En el año 2006, un periodista de Kazajistán viajó a Estados Unidos para aprender acerca de la sociedad de ese país. Ese objetivo quedó en segundo plano al enamorarse ciegamente de Pamela Anderson, pero de todos modos logró conversar con un puñado de personas que le revelaron su versión de “lo americano”.

Borat (con un larguísimo subtítulo que por estos lares era El segundo mejor reportero del glorioso país Kazajistán viaja a América) no era más que un falso documental dirigido por Larry Charles en el que Sacha Baron Cohen, un maestro de las caracterizaciones, se ponía en la piel y el bigote del periodista epónimo.

Claro que lo de falso documental hay que tomarlo con pinzas. A diferencia de obras como This is Spinal Tap (Rob Reiner, 1984), no se trata de una ficción al 100% que se hace pasar por documental, sino de un personaje ficticio que durante gran parte de la acción conversa con ciudadanos reales que hacen declaraciones sinceras. Y esos momentos fueron los que catapultaron la película al éxito.

Baron Cohen y compañía eligieron ejemplos bastante terribles de “lo americano” que incluían a miembros de una fraternidad universitaria, pentecostales y personas de lo más diversas que terminaban cantando a coro “¡Tira al judío al pozo!”.

Alrededor de esos momentos, que también incluían clases de protocolo y de humor, Borat y su productor intentaban hacer su trabajo en medio del encaprichamiento del reportero con la protagonista de Guardianes de la bahía.

Pasaron los años y la película se volvió de culto, más allá de que no le fue nada mal en la taquilla. Sus latiguillos irritaron a unos cuantos y el actor continuó haciendo de las suyas en Brüno (Larry Charles, 2009) y la serie Who is America?, en la que afiló sus colmillos especialmente en la crítica política. Todo detrás de complejos disfraces que hacían que sus entrevistados no sospecharan el engaño.

En medio de un clima electoral muy complejo y días antes de una de las elecciones más importantes de la historia de Estados Unidos, llegó de pronto y al streaming la secuela de las aventuras del kazajo más famoso del mundo. Borat, siguiente película documental (con el subtítulo Entrega del prodigioso soborno al régimen estadounidense para beneficio de la una vez gloriosa nación de Kazajistán) tuvo su estreno en Prime Video de Amazon.

14 años después, Sacha Baron Cohen demostró estar en perfectas condiciones para volver a ponerse el traje gris y dejarse los mostachos. Y si la última serie tuvo a la clase política como blanco, aquí los misiles (que en su gloriosa nación serán apenas dos o tres) apuntan al gobierno de Donald Trump. Apuntan a “lo republicano”.

Preso por haber humillado al país, Borat Sagdiyev recibe una nueva oportunidad. Deberá entregar un regalo a “McDonald” Trump: un chimpancé llamado Johnny the Monkey, que ostenta el cargo de ministro de Cultura. Como de costumbre, el plan no saldrá de la mejor manera y el periodista deberá elaborar una estrategia alternativa, que consiste en regalarle su hija al vicepresidente y donjuán Mike Pence.

El primer problema es el mismo que tuvo en el mundo real. Debido a la película anterior, la gente reconoce a Borat. Así que él (y Baron Cohen) recurrirán a nuevos disfraces para poder colarse en algunos sitios. En otros no será necesario.

Esta secuela tiene una trama mejor definida, aunque se alimente del cliché de la joven andrajosa que se transformará en princesa. Mientras papá intenta convencer a la adolescente Tutar (Maria Bakalova) de comportarse como una esposa servil y permanecer dentro de su jaula, ella comenzará su pequeña revolución feminista.

En medio de esa historia habrá grandes momentos, como el baile en el que Tutar se convierte en señorita o la convivencia con los conspiranoicos, en medio de un país que comenzaba a sentir los golpes de la pandemia de coronavirus. Y de nuevo el actor, de religión judía, hace su mejor chiste alrededor del antisemitismo, cuando Borat “descubre” gracias a Facebook que el Holocausto nunca ocurrió.

Todo el mundo está comentando la famosa escena entre Tutar y Rudy Giuliani, abogado de Donald Trump y asesor en seguridad de Edgardo Novick. Que llama la atención, pero no debería distraernos de la gran comedia que vimos antes.

Con un final con hilarante vuelta de tuerca incluida, esta nueva entrega está a la altura de la original, con momentos en los que la supera y otros que quizás no resistan tan bien el paso del tiempo. ¿Recordará la gente a Rudy Giuliani?