Para Mayra da Silva es significativo que los relatos de las mujeres afro lleguen a una sala de exposiciones. “El artivismo me ha llevado a entender y conectar con mi identidad, que está atravesada por una interracialidad, y desde ahí voy a continuar con mi creación”, dice, a propósito de Reconstruyendo identidad, su primer trabajo como curadora, que puede verse hasta el próximo lunes en el Centro Cultural de España (Rincón 629).
“En Uruguay también hay racismo”, se lee en una de las instalaciones, entre otros soportes que trabajan las artistas, invitadas a compartir aspectos centrales de un colectivo relegado. El montaje integra un espacio expositivo en el marco de la exhibición R.I.P. (Revisar. Investigar. Proponer), en la que Catalina Bunge, Natalia de León y María Mascaró plantean un panorama de la práctica artística en Uruguay, de la inequidad de la representación femenina, y a la vez habilitan algunas de esas voces ausentes. Por eso durante dos meses se fueron sucediendo muestras dedicadas a artistas queer, artistas afro y un espacio para reflexionar sobre la importancia de los pueblos originarios. Confían en la potencia de un relato inclusivo y balanceado.
Tanto la muestra que vos curás como la exposición madre, R.I.P., son estructuralmente activistas. ¿Eso estuvo presente en el intercambio con las artistas que convocaste?
La invitación de la colectiva COCO me tomó por sorpresa, ya que es la primera vez que realizo una curaduría. Fue un gran desafío. R.I.P. es tremenda muestra, muy necesaria en nuestro país. Cuando comencé a trabajar la propuesta de exposición supe que quería convocar a mujeres activistas que investigaran la temática étnico-racial. Lamentablemente es escasa la presencia de las artistas racializadas vinculadas al arte contemporáneo, por lo que fue interesante la búsqueda y el equipo que se formó. Trabajé con mujeres que activan en otros escenarios, que tienen un compromiso muy fuerte con lo que hacen. A su vez era la primera vez que mostraban sus trabajos en una sala expositiva con las características del Centro Cultural de España: eso habla demasiado de la invisibilidad y la falta de acceso que presentan.
La herencia, de un tipo de pelo o de un oficio, la estética y los íconos parecen preocupaciones comunes. ¿Qué otros puntos de confluencia encontraste?
Son experiencias simbólicas y vivencias personales que se encuentran. Historias que atraviesan las mujeres racializadas muy íntimas, dolorosas, conflictivas y reflexivas. Tienen que ver con la memoria, la ancestralidad, la decolonialidad, el feminismo, el racismo, los estereotipos y también el tema capilar y estético. Lo interesante de toda esta conjugación es que se vincula y conecta para potenciarse. Discursos que cuestionan y problematizan las estructuras definidas por un modelo patriarcal, hegemónico y colonial que dan lugar e impulso a nuestras formas de producción en el campo artístico.
¿Qué particularidades presenta esa reconstrucción de identidad cuando la mujer racializada es uruguaya?
Esta exposición surge de la necesidad de representar nuestras propias raíces, imágenes que crean una nueva narrativa de transformación, que es colectiva y es nuestra responsabilidad cuestionar y desafiar las voces dominantes para romper con la historia de un discurso “blanco y único”. Las mujeres racializadas se encuentran en una situación sistémica de desigualdad y desventaja en Uruguay y en el mundo. Es un fenómeno complejo y originado en la trata esclavista. Considero sumamente importante elevar estas historias muchas veces olvidadas y borradas, para reconfigurar el paradigma y reconstruir esta identidad que es política.