hay sensibilidad y compromiso, ayudar a la víctima a continuar con su vida.

Pero un contraste interesante entre Inconcebible y I May Destroy You es que en la primera las mujeres agredidas eran víctimas “perfectas”; el violador se metió en sus casas y las atacó cuando estaban dormidas. Imposible preguntar, en ese caso, “qué tan corta era su pollera”. Arabella, en cambio, es atacada cuando, en vez de cumplir con la entrega de su libro, sale de joda y toma cosas con extraños. Incluso su ¿novio? a larga distancia le reprocha no haber vigilado su trago. Más allá de que la historia de Inconcebible es real y, por supuesto, esas cosas suceden, creo que lo que le pasa a Arabella resonará de forma mucho más cercana en muchas mujeres, que luego se han preguntado ‒o les han preguntado‒ si ellas no tendrían un poco la culpa.

Esa no es la única situación con la que es posible identificarse; a lo largo de los 12 capítulos de la serie, tanto Arabella como Terry y Kwame experimentarán cosas que no siempre son fáciles de descifrar emocionalmente: la falta de consentimiento puede significar, también, no contar con toda la información necesaria; puede darse en un encuentro sexual buscado en primer lugar; las víctimas pueden reproducir su trauma en otros. Michaela Coel no busca juzgar y determinar malos y buenos, sino explorar las formas en que la gente lidia con estas zonas grises, simplemente observándola. No siempre es fácil reconocerse como víctima; como victimario, tampoco; y entender que se puede haber sido ambas cosas en distintos momentos implica un arduo proceso de sinceramiento con uno mismo. El título I May Destroy You (“podría destruirte”), entonces, no es unidireccional.

Coel se toma las libertades narrativas que necesita en cada momento. Algunos episodios se sitúan en el presente; otros, tres meses atrás; otros, 15 años atrás. Hay que prestar atención a la edición de las escenas: a menudo se intercalan dos sucesos paralelos no necesariamente relacionados entre sí para disparar asociaciones y contrastes. El episodio final se despega del realismo para retratar la batalla dentro de la cabeza de Arabella, frente a la pregunta de qué haría si volviera a encontrarse con el hombre que la violó. A esta altura ya pasó un año del hecho, ¿qué cosas ha descubierto de ella misma en todo este tiempo?

I May Destroy You, dijo su creadora, es un ejercicio de “empatía radical”. Un ejercicio valiente y sincero, agregaría yo, y sobre todo, una de las series mejor logradas de 2020.