La historia comienza una noche de lluvia en la que a un niño le cuesta dormirse. La imaginación lo lleva por sus caminos caprichosos, erráticos, hasta que lo visita una amiga muy especial, que llega desde muy, muy lejos.
Sin embargo, El gran secreto, un cuento escrito por Nadia Carreras e ilustrado por Soledad Luongo, se despliega en su abundante información y singularidad desde mucho antes de que el lector vidente se tope con Gabriel, el protagonista, piensa que te piensa en su cuarto. Porque El gran secreto no es un libro cualquiera, sino uno particularísimo desde los objetivos que lo definen en su génesis y producción.
Sorprende, al recibirlo en su bolsa de tela rústica, el encuadernado con espiral, el anuncio de que se trata del “libro 1”, el sello que lo hizo posible: Cosabuena, que en su página web se define como “Somos un emprendimiento social que crea y apoya proyectos educativos, artísticos, culturales y deportivos con el objetivo de lograr una mejor convivencia”.
El gran secreto es un libro accesible, que se propone el desafío de poder ser disfrutado por niños videntes pero también no videntes o de baja visión, y por niños sordos. Incluye, entonces, los textos en braille y la posibilidad, mediante un código QR, de acceder a un audiolibro y también a la historia en lengua de señas uruguaya.
“Es un producto muy cuidado, que no está desligado del emprendimiento mayor, que es Cosabuena, y por lo tanto cumple con los objetivos a corto y a largo plazo. Nuestro objetivo a largo plazo es posicionar el tema de la inclusión, aunque preferimos usar el término ‘convivencia’ porque se vincula con el concepto de equidad. Esta colección de libros cumple con esos objetivos a largo plazo: posicionar la idea de que todos somos diferentes y necesitamos distintas herramientas que nos posibiliten llegar a lo mismo, sea un lugar físico, un producto o un servicio”, cuenta Nadia Carreras, autora de los textos del libro y, junto con Javier Castro, una de las impulsoras de Cosabuena.
La prehistoria
Carreras es licenciada en Comunicación y se especializa en accesibilidad. Cuenta a la diaria que la idea inicial de este proyecto, que en estos días comienza a desplegarse con el primero de una serie de cuatro libros que tienen pensado publicar, data de un buen tiempo atrás.
Para ello se unieron el interés por el tema de la accesibilidad y de la inclusión de las personas que viven con diferentes discapacidades, y fue determinante haberse cruzado con Laura Paipó, maestra no vidente, actualmente directora de la escuela 279.
“La idea de este tipo de publicación surgió hace muchos años. Por un lado, de mi formación profesional y de la inquietud de hacer una publicación diferente, cuidando el ambiente y que tuviera en consideración una mirada distinta de la comunicación. Por otro lado, conocer a Laura Paipó, que es atleta y corre carreras de calle: por tres años fui su atleta guía –los atletas ciegos corren junto a alguien que les va contando cómo viene el camino–, pero no sólo compartíamos el tiempo de entrenamiento, sino de charlas de la vida, y nos hicimos amigas. En ese momento Laura era maestra y estaba haciendo la capacitación para dirección, y lo que era evidente era que sus dificultades no estaban relacionadas con su inteligencia, con su capacidad de análisis, con su empatía, con su manera de preparar una clase, con lo metódica que era. Tenía un montón de cualidades y aun así, con todo eso a favor, le resultaba muy dificultoso cerrar un trabajo como ella pretendía. Solamente era un problema de barreras, de técnicas, de herramientas”, afirma.
En aquel tiempo Carreras canalizó esas inquietudes en una revista que salió en 2015; sólo tuvo un número, con un tiraje de 1.000 ejemplares, pero dejó el germen.
“Después hubo mucho tiempo de escuchar al equipo técnico que había trabajado, de conversar con personas que habían recibido la revista y con gente en general, y me empecé a dar cuenta de que trabajar en esto de la accesibilidad e intentar, de algún modo, contagiar esta convicción de que necesitamos pensar productos, servicios o lo que sea –desde un edificio hasta un espacio virtual– de forma accesible desde el inicio requería un trabajo más de hormiga y que era necesario iniciar antes un trabajo con niños. Por eso me propuse que la próxima publicación fuera para niños”, explica Carreras.
El camino
Para que El gran secreto fuera posible fue fundamental haber recibido, el año pasado, el apoyo de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), que seleccionó el proyecto. Carreras también destaca el apoyo de Ítaca, la incubadora de proyectos de la Universidad Católica del Uruguay, y el aporte técnico de Imprimex. “Ganamos por innovadores pero no por tener un proyecto fácil de concretar. Tuvimos muchísimas dificultades para lograr, sobre todo, la convivencia de la tinta con el braille”, relata Carreras. Las dificultades técnicas serían el desafío fundamental del libro, que es innovador en el ámbito nacional y, como cualquier cosa que se hace por primera vez, implicó experimentación, ensayo y error, investigación. “El braille tiene un código muy rígido, con un tamaño determinado, una altura determinada, un volumen que no puede variar, y el punto tiene que ser estable: tiene que estar bien limitado, no puede estar más explayado en algunos casos que en otros. Esta fue una de las cuestiones más complicadas”, explica la autora. La idea, dice, era que convivieran en las páginas el texto escrito, la ilustración y el texto en braille, y eso representó un desafío para conseguir que fuera legible en ambos códigos.
El gran secreto es el primero de una serie de cuatro títulos. “Es una colección de cuatro libros infantiles con la misma lógica y, por supuesto, con historias diferentes, cada una de ellas en torno a un valor. En este primer cuento [el foco es] la solidaridad, aunque también intentamos decir que cuando miramos de manera más macro la situación podemos ver diferente las cosas. Para los otros tres libros hicimos una convocatoria abierta a escritores, y en el primero la habíamos hecho a ilustrador. Leer historias diferentes para elegir una es un desafío muy interesante, y en lo que pueda va a enriquecer el trabajo”.
“La mayor dificultad fue técnica, porque en este primer libro no se pudo hacer el braille de la manera en que lo teníamos pensado. Eso significó tiempo extra para rediseño, para pruebas, para escuchar a los técnicos, a quienes saben de impresión en tinta y a los que saben de impresión en braille. Lo que no había pasado acá es poder integrar ambas técnicas, y cada una tiene sus secretos o su parte más estructural que hay que respetar. Hay un proceso que se hace con un protocolo determinado, y ensamblar esos dos tipos de impresión no resultó fácil, pero se logró. Personalmente, lo que me resultó más desafiante fue amigarme con la idea de que tenía que cambiar el boceto original. Fue probar una y otra vez distintas maneras de armarlo, que visualmente, estéticamente, fuera atractivo, pero a la vez cumpliera los objetivos a largo plazo. No me interesaba hacer un libro en el que la primera mitad fuera de tinta y la segunda mitad fuera de braille. Tampoco me interesaba hacer dos libros por separado. En ese sentido, este libro cumple los objetivos. Sigo con la idea de integrar más las dos técnicas, pero es un camino que recién se empezó y en el que hay mucho por andar”.
En la impresión en braille contaron con el apoyo muy importante de la Fundación Braille del Uruguay y, nuevamente, de Paipó, quien fue la encargada de las pruebas de lectura. La idea inicial con la que había soñado Carreras era utilizar una técnica por gota, que permitía integrarlo con la ilustración; sin embargo, esta técnica no está lo suficientemente depurada y la lectura no era siempre posible, por lo que optaron por la impresión tradicional por golpe, que obligó a cambiar el diseño y a que el braille estuviera en páginas diferentes de la ilustración y del texto escrito.
“La idea original era hacer braille por gota. La gota es una especie de cera transparente, un barniz que se superpone al texto y a las ilustraciones sin hacer interferencia, por lo tanto, podían convivir perfectamente en la misma página ambas técnicas. Lo probamos y a la vista quedaba fantástico, muy estético, muy atractivo, pero se comportaba de forma irregular. En tres casos de cinco nos daba problemas: o no se leía o se confundía. El testeo lo hacíamos con Laura Paipó, que es nuestra guía en este proyecto; un día lo leía perfecto y al siguiente no sabía qué decía. Al principio no entendíamos qué pasaba; lo que pasaba era que la gota, dependiendo de las condiciones atmosféricas, quedaba más o menos limitada, más explayada o más sólida, y esto confundía a la hora de la lectura”, cuenta.
Esto abre, pues, un nuevo camino de experimentación para mejorar estos aspectos técnicos.
La experiencia de lectura
Leer El gran secreto es enfrentarse a un universo diverso, en el que el mismo cuento se puede abordar de distintas maneras, porque ese es, precisamente, su objetivo: que puedan leerlo y disfrutarlo niños y niñas diversos, distintos, videntes y no videntes, oyentes y sordos.
La historia que se cuenta es sencilla y sitúa al lector frente a un protagonista que se dispone a dormir en una noche de lluvia. La imaginación, esa arma tan infantil y tan poderosa, viene acompañada del otro personaje: una visitante de tierras lejanas que lo conoce de vista, y que lo invita a un viaje por el espacio. La diferencia entre ambos amigos y compañeros de viaje no impide esa magia que se genera entre dos niños que se encuentran y, de la nada, pueden jugar juntos y crear un mundo propio.
Lo poderoso de El gran secreto es que permite. Al lector no vidente, acceder a un cuento que, de otro modo, no podría leer. Al lector vidente, acercarse a un mundo que ignoraba y tener la experiencia de intentar leer braille. Y descubrirse torpe en el tacto, entender que en ese código está también, escondida, la maravilla de la palabra, y que qué lindo sería aprenderlo para que niños y niñas videntes, no videntes, oyentes y sordos puedan leer juntos, disfrutar juntos del mismo cuento. Lo poderoso de El gran secreto es, pues, lo poderoso de la inclusión –de la convivencia, como prefiere decir Carreras y esta cronista anota y asiente y se queda pensando que está muy bien, porque la convivencia es de a dos–: que todos aprendamos de todos y podamos compartir.
El gran secreto, de Nadia Carreras, con ilustraciones de Soledad Luongo. Cosabuena, 2020. 60 páginas. $950.