No son frecuentes los libros para niños que aborden el amor, así, a secas. En El bichito del amor, que puede ser también una colección de láminas –para aquellos que se atrevan a desprenderlas del encuadernado–, Evelyn Aixalà y Mariona Cabassa proponen una mirada a ese sentimiento tan poderoso como universal desde distintas perspectivas para, sin terminar de definirlo ni pretender explicar su misterio, acercarse a su significado.

Los textos de Aixalà son breves, rozan la poesía, evidencian una hondura entre reflexiva y tierna. Van al hueso desde una mirada en la que la autora parece dejarse llevar para decir con sencillez, sin evitar el lugar común, al que trastoca para darle su voz personal. Las ilustraciones de Cabassa son bellísimas en su juego en que los colores irrumpen con maravillosa violencia en el blanco y el negro que se alternan en el fondo. Cada uno encontrará su imagen, su situación, su momento preferido –porque eso es lo que muestra este libro: el amor adquiere diversas facetas, se reinventa, nace y muere, se resignifica–, y cada uno podrá, en la lectura solitaria o compartida, retomar el vuelo que proponen estas pequeñas definiciones que invitan a ir en busca de las pequeñas historias en que se abren.

Difícil de clasificar, más aún de decidir colocarlo en la estantería LIJ o no, El bichito del amor es ante todo una apuesta estética, una invitación al deleite con el objeto libro, en un tamaño que permite sumergirse en la ilustración, buscarle la vuelta, los detalles.

Dúo virtuoso

Sembrar alegría en los lectores probablemente sea una acción atribuible a Sergio López Suárez en general, no exclusiva de Minicuentos infinitos. Este libro, que reúne ocho cuentos breves, cada uno de los cuales remata con un microcuento en verso, a modo de colofón, es una buena síntesis de su autor, acompañado, como tantas otras veces, por el lápiz del ilustrador Sebastián Santana, con el que tan bien se lleva.

Foto del artículo 'Las formas del amor: dos libros que ponen en juego ese poderoso sentimiento'

Confeso fanático de las adivinanzas –las define como “un cuento policial brevísimo, pues con cuatro o cinco pistas se debe encontrar la solución a un problema”– y de los microcuentos, en estas páginas homenajea a su padre, un hombre de campo que solía hacerle una invitación imposible de rechazar: “¿Querés que te cuente un cuento?”, una semilla que, evidentemente, prendió de la mejor manera en Sergio niño, que se llenó de historias y se volvió un gran creador y contador de ellas.

Hay en este libro una intención de llevar al lector al mundo de los cuentos de la mano del humor y con el talante de esos padres –y madres, y abuelos, y abuelas, y tíos, y tías, etcétera– que comparten una narración que es, en definitiva, tiempo compartido y un gesto de amor. Los ocho cuentos son tan breves como redondos, protagonizados por animales y alejadísimos de la fábula. Disparatados y potentes, vívidos y divertidos, llevan al lector de viaje al campo, al monte, mediante imágenes que te hacen estar ahí, oler el pasto, escuchar el viento, sentir el calor del sol en la piel. El disfrute está asegurado, y también el regreso a estas páginas, porque cada una de las estrofas que dan cierre a los cuentos y que empiezan con el tradicional y prometedor “había una vez” remata con un cómplice “¿querés que te lo cuente otra vez?”. Y, claro, es exactamente lo que todos queremos.

El bichito del amor, de Eve Aixalà y Mariona Cabassa. Flamboyant, Barcelona, $ 980. Minicuentos infinitos, de Sergio López Suárez, ilustrado por Sebastián Santana. Alfaguara, $ 350.


Cuentos en el pasto

Mañana a las 17.00 en el Jardín Botánico y el domingo 18, a la misma hora, en el Parque Rodó, las narradoras orales de Pipoka Cuenteras ofrecerán una actividad para niños, niñas y familias. Cuentos al aire libre, que se suspenden si llueve.