Stan y Laurel. Abbott y Costello. Lemmon y Matthau. Las duplas cómicas son difíciles de encontrar –o, por lo menos, no hay tantas como uno podría creer–, pero una vez que una de ellas se afirma es garantía asegurada. Y en tiempos recientes, pocas duplas están más aceitadas que la que conforman Simon Pegg y Nick Frost.

Unidos de la mano del realizador Edgar Wright a partir de la serie, hoy día de culto, Spaced (1999-2001), su salto a la fama vino con ese clásico moderno de reinvención del género zombi que es Shaun of the Dead (2004), que los convirtió en figuras inmediatamente reconocibles para el público masivo. La combinación Pegg-Frost-Wright había salido tan bien que repitieron, conformando lo que hoy día se conoce como “trilogía Cornetto” (por la aparición recurrente de ese helado en todas las historias, en una búsqueda descarada de patrocinador y helado gratis que, graciosamente, nunca les funcionó). Estrenaron Hot Fuzz (2007) y cerraron con The World’s End (2013).

Ya sin Wright (y con una efectividad menor, justo es admitir), Pegg y Frost coincidieron en la comedia de aliens Paul (2011), el combo horror de monstruos y humor Slaughterhouse Rulez (2018) y numerosísimos cameos en conjunto en películas más o menos conocidas (Ice Age: Continental Drift, The Boxtrolls y, en el que probablemente sea el más gracioso, dieron vida a Hernández y Fernández en la versión original de Las aventuras de Tintín de Steven Spielberg).

Así, matizando sus grandes colaboraciones con otras que no lograron tanto, había bastantes expectativas para la nueva serie que los reunía en este formato a tantos años de Spaced, con el aditivo de que los propios Frost y Pegg eran sus creadores y guionistas (junto con Nat Saunders y James Serafinowicz). Y, con algunas particularidades, cabe admitir que están a la altura.

¿A quién vas a llamar?

Truth Seekers se propone como una parodia a tantos canales de Youtube que investigan lo sobrenatural, pero no se queda solamente en eso sino que se planta valientemente como una combinación de horror y humor que no descuida ninguno de los géneros. Es decir, la parte horripilante efectivamente asusta (o busca hacerlo: su efectividad dependerá de la sensibilidad de cada espectador) en tanto no está simplemente al servicio del humor, sino que es valiosa por sí misma.

Sin embargo, y cabe aclarar desde ya, antes que una nueva colaboración entre Frost y Pegg, estamos ante un gran protagónico de Frost con un secundario muy gracioso (y con su propio arco) de Pegg. Pero es el show del primero, acaso en el que sea uno de sus raros y escasos papeles principales.

Frost es Gus Roberts, el técnico principal de Smyle, una compañía de internet y servicios tecnológicos de punta en Reino Unido. Gus no sólo es capaz de arreglar cualquier problema de la red, sino que además es el conductor de Truth Seekers, un reality que investiga misterios paranormales o sobrenaturales, con muy poco éxito (tanto al investigarlos como a la hora de conseguir audiencia para verlos).

Todo esto va a cambiar cuando, a regañadientes, Gus acepte un nuevo compañero: Elton John (sí, Elton John), interpretado maravillosamente por quien se lleva todas las palmas en el mejor rol de la serie: Samson Kayo. Elton sólo quiere un trabajo tranquilo, pero resulta un verdadero imán para lo sobrenatural, lo que pronto será aprovechado por Gus.

Cada capítulo tiene un caso que comienza y termina, pero se va construyendo de a poco una trama más elaborada –y que aporta ciencia ficción al mix de géneros–, que comienza con la joven Astrid (Emma D’Arcy) escapando de unos fantasmas horribles y evoluciona en un thriller conspiranoico con villano y todo (un gran Julian Barratt, el inolvidable Mindhorn).

No sólo de bromas y sustos se alimenta la serie, que hace de la conformación de esta extraña pseudofamilia disfuncional que investiga cosas raras un verdadero núcleo emocional muy querible, que se complementa además con un fantástico Malcolm MacDowell como Richard, el padre de Gus, y la ubicua Susan Wokoma, que aparece en series y películas por doquier últimamente, como Helen, la hermana agorafóbica de Elton.

Justamente, en el plano de las construcciones de personajes queribles, es que la serie –dirigidos todos sus capítulos rigurosamente por Jim Field Smith, el creador de Criminal, quien muestra mucho mayor versatilidad más allá de las salas de interrogatorios– sale ganando porque verdaderamente uno se involucra con ellos antes que con los casos puntuales. Y, aunque la gran conspiración está perfectamente construida a lo largo de los ocho episodios, a veces se siente que Truth Seekers aspira a morder mucho más de lo que puede tragar y quedan demasiadas cosas colgando en el aire. Pero en verdad, poco importa cuando uno disfruta, se ríe y se asusta en cada episodio, que es más de lo que se puede esperar en escasos 25 minutos de ficción.