Las comedias de horror existen desde que surgió el género, y dentro de la corriente se pueden distinguir camadas de películas emparentadas. En los últimos dos o tres años, las comedias de horror juvenil han pisado fuerte en el mercado directo a video o por streaming, con una lista que incluye a We Summon the Darkness, Satanic Panic, Ready or Not, Better Watch Out y la entrega original de la que nos ocupa hoy: The Babysitter.

En todas ellas la constante es una buena cuota de gore con resoluciones inesperadas y argumentos que, aunque novedosos en su interpretación, remiten directamente a grandes temas del cine de horror de los 80, como el de la niñera acosada durante su trabajo, el grupo satánico (sea familiar o no) o la larga noche en la que se lucha por la supervivencia hasta que aparezca el salvador sol. La niñera: reina letal las combina todas, con mayor o menor suerte.

Viejos valores

Uno pensaría que el cine estridente, colorinche y básico de McG, con sus chistes burdos y su tono macho a lo película poco sutil de Michael Bay (lo que es decir muy poco sutil), difícilmente encontraría su sitio en estos días tan políticamente correctos. Sin embargo, su película The Babysitter (2017) fue uno de los grandes éxitos de Netflix y con ella McG demostró que existía todavía público para su estilo.

No sólo este fue el caso. A partir de este éxito –y en la misma senda de otros artistas, como Adam Sandler– McG (nacido Joseph McGinty Nichol en 1968 en Michigan, por si a alguien le interesa) firmó un contrato por varias películas con la compañía de streaming, empezando por la comedia juvenil de ciencia ficción Rim of the World (con moderada recepción) y siguiendo con esta La niñera: reina letal, en la que además asume el rol de guionista, algo que rara vez había hecho antes.

Viendo el resultado de la entrega anterior, McG decide innovar poco. Reparte otra ración de lo mismo, logrando exactamente el mismo resultado: una tontería adolescente de horror que, sin embargo, contiene buenos momentos que la rescatan de la pérdida total.

La niñera satánica, el regreso

Nuestra secuela se ambienta algunos años después de terminada la película anterior. Cole (Judah Lewis), el protagonista y sobreviviente de la primera entrega, está pasando por un muy mal momento. Nadie le cree lo que pasó aquella noche, cuando su niñera (Samara Weaving) y su grupo de amigos trataron de sacrificarlo en un ritual satanista. Todos los cadáveres –que eran varios– de aquella noche desaparecieron y la única que le cree es Melanie (Emily Alyn Lind), su vecina y, ya desde aquel entonces, interés romántico.

Sus padres (unos estupendos Ken Marino y Leslie Bibb, los mejores del elenco) piensan que está para internar. Además, la secundaria donde estudia parece escapada de las peores películas de abusadores de los 80 o 90. Todos tratan horrible a Cole, lo que lo lleva a sesiones rutinarias con el consejero escolar (Carl McDowell, con dos escenitas para el recuerdo) y a terminar dudando de si efectivamente todo lo que recuerda ocurrió.

Pues no debería preocuparse. Pronto, una fiesta en un lago, un nuevo ritual satánico y pum, todos sus enemigos de aquella noche –Andrew Bachelor, Robbie Amell, Bella Throne, Hana Mae Lee– están de regreso y, otra vez, en busca de su sangre para completar aquel sacrificio. Y lo que vuelve a estar de regreso también son los chistes toscos, las escenas chocantes y los diálogos veloces entre personajes irrelevantes que nos hacen dudar si no estamos ante alguna entrega de American Pie pasada de rosca en lo sangriento.

Mientras Cole y Phoebe (Jenna Ortega, la nueva adición del elenco) tratan de escapar, todo se replica más o menos como en la primera película: los muertos se acumulan, los chistes se suceden y –hay que admitirlo– todo tiene bastante ritmo y funciona. ¿Es una película de esas que te cambian la vida? Por supuesto que no. ¿Se puede ver con mínimas expectativas? Como casi todas las películas de producción original de Netflix, sí.